Asesinan a puñaladas a un hombre y a su tía

El hedor propio de los cuerpos sin vida era inconfundible. Por eso, los primeros agentes de la comisaría 13a., que ayer en la madrugada ingresaron por los techos en la casa de dos plantas de Nicolás Repetto al 800, en Caballito, supieron de inmediato que se enfrentarían con una tragedia consumada.

En una habitación del piso superior de la casa, sobre el cobertor de la cama, yacía el cuerpo de una mujer mayor. Estaba vestida y atada con retazos anudados; la sangre que cubría casi por completo su torso ya había llegado hasta el colchón. En el garaje de la planta baja, atado a una silla con trozos de sábana anudados, el cadáver de un hombre con una mancha de un rojo profundo cuya intensidad se desvanecía desde el centro del pecho y apenas permitía advertir la inscripción de Pol-ka en un buzo y la de Telefé, en la remera.

Esas fueron, según el relato de fuentes policiales, las primeras imágenes advertidas en la casa de Repetto 823, convertida en escenario de un doble crimen del cual las causas y el autor, hasta ahora, son un misterio.

Las víctimas eran parientes: Sergio Daniel Moreno, de 30 años, extra de televisión, y su tía María Dolores Vereda, de 70 años. Ambos murieron de certeras puñaladas en el pecho; y el rigor mortis advertido por los forenses indicaría que las heridas mortales ocurrieron entre la noche del viernes y la madrugada del sábado últimos.

Aquellos detectives que describieron a LA NACION la escena del crimen dejaron traslucir una hipótesis que, hasta el momento, se destaca sobre cualquier otra: la forma del ataque, el amarramiento de las víctimas y el desorden que denotaba la casa son fuertes indicios de que el autor de los asesinatos sabía lo que iba a buscar y estaba dispuesto a todo para obtenerlo.

Un hecho refuerza esta teoría: fuentes de la causa dijeron que vecinos y allegados confiaron a los investigadores del caso que Moreno solía jactarse de tener éxito en la tevé y de contar con una sólida posición económica; aunque, en realidad, sólo fueran meras exageraciones de un joven que, según los que lo conocían, gustaba de mostrarse como una persona afortunada.

Según aquellos testigos, Moreno no ocultaba en las charlas de barrio que su tía -que meses atrás, cuando enviudó, se fue a vivir con él- había vendido un inmueble y guardaba dinero en efectivo. Y nunca ocultó que su propio padre, al morir, le había dejado como herencia bienes que, teóricamente, "lo habían dejado bien parado", como la bonita casa de la calle Repetto y "una flota de taxis" que, en realidad, no superaba las dos unidades.

"Parece que el muchacho habló de más y eso, posiblemente, despertó la codicia de alguno", confió a LA NACION un detective que, con esa frase, sumada al hecho de que ninguno de los accesos a la casa había sido forzado, deslizó otra presunción: que el asesino y sus víctimas se conocían.

Rastros sospechosos

Anoche, brigadas de la comisaría 13a. y de la División Homicidios de la Policía Federal trabajaban en la calle en busca de pistas que les permitieran formarse un perfil más definido del o de los sospechosos del doble asesinato. Mientras, los expertos en papiloscopia y peritos químicos del área científica de la fuerza estudiaban los rastros recogidos en la escena del crimen.

Los detectives no obviaron la cantidad de prendas de vestir manchadas con sangre. Las fuentes dijeron que del lugar del hecho se secuestraron tres suéters, un buzo y una campera tipo polar con restos de fluido sanguíneo; como los últimos días no fueron particularmente fríos, no se explican por qué las víctimas tenían tanto abrigo. Se espera ahora que los análisis de las prendas indiquen si la sangre es sólo de las víctimas y si las ropas dan una pista sobre el atacante.

No sólo se hallaron rastros de sangre en los lugares donde fueron hallados los cuerpos: había manchas en el piso del cuarto de Moreno, en el comedor y en una escalera. Por eso, la policía no descarta que el asesino haya trasladado por la casa a una de las víctimas, herida, antes del final.

Por Fernando Rodríguez

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