Las medidas tácticas solo sirven si baja el consumo de estupefacientes
Partiendo de que la Argentina es el octavo país del mundo en cuanto a territorio, que cuenta con 9376 kilómetros de fronteras, que su principal centro urbano tiene aproximadamente 12 millones de habitantes y que Córdoba, Rosario y Mendoza tienen entre 1 y 1,5 millones de habitantes cada una, todo análisis sobre estrategias de lucha contra la droga deberá contemplar este panorama. Estamos frente a un escenario de tráfico y, a la vez, de posible alto consumo; o sea, una oportunidad para el narcotráfico. Las políticas en materia de tráfico y consumo para cada escenario, entonces, varían.
Con respecto al tráfico estimo que se debe desagregar por modalidad. Primero, en caso de tráfico aéreo, se parte de la necesidad de contar con control real en las fronteras y en los radios críticos (tanto para la defensa como para la seguridad) y desarrollo de capacidad de intercepción aérea sin uso del poder de fuego (para la seguridad).
Sin embargo, dado el alto costo y la complejidad de despliegue logístico asociado a radares y a bases para despliegue aéreo, la opción clara es desarrollar un adecuado mapeo extensivo de lugares aptos para aterrizaje rural y un posterior transporte terrestre, basado en trabajos de inteligencia e investigación.
Segundo, en caso de tráfico fluvial, un desarrollo sostenido y real de capacidades investigativas y de inteligencia que permitan detectar de manera temprana y con razonable precisión las estructuras que utilizan embarcaciones en la Hidrovía Paraguay-Paraná para el tráfico de estupefacientes naturales. La idea es generar las condiciones para permitir la intercepción de esas operaciones de tráfico afectando de la menor manera posible el adecuado flujo fluvial comercial.
Para ello es crítico desarrollar una coordinación seria y responsable con las autoridades de países vecinos con jurisdicción en la Hidrovía. Simultáneamente se requiere capacitar a jueces y fiscales sobre las modalidades de prevención y conjuración del tráfico de estupefacientes que resultan posibles o utilizables, dadas las condiciones.
Eso, a la vez, obliga a analizar que los criterios de autorización del uso de la fuerza pública y la eventual invasión a la propiedad (allanamientos, detención de buques de transporte, etc.) sean valorados en el contexto de las herramientas de las que efectivamente se dispone y adecuados a la estructura delictiva.
Tercero, en materia de tráfico terrestre, el control de rutas (las nacionales 9, 34, 12, 14, etc.) usualmente resulta afectado por los movimientos de efectivos federales del NOA y el NEA hacia los centros urbanos para sustituir a las policías locales en los casos en que pierden confiabilidad o eficiencia. Eso resiente todo el sistema preventivo.
Deben fortalecerse las capacidades investigativas y de inteligencia y su coordinación con países limítrofes a los efectos de suplir las capacidades de cobertura de control operativo real. Para eso, nuevamente, es crítico saber mantener una visión objetiva sobre la lógica y la verosimilitud de la información que se reciba de terceros países.
En cuarto lugar, el control de la producción/comercialización de las drogas sintéticas es mucho más complejo; estas se anclan en forma directa en las ciudades y deben ser perseguidas de manera local. Su movilidad es altísima, pueden ser producidas y vendidas en el mismo día (haciendo inútil un allanamiento por el simple paso de las horas) y utilizan canales básicos de tráfico.
Con respecto a la fase referida al uso de drogas, estimo que la Argentina debe confluir en un sistema de metas de reducción de consumo razonables y mensurables objetivamente.
Un axioma económico dice que mientras la demanda suba, la oferta subirá. En este caso, la demanda sube constantemente y la oferta la sigue (obviamente, contemplando y absorbiendo el costo derivado del carácter criminal de la actividad). Este fenómeno es global, de acuerdo con los datos del World Drug Report de la ONU, que cada año señala incrementos sostenidos.
Los costos de prevención y neutralización preventiva de la demanda siempre resultan notoriamente más bajos que los costos de conjuración y persecución del delito. Hacia allí debe ir la Argentina. Eso es una estrategia inteligente, tratar como enfermos a los adictos, pero tratar como corresponsables del delito a aquellos que, sin ser adictos, hacen uso social y usual de estupefacientes, comprándolos a estructuras criminales, a las que terminan fortaleciendo, en detrimento del esfuerzo del sistema de seguridad y judicial para reducirlas.
La única forma de vencer el narcotráfico es haciendo que el consumo descienda; todo lo demás son medidas tácticas y operativas sin estrategia macro.
* El autor fue inspector de la ONU sobre tráfico de armas en Yemen y subsecretario de Lucha contra el Narcotráfico
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