Atilio Aníbal Demarchi, docente jubilado, fue ahorcado entre las 8.30 y las 10.30 del 12 de julio de 2007 en su casa, de Floresta; los agresores robaron dinero y alhajas, no dejaron huellas ni rastros de ADN
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Los asesinos de Atilio Aníbal Demarchi no dejaron ninguna huella. Después de maniatar y golpear al docente, uno de los homicidas lo tomó del cuello y apoyó sus rodillas en el pecho hasta matarlo. Cuando se apoderaron de los ahorros que la víctima guardaba en la casa y de las alhajas de su madre, abandonaron la vivienda de dos plantas. Se esfumaron después de matar con saña al profesor de Filosofía jubilado en su casa del barrio porteño de Floresta.
Según surgió en la investigación, Demarchi fue asesinado entre las 8.30 y las 10.30 del jueves 12 de julio de 2007. La hermana de la víctima, Catalina, salió de la casa situada en Ramón Falcón 4410, casi Bolaños, minutos después de las 8.30. Dos horas más tarde, cuando Nancy llegó a la vivienda para cuidar a Josefa, la madre de la víctima, nadie respondió.
La mujer regresó a su casa y le pidió a su esposo, Ángel, que la acompañara. Tocaron el timbre y golpearon la puerta insistentemente. Tampoco hubo respuesta. Ante esta circunstancia, llamaron a la hermana de Atilio, que regresó a la casa junto con una amiga. Accionó instintivamente el picaporte y advirtió que la puerta no estaba cerrada y que la llave había quedado colgada de la manija, del lado de adentro de la casa.
Al revisar la planta baja de la vivienda, advirtieron un notable desorden. Subieron por las escaleras hacia los dormitorios de la planta alta. En la casa vivían Atilio, de 70 años, su madre, Josefa, de 99 —que padecía una patología neurológica que la mantenía postrada y por la cual requería cuidados constantes—, y Catalina, su hermana, médica, de 63.
Comprobaron que Josefa estaba bien, pero el panorama cambió cuando ingresaron en otro de los dormitorios. Allí encontraron a Atilio, atado de pies y manos y con un pañuelo en el cuello. Desesperados, la cuidadora, su pareja y la hermana de la víctima llamaron al 911. Cuando los médicos del SAME y los policías de la comisaría 40a. llegaron a la vivienda comprobaron que Atilio Demarchi había sido asesinado.
Durante más de 14 años de investigación cinco divisiones de la Policía Federal que trabajaron para tratar de esclarecer el homicidio no encontraron elementos para poder vincular a algún sospechoso. Nunca hubo detenidos. Los estudios de ADN realizados en la ropa y las uñas de la víctima determinaron, únicamente, la presencia de perfil genético correspondiente a Demarchi. Como si lo hubiesen matado seres etéreos. Fantasmas, pero brutalmente reales y violentos, como si fuesen la pandilla de La Naranja Mecánica.
En los últimos días, en las adyacencias de la casa del docente jubilado aparecieron carteles en los que se ofrecía una recompensa de $500.000 para toda persona que presentara datos que permitan encontrar a los asesinos de Demarchi.
“Si usted tiene datos útiles sobre el homicidio del profesor Atilio Demarchi, ocurrido durante un robo en su casa de Ramón Falcón y Bolaños, en Floresta, la mañana del jueves 12 de julio de 2007, el Ministerio de Seguridad ofrece una recompensa de $500.000. Para dar información llamar al 0800 555 5065. Programa Nacional de Coordinación para la Búsqueda de Personas Ordenadas por la Justicia”, detallan los afiches.
Actualmente, la foto de Demarchi figura en la web del Programa Buscar, con algunos datos del caso y el ofrecimiento de recompensa vigente. Sin embargo, no apareció ninguna pista firme sobre los asesinos.
Puerta a puerta
La mañana que mataron a Demarchi, los asesinos habían salido a robar. Tocaban los timbres de las viviendas del barrio con el objetivo de comprobar si los dueños abrían las puertas. Una vez que ponían un pie en el umbral, los agresores los empujaban adentro de la casa y comenzaban con la andanada de golpes para doblegar la resistencia de la víctima hasta que indicara dónde guardaba el dinero y las alhajas.
Sacaban provecho de la situación de indefensión de las víctimas, la mayoría, jubilados que vivían solos y no podían oponer resistencia. En el caso del ataque contra Demarchi, los investigadores no pudieron comprobar si los agresores abrieron la puerta porque había quedado mal cerrada o si se aprovecharon de la situación en que el docente atendió un llamado desde la vereda.
Según estableció la autopsia, el docente fue asesinado por más de un homicida. “El fallecimiento de la víctima fue provocado por una doble mecánica de compresión torácica que, por sí sola, lleva a la asfixia. También hay signos de estrangulamiento manual, con lesiones que podrían ser producidas por los dedos pulgares de las manos del agresor”, concluyó en su informe uno de los forenses.
