Descubrieron en las costas de Río Negro huellas de un ave fósil gigante única en el mundo
Fueron bautizadas como Rionegrina pozosaladensis; las pisadas miden unos 40 centímetros y se estima que el espécimen pesaba cerca de 55 kilos

SAN CARLOS DE BARILOCHE.– Huellas de un ave fósil gigante fueron encontradas en las costas rionegrinas y los investigadores advirtieron que se trata de las primeras y únicas huellas fósiles conocidas hasta ahora de un grupo de aves que vivió hace 8 millones de años.
El hallazgo lo hizo el guarda ambiental Andrés Ulloa durante una de sus habituales recorridas por las áreas naturales protegidas Punta Bermeja, Caleta de los Loros y Pozo Salado, a menos de 150 kilómetros de Viedma. De acuerdo con los estudios geológicos realizados por especialistas de la Universidad Nacional de La Pampa y el Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa (Conicet), esa zona fue un ambiente desértico con dunas y numerosos lagos extensos que funcionaban como oasis.

En el barro de la costa de uno de esos lagos quedaron registradas huellas de casi 40 centímetros de largo de un animal bípedo que se apoyaba en dos dedos, el dedo medio y el lateral (muy parecido a los actuales avestruces africanos). Las huellas fueron bautizadas Rionegrina pozosaladensis.
“El productor más probable de Rionegrina pozosaladensis es un forusrácido de tamaño mediano a grande, probablemente perteneciente al género Mesembriornithinae, aunque hasta la fecha no es posible una coincidencia exacta con un género conocido”, explican Ricardo Melchor, Silverio Feola, Cristina Cardonatto, Nahuel Espinoza, Manuel Rojas-Manriquez y Lorena Herazo, quienes llevaron adelante la investigación.
Tal como detallan en la revista Nature, los forusrácidos –también llamados aves del terror– constituyen el grupo más destacado de avifauna cenozoica sudamericana y han sido considerados depredadores dominantes. Los hábitos terrestres de este grupo de aves se infirieron a partir de sus reducidas extremidades anteriores y su elevada masa corporal.
👣 Se descubrieron huellas de "Rionegrina pozosaladensis”, un ave gigante que vivió hace 8 millones de años en la costa atlántica de Río Negro y no se conocen en ninguna otra parte del mundo. pic.twitter.com/7S2DJnn0JB
— Gobierno de Río Negro (@rionegrogob) October 3, 2023
“Los forusrácidos se consideraban funcionalmente tridáctilos, con tres dedos relativamente cortos y un dedo pequeño y elevado. Aquí mostramos las primeras huellas conocidas y bien conservadas de forusrácidos con postura didáctila, las cuales reciben el nombre de Rionegrina pozosaladensis. Estas huellas aportan información sin precedentes sobre los hábitos locomotores del grupo”, advierten los expertos de la Universidad de La Pampa.
Implicancias de Rionegrina pozosaladensis
El hallazgo en Pozo Salado implica que los forusrácidos de tamaño mediano, que vivieron hace unos 8 millones de años durante el Mioceno tardío, desarrollaron fuertes adaptaciones corredoras. Al parecer, la garra larga y levantada del dedo II se usaba para atrapar presas.
Las rocas sedimentarias que albergan las huellas estudiadas se ubican en la costa atlántica del Golfo San Matías, en lo que se conoce como Formación Río Negro. Se trata de uno de los depósitos sedimentarios y yacimientos de huellas más importantes de América del Sur.
Las huellas encontradas recientemente pertenecen al Mioceno superior y Plioceno inferior. Según señalaron los investigadores, no se conocen huellas fósiles de este tipo en ningún otro lugar del mundo y solo pueden compararse en parte con las de dinosaurios carnívoros del Cretácico temprano (entre 145 y 100 millones de años de antigüedad). El grupo de los deinonicosaurios (“garras terribles”) usaba una de las garras del pie para dominar a sus presas.

Las huellas de Rionegrina pozosaladensis –que son un 30% más grandes que las del mayor espécimen de ese grupo de dinosaurios– remiten a un animal de unos 55 kilos que se alejaba de un lago, donde también había huellas de otras aves pequeñas semejantes a chorlos, así como de perezosos terrestres y antecesores del ñandú patagónico o choique.
El ave se movió lentamente al momento de dejar las huellas estudiadas: probablemente había abrevado en el lago o estaba en busca de una presa. Las huellas analizadas muestran un gran dedo central y otro lateral, que serían el apoyo principal. Asimismo, esta especie tenía un dedo interno muy reducido y casi no apoyaba el talón.
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