Crimen del country. Piden la prisión preventiva de la empleada doméstica como única asesina del ingeniero
Para la fiscalía, Rosalía Soledad Paniagua fue la autora material del homicidio de Roberto Wolfenson Band; quedó implicada en la causa cuando se detectó que intentó vender el celular de la víctima
A un mes de su detención y a dos meses del crimen, un fiscal pidió la prisión preventiva de Rosalía Soledad Paniagua, la empleada doméstica acusada del homicidio de Roberto Eduardo Wolfenson Band, el ingeniero estrangulado en su casa del country La Delfina, de Pilar.
La mujer hacía una suplencia como empleada doméstica en la vivienda de la víctima y el 22 de febrero pasado, día del crimen, se retiró de la “portería 2″ a las 13.53. Cuando salió del country no se le revisó la mochila, en la que llevaba el teléfono celular de la víctima. Ese hecho fue clave para vincularla con el asesinato.
Para el fiscal de Pilar Germán Camafreita, Paniagua fue la autora material del homicidio y actuó en soledad. Los investigadores del caso creen que habría cometido el crimen luego de que la víctima le atribuyera una serie de robos de tipo “hormiga” en su casa y le advirtiera que lo daría a conocer en el barrio privado, lo que le cerraría las puertas para volver a trabajar allí. Presumen que la mujer atacó a Wolfenson Band, le dio un golpe en la cabeza con un objeto pesado y que luego se le habría subido encima para inmovilizarlo y lo habría ahorcado desde atrás con una soga o un cable.
En su dictamen, de 66 páginas, Camafreita le pidió al juez de Garantías Nicolás Ceballos: “Tenga a bien convertir en prisión preventiva la actual detención de Rosalía Soledad Paniagua en orden al delito de robo calificado por el uso de arma utilizada en forma impropia en concurso real con homicidio criminis causae”.
Camafreita justificó el pedido sobre la base de las pruebas recolectadas y las declaraciones testimoniales de la pareja de la víctima –Graciela Orlandi–, sus hijos, vecinos del country y oficiales y peritos que participaron de la investigación.
“Estamos de acuerdo con la decisión del fiscal. Más teniendo en cuenta cómo habrían ocurrido los hechos, que demostrarían que Paniagua actuó sola”, dijeron desde el entorno de la familia de la víctima a LA NACION.
Luego explicaron que en las últimas semanas se avanzó en la reconstrucción de las circunstancias en las que habría ocurrido el crimen y que ahora se esperan los análisis de ADN sobre cuatro cabellos hallados en la habitación donde el ingeniero fue encontrado muerto.
“Por el lugar y la mecánica, se cree que fue solo una persona la que cometió el crimen. Lo primero que habría hecho Paniagua es darle un golpe con un objeto contundente no puntiagudo, por ejemplo un cenicero, del lado derecho de la cabeza; eso hizo que cayera al piso y quedara aturdido”, explicaron fuentes de la querella. Y agregaron que, al caer, Wolfenson Band “quedó con la cabeza debajo del radiador, lo que se puede confirmar porque las manchas de sangre encontradas en la escena estaban en la parte de abajo, no arriba ni sobre el artefacto de calefacción”.
Según la reconstrucción, lo que siguió fue que “con la víctima semiconsciente”, la empleada doméstica “tomó una soga, se la pasó por el cuello, le apoyó una rodilla e hizo presión para asfixiarlo”. Agregaron: “Paniagua es una mujer que pesa unos 60 kilos, así que podía ejercer la presión suficiente”.
Sobre cuál podría haber sido el móvil del crimen, las fuentes consultadas explicaron: “Puede ser que el ingeniero se hubiera dado cuenta de un ‘robo hormiga’ por parte de Paniagua y la haya confrontado el último día que iba a trabajar en la casa. Ante esta situación, puede ser que ella se haya alterado y tomara la decisión de matarlo”.
Qué dijo la empleada en su indagatoria
Tras su detención, cuando amplió su declaración indagatoria, Paniagua afirmó que el jueves 22 de febrero pasado, cuando llegó a la casa del lote 498 del country La Delfina, se había topado con un hombre de 1,80 de altura que vestía chomba negra y que, de forma intimidatoria, le dijo que tendría que hacer todo lo que le pidiera. Ella, según dijo, pensó que era el hijo del ingeniero y que tendría unos 40 años. “No vi la marca [de la ropa], no vi tatuajes, anillos ni reloj”, agregó.