Nunca hubo detenidos por el asesinato del docente. El expediente, que se instruye en la Fiscalía N°42 sigue abierto. En la investigación trabajaron efectivos de cinco dependencias de la Policía Federal: la comisaría 40a. y las divisiones Robos y Hurtos, Delitos Tecnológicos, Homicidios y Delitos Complejos.
“Las lesiones en la cavidad torácica han sido producidas por el mismo agresor, el cual se ha sentado sobre el tórax de la víctima y, en esa posición, con ambas manos, le comprimió el cuello, infringiéndole la estrangulación. La muerte por asfixia por compresión de la caja torácica, dado el peso del cuerpo del agresor, produjo la fractura de algunas costillas, pudiéndose inferir, por las lesiones, que sería diestro. Esta presunción se fundó en el hecho de que se causaron lesiones mayores en el lado izquierdo de la víctima, dado que su posición resulta ser invertida, por la presión ejercida con la pierna derecha sobre el cuerpo del occiso”, indicó el informe del médico legista.
Luego de revisar la escena del homicidio, los peritos de Unidad Criminalística Móvil de la Policía Federal secuestraron una colilla de cigarrillo, un estuche de pilas vacío, una pelusa con manchas de sangre y un frasco de vidrio sin tapa. Sobre estos elementos se realizaron estudios de ADN, pero los análisis no revelaron la presencia de ningún perfil genético. El mismo resultado aportó el análisis de los hisopados subhungueales (debajo de las uñas). Pero no había nada que permitiera identificar a un sospechoso. Ningún rastro de un perfil genético distinto del de la víctima.
También se hicieron estudios de ADN sobre las muestras de cabellos encontrados en la casa. Pero los análisis tampoco permitieron la obtención de ningún perfil genético. Se sugirió la aplicación de la técnica de ADN mitocondrial, pero debido a la degradación de las muestras resultó imposible conseguir ADN completo o parcial.
Todas las pruebas fueron sometidas a un estudio interdisciplinario del Cuerpo Médico Forense. “Puede inferirse que actuaron una o más personas, portadores de un grave trastorno de la personalidad, probablemente antisociales, con probable hábito de consumo de sustancias psicoactivas, que cometieron el homicidio con el objetivo del apoderamiento y para garantizar la impunidad”, concluyó el estudio.
Pistas sin destino cierto
El fiscal Carlos Velarde decidió confrontar los datos de la escena del crimen de Demarchi con los de otros once expedientes iniciados por homicidios o ataques contra jubilados que vivían solos y que se instruyeron en otras dependencias del Ministerio Público. Al mismo tiempo, dispuso que se busquen todas las denuncias por asaltos ocurridos en la zona del homicidio, tanto del día que mataron a Demarchi como de jornadas anteriores.
La hermana de la víctima indicó, en su declaración testimonial, que en la casa donde vivía con Atilio y su madre se habían realizado tareas de reparación por parte de personal de la Dirección General de Guardia y Emergencias del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Con este dato, los detectives de la División Homicidios revisaron y cotejaron los antecedentes y coartadas de cada uno de los operarios que trabajaron en la casa de la víctima. Pero no obtuvieron resultados que permitieran abonar la sospecha de que alguno de los obreros hubiese estado en la escena del crimen la mañana que mataron al docente jubilado.
Los investigadores de la División Robos y Hurtos tampoco encontraron testigos que la mañana del homicidio hubiesen visto alguna persona sospechosa cerca de la casa de Ramón Falcón y Bolaños. Les resultó extraño. Sobre todo, porque la casa de dos plantas, con portón de madera, está situada justo al lado de la escuela primaria estatal de jornada completa José Alfredo Ferreira.
A partir de la difusión del ofrecimiento de recompensa que, al principio fue de $100.000 y, cinco años después, el Ministerio de Justicia de la Nación aumentó a $500.000, los responsables de la investigación recibieron misivas y comunicaciones telefónicas. Todas las pistas llevaron a una calle sin salida.
Actualmente, el caso sigue abierto. Se sumó a la investigación la Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal (Ufecri), que comenzó a cruzar información con otros hechos similares para tratar de encontrar elementos en común que permitan ubicar en la casa donde asesinaron a Demarchi a alguno de los sospechosos que integran otras bandas que cometieron asesinatos o asaltos violentos con características iguales o donde se hubieran utilizado los mismos teléfonos.
Los investigadores indican que, aunque pasaron 14 años, la causa no prescribió. La prescripción de un delito grave como el homicidio criminis causae (aquel que el asesino comete para evitar que la víctima lo identifique y, así, lograr la impunidad) tiene un mayor plazo de cese de la acción penal. Además, según indicó un funcionario judicial, la prescripción no corresponde si el autor del asesinato cometió otro delito entre el momento del homicidio de Demarchi y su eventual captura.
Debido a esta norma jurídica, a la insistencia de la hermana de la víctima —que aportó datos y posibles testigos— y al empeño de los investigadores judiciales, la investigación por el homicidio del profesor sigue activa 14 años después del crimen. Así lo recuerdan, además, los carteles que empapelan varias calles del centro-oeste de la Ciudad.
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