
Desde que las transacciones comerciales dominan el mundo, la publicidad se transformó en una compañía omnipresente de las actividades humanas por medio de pregones, carteles, volantes, anuncios gráficos, radiales y de televisión.
Esto no es nada nuevo. Pero lo que sí causa cierta sorpresa es que algunas de las primeras piezas publicitarias de que se haya tenido noticia fueron anuncios médicos.
Según Samuel Horton Brown, que realizó un ya clásico estudio de la historia de la publicidad médica, el primer aviso del rubro se remonta al Imperio Romano y promovía la inauguración de un spa ... ¡las termas de Pompeya! De modo que los antiguos habitantes de Roma ya caían bajo el influjo de los anuncios, inscriptos en tabletas y fijados en las columnas de las construcciones, que hacían propaganda de las bondades de la hidroterapia.
También por esa época, mientras Julio César aprovechaba los muros de la capital imperial para dar a conocer sus hazañas militares, rótulos de piedra o barro con el símbolo de una ventosa identificaban a los médicos y cirujanos.
Más tarde, exactamente el 30 de septiembre de 1658, el periódico escocés Mercurius Politicus, de la ciudad de Leith, publicó un anuncio en el que la recomendación de los médicos se usó por primera vez con fines comerciales. Decía así:
"Esa excelente, y por todos los médicos aprobada bebida china que los chinos llaman tcha y las otras naciones tay , alias té, se expende en el café Sultaness Head, en Sweeting´s Rents, cerca de la Real Casa de Cambio, de Londres." Es más, esos días se publicitaba el té como "una panacea para todos los males de la humanidad".
El café también ocupaba un lugar de privilegio entre los productos que se promovían haciendo hincapié en sus presuntas bondades médicas: se lo presentaba como un remedio de grato sabor para todas las enfermedades del hombre . Había sido introducido en Londres en 1652 por un mercader turco.
Junto a su criado griego, fundó el primer establecimiento para vender café y anunció en un volante, hoy histórico, las diversas propiedades y virtudes de la nueva infusión. Al parecer, uno de los ejemplares de este singular aviso todavía se conserva en el British Museum. En el epílogo de este impreso se puede leer la siguiente observación: "Es de notar que en Turquía, donde su consumo se ha generalizado entre las gentes, éstas no padecen de cálculos, gota, hidropesía ni escorbuto y, además, tienen un cutis limpísimo y blanco".
Historias como ésta demuestran, pese a las apariencias, que nada cambia demasiado bajo el sol.
Ya lo dijo Jorge Luis Borges: "Para novedades, los clásicos".







