
Es el principal síntoma de la rosácea
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Alicia C., una tenista amateur de 37 años, vive esperando que llegue el fin de semana para jugar con sus amigas. En varias oportunidades presentó episodios recurrentes de enrojecimiento facial, en distintas zonas de la cara, por lo que llegó al consultorio preguntándose si era su prolongada exposición al sol sin protección la culpable de tales síntomas.
Según relató la paciente, los sucesos fueron agudos y, en algunos, aparecieron pápulas y pústulas en las áreas mencionadas. Si bien a simple vista parecía un acné, como no había comedones (puntos negros) se descartó inmediatamente ese diagnóstico y nos quedamos con el de rosácea.
El diagnóstico dermatológico de la rosácea es muy sencillo ya que se realiza a simple vista con la utilización de una lupa y buena luz. Sin embargo, se puede tardar en consultar porque suele confundirse con una quemadura solar, un cambio en la tez o acné.
La rosácea es una de las condiciones dérmicas más comunes y afecta casi al 10% de la población. Dado que se presenta en la cara, suele causar problemas psicológicos y sociales para los pacientes.
Es una dermatosis inflamatoria, crónica y progresiva relacionada con la inestabilidad vascular, que se suele observar en la parte central de la cara. Se trata de una enfermedad crónica que afecta tanto a hombres como mujeres, si bien predomina en ellas entre los 30 y 50 años.
Si bien la causa desencadenante es desconocida, se puede atribuir a desórdenes emocionales, alimentarios, gastrointestinales e infecciosos, entre otros. Debo reconocer que Alicia es un poquito ansiosa: ella misma cada vez que viene a la consulta no hace más que hablar de su ansiedad.
Cuatro estadios
La rosácea tiene cuatro estadios: el de prerrosácea o I, con enrojecimiento facial que puede durar minutos y hasta horas. El II se observa cuando el enrojecimiento es continuo, con ruptura de venas, provocando las arañitas en la cara. El III, en tanto, es el pápulo-pustuloso, mientras que el IV es el de la hipertrofia vascular (dilatación de las venitas) e hiperplasia (aumento del grosor) de las glándulas, conocido como rinofima o aumento del tamaño de la nariz, más frecuente en los hombres.
Como Alicia no presentó ninguna complicación gastrointestinal, se le recomendó actuar sobre los factores desencadenantes y agravantes, a saber: psíquicos (ansiedad, emotividad, alteraciones somáticas, estrés); alimentarios (que evite el alcohol, las comidas picantes, las bebidas calientes, el chocolate y los quesos fermentados); que fume menos; que no se exponga a cambios bruscos de temperatura; se le prohibió el sol en cara salvo con protección total; tampoco usar corticoides de mediana o alta potencia ni por vía sistémica ni tópicos, y, por último, el empleo de cosméticos.
También es conveniente evitar los jabones desodorantes ásperos, que irritan la piel e inducen a más sequedad, prefiriendo aquellos que no contengan jabón.
El tratamiento por seguir depende mucho del estadio, pero, en general, es tópico para el I y II: se emplean compresas de té de manzanilla con malva, cremas con corticoides débiles y cremas con metronidazol, dos veces por día, entre otros. Para el III, se suma un tratamiento sistémico de 8 a 12 semanas como mínimo.
Por suerte, Alicia no necesitó llegar a una cirugía, aunque en casos de rinofima es la elección para dejar la nariz del tamaño original. A esa altura sería lo más correcto, ya que hemos visto tumores malignos debajo del tejido alterado.
Un paciente con rosácea también debería consultar con un oftalmólogo porque, a veces, tiene un componente ocular.
El autor es médico dermatólogo y farmacólogo clínico.






