El stream del Conicet: los hallazgos de la vida submarina que se transmitieron el fin de semana
Una nueva expedición científica explora zonas profundas del Mar Argentino con un robot submarino de última generación y revela ecosistemas extremos, especies poco conocidas y el papel del metano en la vida del fondo oceánico
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El robot submarino SUBastian, del Schmidt Ocean Institute, realizó otra inmersión de lo que será la última expedición del año en aguas argentinas. El objetivo es explorar tres zonas del sur del Mar Argentino marcadas por condiciones extremas —poca luz y filtraciones de metano— donde, aun así, prosperan comunidades de organismos que no dependen de la energía solar.
La campaña comenzó la semana pasada y se extenderá hasta el 14 de enero. Recorre tres áreas de la plataforma continental frente a la costa sur del país —Salado–Colorado, Colorado–Rawson y Malvinas—, conocidas por albergar filtraciones de metano y fauna quimiosintética. El buque de investigación Falkor (too), perteneciente al Schmidt Ocean Institute, se encuentra hoy a la altura de Viedma transmitiendo hasta las nueve de la noche. La expedición está encabezada por la doctora María Emilia Bravo, investigadora de la UBA y del CONICET.
A bordo participan 25 científicos, 17 de ellos argentinos, de disciplinas como biología marina, geología, ecología, química y oceanografía. Durante la misión se recolectarán muestras de agua, sedimentos y organismos del fondo marino.
La campaña ofrece por primera vez a la comunidad científica local la posibilidad de utilizar la tecnología del Falkor (too) para observar de forma directa el papel del metano en la formación y el funcionamiento de los ecosistemas quimiosintéticos, además de describir su biodiversidad y su rol ecológico.
En las profundidades del océano, microorganismos casi imperceptibles utilizan compuestos químicos como el metano o el sulfuro de hidrógeno para producir azúcares. Este proceso, conocido como quimiosíntesis, sostiene ecosistemas frágiles que se desarrollan en el fondo marino.

Estos microorganismos ocupan la base de las cadenas alimentarias del mar profundo, de las que dependen mejillones, almejas, cangrejos y peces. Aunque las filtraciones frías son uno de los tipos de ecosistemas quimiosintéticos más comunes, siguen siendo poco estudiadas en el Atlántico Sudoccidental.
A lo largo de pequeñas grietas del lecho marino se forman verdaderos oasis de vida. Los ecosistemas asociados a las filtraciones de metano son especialmente vulnerables: su distribución fragmentada, la presencia de especies sésiles de larga vida y su dependencia de la energía química hacen que cualquier alteración pueda afectar su equilibrio.
Además de las filtraciones de metano, la expedición estudiará otros hábitats quimiosintéticos temporales, como restos de ballenas y de madera, que pueden funcionar como puntos de conexión para las especies del mar profundo. También se analizarán corales de aguas frías y la presencia de microplásticos en sedimentos, agua y organismos, para evaluar cómo estos ecosistemas influyen en su acumulación o degradación a lo largo de la cadena trófica.
Los animales que se observan son una recopilación de las inmersiones realizadas desde el jueves 18 hasta el domingo.
Medusa traslúcida
La Crossota millsae es una medusa de mar profundo poco conocida y traslúcida. Se la encuentra principalmente en el Océano Pacífico —frente a las costas de Estados Unidos y Hawai—, aunque también ha sido registrada en otras regiones profundas del planeta, lo que sugiere una distribución amplia en aguas oceánicas de gran profundidad. Aunque no existen registros confirmados en el mar argentino, las recientes exploraciones con robots submarinos en el Atlántico Sudoccidental abren la posibilidad de que especies de este género habiten también esas aguas, hasta ahora escasamente exploradas. Lo que aparece en este video podría ser un ejemplar de esta especie o de otra de la misma familia.

Como otros organismos del mar profundo, C. millsae vive en ambientes con muy poca luz y escasa disponibilidad de alimento. Se alimenta de pequeños organismos del plancton y de partículas orgánicas que captura con sus tentáculos. Su rol ecológico se inscribe en las redes tróficas de las profundidades, donde estos predadores gelatinosos cumplen una función clave en el reciclado de materia y energía.
Uno de los rasgos más singulares de esta medusa es su forma de reproducción: es vivípara. En lugar de liberar huevos al agua, las crías se desarrollan dentro del cuerpo de la madre y nacen ya formadas, una adaptación poco frecuente entre las medusas y especialmente útil en un entorno extremo como el océano profundo. Su esperanza de vida es desconocida, como ocurre con muchos organismos abisales, pero su sola presencia sigue recordando cuánto queda por descubrir en las zonas más inaccesibles del océano.
Pepino de mar
Lo que se observa en este video no fue identificado, pero podría tratarse de un Oneirophanta, un pepino de mar de aguas profundas que habita los fondos abisales de distintos océanos del mundo. Su distribución es amplia pero fragmentada, con registros en el Atlántico, el Pacífico y el Índico, siempre a grandes profundidades, generalmente por debajo de los 1.000 metros. En el Atlántico Sudoccidental, campañas científicas como las del Schmidt Ocean Institute, la UBA y el CONICET han documentado la presencia del género en zonas profundas del mar argentino, como el talud continental y cañones submarinos frente a la costa bonaerense, áreas que siguen siendo en gran medida desconocidas.

