
Coghlan, donde los rieles conviven con la cultura
La única biblioteca instalada en una estación de trenes funciona en este barrio
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Algunos memoriosos todavía recuerdan el cine Ideal Monroe, el único que hubo en Coghlan y que cerró para siempre en la década del `60. Se daban series de Flash Gordon o Buck Jones, y películas de Chaplin o Buster Keaton.
Pero Ramón Saucedo -un jubilado ferroviario, de 79 años- no duda en evocar la impresión que le causó el cachetazo que Glenn Ford le da a Rita Hayworth en "Gilda". "Nunca vi nada igual, ni creo que se vuelva a filmar una escena como ésa", dice Saucedo, y muestra otro recuerdo: una foto del dirigible Zeppelin. "La tomé en momentos en que sobrevolaba la zona, en 1934", cuenta.
El barrio porteño de Coghlan es un cuadrado casi perfecto en el trazado porteño; el segundo distrito más pequeño, casi en un "cabeza a cabeza" con Villa Ortúzar: 1,3 kilómetro cuadrado contra 1,2 de este último. Pero en historia lo supera ampliamente.
El nacimiento del barrio se remonta al 1° de febrero de 1891, cuando se inauguró la estación Coghlan de la línea Mitre, que enlazaba Retiro con Tigre.
Con el nombre dado a la estación, se rindió homenaje al ingeniero irlandés John Coghlan, que durante 30 años (1857-1887) tuvo importantes desempeños públicos en nuestro país, sobre todo en la dirección de los ferrocarriles argentinos de capital británico.
La parada adquirió un papel decisivo, ya que en su entorno se levantaron viviendas para los empleados jerarquizados del ferrocarril, todas de estilo inglés. Ello cambió rápidamente la fisonomía de una zona recorrida por carretas y en la que, hasta entonces, no había más que chacras y un par de quintas de verduras.
Para edificar la estación, situada en Estomba y Rivera, se reprodujo también la arquitectura británica de fines del siglo XIX, con muros revocados, columnas de hierro fundido y techos de madera en pendiente. En Estomba al 2500 aún subsiste la vieja usina, construida en 1929, cuando fueron electrificadas las vías suburbanas.
Un emergente del lugar es el puente peatonal de hierro, hecho en Glasgow, Escocia, para cruzar las vías. Protegido por una malla metálica, desde él es posible observar edificios situados en barrios contiguos, como Belgrano o Núñez.
Demanda de obras
La construcción del hospital Ignacio Pirovano, inaugurado el 12 de julio de 1896, fue impulsada por la creciente expansión poblacional que Coghlan empezaba a insinuar. Una placa recuerda la importante labor humanitaria que prestaron allí las Hermanas de la Inmaculada Concepción.
En 1930 dieron comienzo las obras para erigir la primera parroquia del barrio, Santa María de los Angeles, en Tamborini y Naón, según planos del arquitecto Home, vecino del barrio. Hasta su apertura, cinco años después, se daban misas en una escuela.
Resulta especialmente curioso el "obelisco" de Coghlan, en Washington 2944, una elevada torre de ladrillos que data de 1914 y perteneció a la desaparecida Obras Sanitarias de la Nación.
Entre las personalidades que vivieron en forma permanente o temporaria en el barrio, figuran Lino Enea Spilimbergo, Julián Centeya, Roberto Goyeneche, Aniko Szabó, el escritor y actor Augusto Larreta; el inventor de la birome, Ladislao Biró, y el padre Antonio de Monterosso, cuya profusa obra incluye la creación -el 6 de octubre de 1929- de una de las publicaciones pioneras de la zona: la revista "Santa María de los Angeles".
Lectura al paso
El área de la estación exhibe otro signo que la distingue: la existencia de la biblioteca pública Bartolomé Mitre, abierta en julio de 1967, en la sala de espera. Fue, en el mundo, la primera biblioteca instalada en una estación de trenes. Sin embargo, pese a su éxito, un plumazo burocrático dispuso su cierre en 1991 y los libros fueron a parar a un depósito de la vieja usina.
Finalmente, las gestiones llevadas a cabo por la Asociación Amigos de la Estación Coghlan lograron, primero, la recuperación del recinto y, en agosto de este año, la reapertura de la biblioteca. Fue remodelada, y cuenta ahora con más de 3000 volúmenes.
La arquitecta Dora Young, miembro de la entidad, se muestra orgullosa del recuperado sitio cultural. Pero hace notar que aún queda mucho por hacer, "como poder contar algún día con una plaza o mejorar el aspecto de la estación, que en 1991 fue calificada como la mejor de Buenos Aires".