“Estaba limpiando el baño donde dormían Roberto y su mujer. Cuando salí a buscar un trapo para limpiar la ventana me asomé; en la puerta vi que se dieron un beso, ahí en la puerta para salir. Ellos no me vieron, yo los vi besándose. Después me fui para atrás, seguí en el baño, me quedé en shock”, sostuvo Paniagua, según reconstruyeron las fuentes consultadas. Afirmó que “hablaban bajito” y que no podía escuchar lo que decían.
La imputada contó que la “mató la curiosidad” e intentó grabar un nuevo beso entre el ingeniero y la visita para mostrarle la filmación a la “señora Graciela”.
“Me metí en el escritorio del señor para grabar con mi celular [por] si se besaban. Intenté dos veces, se me cayó dos veces y dije ‘me dejo de joder’”, sostuvo Paniagua en su indagatoria.
Afirmó que en un momento aquel “muchacho” bajó y el “señor” se quedó en el escritorio solo: “Estuvo un tiempito hablando por teléfono, en otro idioma, portugués, creo. Tosía y me dijo ‘Soledad, esto no le cuentes a nadie, lo que vos ves hoy’”.
Después, siempre según la declaración de la imputada, el “muchacho” subió a la planta alta y ella escuchó que le espetó al ingeniero “me dijiste que te ibas a dejar con la señora”. Y Wolfenson Band, según Paniagua, respondió: “Ya te dije que no”.
“El muchacho, desde que llegué, usaba guantes blancos de látex, los típicos de peluquería”, recordó la sospechosa en un momento de su declaración.
Después, según agregaron fuentes que tuvieron acceso a la indagatoria de Paniagua, Wolfenson Band le pagó el día de trabajo. Eran las 12.30 del 22 de febrero pasado. Ella siguió con el trabajo de limpieza hasta las 13.15, cuando se fue a cambiar.
“Me cambié y salí, entre la cocina y el lavadero. En el pasillito, entrando a la cocina, escuché que me dicen ‘eh, che´, me di vuelta y me dieron un golpe en la cara, en la nariz. Me caí. Salía sangre, no tanto, pero quedó en el piso. Me desmayé, quedé inconsciente, quedé ahí tirada, entre medio del lavadero y la cocina. Manché el piso con sangre, me quedé un segundo ahí dormida. Cuando me desperté tenía cinta gruesa transparente en la boca y atadas las manos y los tobillos. Ahí tenía puesto el vestidito rosa. Estaba acostada en el piso, atada. Cuando me desperté escuché al señor Roberto decir ‘Basta Félix, basta Félix’, como tres o cuatro veces”, aseguró la sospechosa.
Paniagua dijo que además escuchó ruidos de golpes. Después, siempre según su relato como imputada, el “muchacho” bajó y la agarró de la nuca.
Las amenazas de “Félix”
“Sentate, puta de mierda, paraguaya de mierda”, le dijo el tal Félix y le limpió la nariz, afirmó la sospechosa. Después agregó: “Me dijo ‘vos no me conocés a mí, yo a vos sí. No le cuentes a nadie. Yo sé que tenés familia, tenés [un] bebé, por eso no te voy a matar, los chicos no tienen la culpa. Te tocó estar en el lugar equivocado’. Estaba furioso el chico. Me preguntaba ‘cuánta plata querés para quedarte callada?’ No le acepté la plata, aunque la necesitaba. La mochila estaba ahí tirada; él trajo un montón de cosas, me puso en la mochila el celular del señor. Me dijo ‘paraguaya de mierda, llevate esto´: el celular Motorola color celeste oscuro, el parlante rojo que estaba en mi casa en el allanamiento, una cosita así plateada con una velera [el candelabro judío de siete brazos], una bolsita, chucherías, una pulsera con caracoles, supongo que de la señora, y unos auriculares. Me dijo ‘ahora te vas a ir, sin plata, pero esto es una fortuna’. Me dijo ‘descartate del teléfono, yo sé donde vivís, tenés chicos, se mueren. No hables a la policía. No hables con nadie’”.
La “cosita plateada con una velera” era una menorá, el candelabro de siete velas que es uno de los principales símbolos del judaísmo. Paniagua la vendió en una chatarrería de San Martín, que fue ubicada por los detectives de la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDi) de Pilar de la policía bonaerense.
“Los compradores del candelabro reconocieron que se lo habían adquirido a una mujer, aunque aclararon que lo habían revendido a una fundidora”, afirmaron las fuentes consultadas.
Los investigadores le creyeron poco, casi nada. Por eso, un mes después, el fiscal solicitó la prisión preventiva ante el peso de la prueba científica y tecnológica incorporada en el expediente.
Consultados por LA NACION, sobre la existencia de una persona de nombre Félix en el barrio privado, las fuentes dijeron: “No hay ninguna persona en el barrio que coincida con el nombre y la descripción que hizo Paniagua en su indagatoria”.
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