Hay que asumir el fracaso de las políticas
Cuando se habla de la problemática de la violencia en los jóvenes hay que partir de la base de que tanto el Estado como la familia deben asumir su fracaso.
La situación actual es producto de no haber abordado a tiempo las problemáticas de los jóvenes y no saber detectar los focos de conflicto. Algunos aspectos clave de este problema los ha arrojado la investigación que realizaron la Organización de las Naciones Unidas y el Foro Europeo de Seguridad Urbana en tres millones de jóvenes en conflicto con la ley de distintos países. Allí quedó claro que el perfil de los chicos en conflicto con la ley tiene una serie de coincidencias. Primero, son excluidos y no necesariamente pobres. La Argentina es un ejemplo claro: en el norte del país existe una enorme pobreza, pero no hay un gran índice de hechos delictivos. En cambio, la exclusión que producen la ciudad y el conurbano genera un resentimiento que posibilita la acción delictiva.
Cuando la ONU realizó este informe, tuve oportunidad de comprobar la importancia de la educación en la prevención del delito, ya que en los institutos de menores de la ciudad el 85 por ciento de los jóvenes no habían pasado tercer grado. Hay que estar atento a la violencia intrafamiliar para poder realizar talleres de responsabilidad paterna y materna. También se debe reconstruir la figura de los padres.
Otro problema es la facilidad con la que los chicos acceden a las armas de fuego, el excesivo consumo de alcohol y drogas, y el escaso valor que se asigna a la vida. No les importa matar. Al mismo tiempo, hay que ocuparse de los reincidentes. Entre un 5 y un 10 por ciento de los menores son responsables de casi un 70 por ciento de todos los delitos cometidos por menores.
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