
Por Gabriela Navarra De la Redacción de La Nación
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Al llegar a los 50 años, por lo menos la mitad de las personas sufre reflujo gastroesofágico patológico. Este nombre complicado apenas alcanza a reflejar lo molesto y doloroso del problema. Y si no que hablen por su cuenta los tres síntomas que lo caracterizan: ardor o quemazón en la boca del estómago; espasmos fuertes e intermitentes que pueden confundirse con un ataque cardíaco y odinofagia, sensación dolorosa al tragar.
El trastorno ocurre cuando existe pasaje del contenido del estómago (o del duodeno) al esófago. El gesto típico de quienes lo padecen es tocarse el abdomen de abajo hacia arriba, diciendo me duele acá .
Aunque sea alguna vez, todos hemos tenido reflujo esofágico, pero sólo se lo considera patológico cuando ocurre mientras la persona está acostada, no de pie.
Si bien el problema tiene distintos disparadores, el tipo de alimentación condiciona su aparición y recidivas. Por eso, elegir bien qué se come es la base de cualquier tratamiento.
Las causas que más frecuentemente lo originan son variadas: ciertos medicamentos, obesidad (la grasa presiona el abdomen), emociones fuertes (positivas o negativas), úlcera gástrica, embarazo (por el incremento de ciertas hormonas). En la mitad de los casos, sin embargo, el reflujo gastroesofágico patológico está causado por una hernia hiatal, que es el cambio de forma en la unión que existe entre el esófago y el estómago.
Existe una lista de alimentos que pueden estimular la aparición de reflujo y que -desde luego- no se recomiendan mientras duran los síntomas críticos o agudos. En materia de verduras, se desaconsejan el ajo, el puerro y la cebolla, que poseen compuestos sulfurados, irritativos. Tampoco están indicadas las verduras de hoja (lechuga, acelga, espinaca); las frutas deben consumirse maduras, sin cáscara, sin semillas, cocidas y subdivididas (por ejemplo, pera y manzana).
Los cítricos no son buenos amigos de cualquier tipo de irritación por su acidez. Entre ellos, el pomelo rosado es la fruta menos ácida de todas. Mate, café, alcohol y tabaco agravan cualquier cuadro de este tipo. Insistir con ellos -en especial durante la etapa aguda de reflujo- puede, sencillamente, convertirnos en masoquistas.
El té, en cambio, puede consumirse siempre que sea claro o en infusión de malva y manzanilla. La versión descafeinada del café común también es una opción en estos casos, pero no las bebidas cola (ni azucaradas ni dietéticas). No es el azúcar sino la cafeína lo que irrita la mucosa digestiva.
Otra recomendación es comer con poca azúcar. Es que, en mucha cantidad, ésta retrasa el pasaje del alimento del estómago al duodeno, hay una mayor secreción ácida y más posibilidad de reflujo. Algo similar ocurre cuando se ingiere gran cantidad de fibras (presentes en frutas y verduras y en cereales integrales): tardan más en evacuarse.
Fritos y amasados de pastelería también son inflamatorios, al igual que el chocolate en todas sus formas. Los alimentos muy calientes irritan.
Los picantes (ají molido, pimienta) y la menta no se aconsejan; sí, en cambio, hierbas como orégano, tomillo, salvia, romero, azafrán. Puede utilizarse también aceite crudo en ensaladas o puré. Un método de cocción ideal es hervir, saltear o cocinar al vapor o al microondas. Lo mejor es realizar entre 4 y 6 comidas diarias, para evitar los vacíos estomacales, dedicarle a la comida más tiempo y atención, y no elegir ese momento del día para encontrar solución a todos los problemas de la vida.
Durante las crisis, es conveniente realizar una dieta que incluya pollo, pescado, huevo, fideos, arroz, zapallo, zanahoria, manzana, pera, galletitas desgrasadas, grisines, queso untable descremado y la bebida más noble de todas: agua fresca y sin gas, para evitar más hinchazón e inflamación. Quienes tengan sobrepeso se sentirán mejor si bajan algunos kilos. Y hay que tener muy en cuenta que, como el problema suele ocurrir mientras se está acostado, no conviene disfrutar de una opípara cena e irse de inmediato a la cama: es la mejor garantía de pasar una noche inolvidable. Y no precisamente por lo bueno.





