Bahía Blanca se reactiva de a poco: así se vivió la particular vuelta a clases después del desastre
A una semana de que se produjeron las inundaciones, pocas escuelas reabrieron hoy; el transporte público y el comercio empieza a reactivarse como puede
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BAHÍA BLANCA.— El regreso a clases, como la evacuación del agua acumulada durante los días posteriores a esta tormenta inédita, es un proceso lento. En apertura de establecimientos y además en asistencia, porque el daño ha sido enorme en instalaciones, en recursos y también en emociones.
Alumnos, docentes, auxiliares y directivos vuelven a habitar escuelas de esta ciudad, que en más del 70% de su extensión resultó afectada en mayor o menor medida por semejante inundación. Justo una semana después de aquel trágico diluvio, que hasta el momento costó 16 vidas y desde entonces mantiene búsqueda de dos hermanas de 1 y 5 años. Este viernes, por redes, se convocó una marcha frente al municipio para reclamar por supuesta ocultación de datos sobre más muertos y desaparecidos. La asistencia fue de una docena de personas. Ninguno para denunciar o reclamar por algún familiar o conocido de paradero desconocido.
A una semana de aquel trágico diluvio, que hasta el momento costó 16 vidas y desde entonces mantiene desaparecidas a dos hermanas de 1 y 5 años, alumnos, docentes, auxiliares y directivos vuelven a habitar escuelas de esta ciudad, que en más del 70% de su extensión resultó afectada en mayor o menor medida por semejante inundación.
El regreso a la ansiada normalidad es escalonado y retomar la actividad escolar es uno de ellos y muy importante, más allá de los programas de estudio que estaban previstos para este ciclo lectivo apenas había cumplido dos días, solo en nivel inicial y primario. Secundario nunca llegó a arrancar. “Lo importante es que vengan, se encuentren y en las actividades que hagamos puedan expresar con juegos un poco de lo que han vivido estos días en sus casas y barrios”, advierte María Schiebelbein, directora de la Escuela Primaria N°11, que junto a la EPB N°69 son las únicas dos públicas que abrieron. Lo propio hicieron otros tres del ámbito privado y una decena de jardines de infantes.
La matrícula de la EPB N°11 es de más de 380 alumnos pero los que ingresan no son más de una veintena. “Muchos viven del otro lado del arroyo Maldonado, donde se rompieron puentes, y no tienen cómo venir”, apuntan los directivos mientras reciben con beso y abrazo fuerte a los pibes que llegan de la mano de padres algunos, de abuelos, otros. Como Javier, que va a cuarto grado y lo trae su abuela Cristina Crivellini. “No perdí nada al lado de otros, que lo han pasado muy mal, pero lo dañado se recuperará”, dice la mujer a LA NACION.
Sabrina Eustequio deja a Sasha, su hija, también de cuarto grado. El temporal fue de cal y arena entre donde vive con su familia y donde trabaja su esposo. “En mi casa no fue tanto, pero en el taller perdimos todo, más de un metro de agua entró”, explica a LA NACION sobre lo vivido en ese local de Bahía Motos, en la zona céntrica donde más se inundó. “Es un desastre y todo es angustia”, resume.
Muchas ausencias
El colegio Rosario Vera Peñaloza volvió a funcionar este viernes. Tiene desde guardería maternal hasta secundario y todos los niveles retornaron a clase. En mayor medida que en el sector público, con muchas ausencias y también con flexibilidad, desde el horario de ingreso hasta el uso de uniforme. “Son muchos los que han perdido absolutamente todo”, explica Julieta, vicedirectora de nivel primario que en la vereda recibe a chicos y padres. Beso a los alumnos y una breve charla con el mayor para estar al tanto de la situación personal: cómo lo vivieron, qué necesitan, en qué se puede ayudar.
También allí el equipo docente unificó plan de trabajo con actividades en aula vinculadas a lo vivido. “Lo importante es darles aquí algo de contención y que entre ellos se encuentren, se distraigan”, afirma Beatriz Lala, directora general del colegio.
Los padres dejan a los chicos y vuelven a sus obligaciones, que desde hace una semana se reparten entre acomodar sus viviendas destrozadas o dañadas, según el caso; cumplir con sus trabajos habituales o, si tienen disponible y lo propio ya está en orden, ir a ayudar a los que todavía lidian entre fango y algo de agua.
Por suerte el buen tiempo acompaña. En el caso de Bahía Blanca los charcos que se ven corresponden a bombas que evacuan subsuelos de comercios y cocheras. En General Cerri están en la etapa de terminar de secar viviendas y los pocos muebles que quizá se recuperen. En Ingeniero White, zona más baja y próxima al mar, reacomodarse todavía implica caminar entre bastante barro.
El lunes, se espera, abrirán más escuelas. Recuperar el ritmo habitual de ciudad implica un recorrido más largo de lo que se piensa, pero suma otros eslabones. Hay regreso parcial del transporte público, con algunas líneas de colectivo que circulan por la ciudad y barrios alejados. También de la actividad bancaria, reforzada por cajeros automáticos móviles.
Las oficinas públicas atienden por sobre todo lo urgente. La justicia va paso a paso: la Suprema Corte bonaerense dispuso asueto hasta este viernes para el Departamento Judicial Bahía Blanca. Este jueves recobraron actividad los nueve juzgados de paz del distrito. Hay todavía algunas instalaciones inundadas y con daño importante en miles de expedientes de papel.
Limpiar y descartar
De a poco, también, el comercio se reactiva. Hubo mucho que limpiar y también de descartar. En una zapatería han reservado el espacio de atención al público para poner a secar cientos de pares de zapatos, botas y zapatillas que estaban en el subsuelo, que se inundó. “Hay que ver si se salva algo”, dice una empleada.
A pocos metros, también en zona céntrica, una casa de electrodomésticos se ve concurrida por quienes llegan en su mayoría en busca de reponer lo perdido. Por ahora mucha consulta. Lavarropas y heladeras están a la cabeza de lo más buscado, ya que ha sido lo más difícil de mover y ubicar en altura cuando el agua avanzaba, inundaba y, por supuesto, también destruía.
Una de las pocas cafeterías abiertas tiene casi todas las mesas con clientela. “Esto es hoy, porque somos de los pocos que pudimos arrancar rápido”, anticipa Facundo Borri, desde Café Muñoz, y palpita que en pocos días, cuando otros logren acomodar instalaciones y abrir, se empezará a sentir el impacto porque prevén una fuerte merma de consumo.
Otro local gastronómico cercano tiene puertas abiertas pero para ventilar. El depósito en subsuelo se inundó y el olor que dejó el agua acumulada por varios días no solo no se termina de disipar. Las huellas de la inundación sobreviven en esos pisos y paredes. Se ven y se huelen. Estos días de mucho sol y algo de viento, por suerte, ayudan a secar.
Esa espesa humedad, omnipresente y difícil de domar, es tan difícil de erradicar como la marca a fuego que dejó esta catástrofe entre la comunidad bahiense. Y en particular los más chicos. La actividad central en el regreso al aula, en el Colegio Vera Peñaloza, era un juego de 11 frases incompletas vinculadas a la tormenta. La primera invitaba a responder sobre dónde estaban al inicio de esa lluvia torrencial.
Las siguientes consultaban por quiénes los acompañaban, qué daños sufrieron y que ayuda necesitan. La última invitaba a un deseo y, según contó a LA NACIÓN personal de la institución, fue de las que tuvo mayores coincidencias en una respuesta: “Que todo vuelva a ser como el día antes al temporal”.
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