Se trata de un organismo detritívoro, lo que significa que se alimenta de materia orgánica muerta o en descomposición. Se nutre principalmente de la llamada “nieve marina”: restos orgánicos que caen lentamente desde las capas superficiales del océano y se depositan en el fondo.
Uno de sus rasgos más llamativos es su capacidad de nadar, algo poco habitual entre los pepinos de mar. A diferencia de la mayoría de sus parientes, que se desplazan lentamente sobre el fondo, Oneirophanta puede elevarse y moverse en la columna de agua mediante ondulaciones del cuerpo, una estrategia que le permite buscar alimento en un entorno extremadamente disperso.
La araña asesina
En el video se muestra una araña marina alimentándose de un desdichado pepino de mar que queda suspendido debajo de ella. Con una especie de “manguerita” chupa los nutrientes de su víctima. No hay muchas especies de arañas marinas en el Atlántico argentino; la pycnogonida Colossendeis es una de ellas.
Las arañas de mar del género Colossendeis figuran entre los artrópodos más singulares del océano profundo. Se distribuyen principalmente en mares fríos del hemisferio sur, con registros en el Atlántico, el Índico y el Océano Austral. En el Atlántico Sudoccidental, distintas especies de Colossendeis han sido documentadas en aguas del mar argentino, especialmente en el talud continental y en ambientes profundos asociados a fondos blandos, esponjas y corales de aguas frías, zonas que hoy concentran buena parte de la exploración científica.

A diferencia de otros artrópodos, las Colossendeis presentan cuerpos muy pequeños en relación con sus patas extremadamente largas, que pueden alcanzar varios decímetros de extensión. Se alimentan principalmente de invertebrados sésiles, como anémonas, hidroides y esponjas, a los que succionan mediante una probóscide tubular.
Uno de los rasgos más llamativos de este grupo es su modo de reproducción: los machos son los encargados de transportar y cuidar los huevos adheridos a sus patas ovígeras hasta la eclosión.
Pulpo Dumbo
El llamado pulpo Dumbo podría ser el que la cámara del ROV SUBastian captó durante el fin de semana. Este nombre agrupa a varias especies del género Grimpoteuthis, cefalópodos de aguas profundas reconocibles por las aletas laterales de su manto. Su distribución es amplia y casi global: habitan océanos templados y fríos de todo el mundo, siempre a grandes profundidades, por lo general entre los 1.000 y los 4.000 metros. En el Atlántico Sudoccidental existen registros del género en zonas profundas del mar argentino, detectados principalmente mediante cámaras y robots submarinos, en regiones del talud continental y cañones oceánicos.

A diferencia de otros pulpos, el dumbo se desplaza “volando” suavemente sobre el fondo marino gracias al movimiento de sus aletas, una estrategia eficiente en ambientes donde el gasto energético debe ser mínimo. Se alimenta de pequeños invertebrados bentónicos —como crustáceos, gusanos y moluscos— que captura enteros, sin necesidad de triturarlos, ya que carece de rádula funcional. Esta dieta refleja su adaptación a un ecosistema con recursos escasos y dispersos.
Un pulpo escondido
Oculto entre un coral, la cámara submarina captó un pulpo poco visto durante las inmersiones de la última expedición del Falkor (too), del Schmidt Ocean Institute, en este año. Durante la transmisión aseguraron que este pequeño pulpo es un octópodo. Se distribuyen a lo largo de la plataforma continental, el talud y los cañones submarinos, desde aguas templadas frente a Buenos Aires hasta regiones frías del sur y el área subantártica.

Desde el punto de vista ecológico, los octópodos son predadores oportunistas y altamente eficientes. Se alimentan de crustáceos, moluscos y peces pequeños, a los que capturan con sus brazos provistos de ventosas y un pico córneo.
Una de las características más llamativas de los octópodos es su inteligencia y plasticidad conductual, incluso en especies poco estudiadas del Atlántico Sur. Son capaces de cambiar de color y textura para camuflarse, resolver problemas simples y utilizar refugios naturales.
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