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La congelación es uno de los métodos más eficaces para conservar el pescado y garantizar su seguridad alimentaria, sabor y valor nutricional por períodos prolongados.
Ante la creciente demanda de los productos del mar y la necesidad de optimizar su fecha de consumo, vale la pena aprender a conservarlo.
El pescado es un alimento altamente perecedero debido a su alto contenido de agua, bajo aporte de grasas saturadas y su actividad enzimática acelerada después de la pesca. De acuerdo con la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, estas características lo hacen vulnerable al desarrollo de bacterias patógenas y parásitos.
Congelarlo no solo previene el deterioro microbiológico, sino que evita la proliferación de otros parásitos. Es obvio, pero si se consume en mal estado puede poner en riesgo la salud, principalmente por las intoxicaciones alimentarias.
Por su gran valor nutricional y versatilidad en la cocina, es clave prestar atención al proceso de congelamiento.
Y es que, aunque es perecedero como otros alimentos frescos, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura destaca su disponibilidad todo el año y su facilidad de transporte a largas distancias, sin comprometer su calidad.
La duración del pescado congelado depende de la variedad, su contenido graso y método de congelación.
Según la tabla de conservación de alimentos fríos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, los magros como el bacalao, el lenguado o el abadejo pueden durar entre seis y ocho meses; mientras que los pescados grasos como el salmón, atún o caballa pueden durar de dos a tres meses.
Por otra parte, el pescado ultracongelado -es decir, sometido a un proceso industrial de temperaturas muy bajas (-40 °C)- puede durar hasta por 18 meses sin perder su calidad organoléptica, siempre y cuando se mantenga la cadena de frío intacta.
Congelar correctamente el pescado requiere una serie de pasos que aseguren su seguridad alimentaria, textura y sabor:
En defintiva, la congelación del pescado representa una estrategia eficaz para mantener sus nutrientes y prevenir riesgos en el consumo. Al adoptar buenas prácticas, uno puede asegurarse de que se conserve fresco en los platillos.
