"¿Quiénes se retiran hoy a las 14.30?", preguntó la maestra el martes pasado, cuando la Argentina enfrentaba a Nigeria por su clasificación a octavos de final. De los 30 alumnos de 5°B que van a un colegio privado en Belgrano, 29 levantaron la mano. Sólo el hijo de un periodista deportivo fue esta vez el único del grado que se quedó en la escuela a mirar el partido junto con el resto de los alumnos (un grupo minoritario). Todos reunidos en el gimnasio con la pantalla gigante de fondo.
A pesar de que la mayoría de los colegios porteños decidió alimentar el espíritu mundialista y poner en pausa las actividades curriculares para encender la pantalla gigante en el aula cada vez que la Argentina jugara en horario escolar, son muchos los alumnos del nivel primario que eligen retirarse antes y ver el partido en sus casas, o con amigos. Para algunos padres, tener que ir a buscar a los hijos a la escuela y desarmar la rutina cada vez que la selección juega entre semana es una complicación. "Preferiría que se quedara con sus compañeros, pero si la mayoría se va tampoco está bueno que se quede sola", opina Flavia Cantori, mamá de Luciana, de 11 años. En cambio, a Lucía Magallanes, le parece correcto que la decisión quede a criterio de padres y alumnos, y que se pueda optar por verlo en el colegio, o en la casa con la familia.
"Cuando la selección jugó contra Croacia pude acomodar mejor los horarios de trabajo y lo saqué del colegio para verlos juntos. Compartir ese momento con mis dos hijos me encanta, sobre todo porque cuando yo tenía 11 años, casi la misma edad que tiene ahora mi hijo mayor, era el Mundial de México 86 y tengo el recuerdo de haber visto a la Argentina campeón. Pero la verdad es que los saqué de la escuela porque me dijeron que todos sus compañeros se iban", reconoce Alejandro Izkowski, que no está de acuerdo en que en esta fase inicial del campeonato muchas escuelas hayan quedado casi vacías porque todos se iban a sus casas a ver el partido.
"Creo que es una gran oportunidad para que se aprovechen los contenidos didácticos que el Mundial puede ofrecer y que los partidos se miren con los compañeros. La casa es el ámbito habitual, lo cotidiano. Nosotros en el ´86 lo escuchábamos por la radio, y cuando el recuerdo de abrazarte con tus amigos cuando la Argentina hacía un gol es inolvidable para cualquier chico. Ni de casualidad había un éxodo masivo como sucede ahora", remata.
Los primeros días de junio, miles de alumnos porteños llevaron notas en sus cuadernos de comunicaciones en las que se contaba cómo se iba a vivir el Mundial puertas adentro. Algunos colegios anunciaron que iban a transmitir el partido en directo y por pantalla gigante. Otros invitaban a los alumnos a alentar a la selección con camisetas albicelestes, banderas y maquillaje a tono. También hubo quienes autorizaron a los estudiantes a retirarse antes de hora, confirmando que en el turno tarde no anotarían la falta. Eso fue lo que implementó, como muchas otras instituciones educativas, el Buenos Aires English High School, en Belgrano R. "Tomy está en tercer grado, y aunque pusieron una pantalla gigante en el patio cubierto, la mayoría de sus compañeros se retiraron al mediodía las dos fechas en las que a la selección argentina le tocó jugar entre semana", dice María Lombardi, su mamá.
También hubo otras escuelas que comunicaron todo lo contrario: no se verá ningún partido ni se permitirá el uso de camisetas ni ningún otro elemento alusivo al Mundial. Voceros del Ministerio de Educación porteño explicaron que no se emitió ninguna directiva sobre qué debe hacer cada escuela, y explicaron que se dejó la decisión a las autoridades de cada institución de transmitir el partido y aprovechar pedagógicamente el Mundial.
Para Laura Ninín, madre de tres niñas de entre 5 y 8 años, que la rutina se altere para ver los partidos está bien, y no ve ningún conflicto en la decisión de que los chicos falten esa tarde a la escuela. "En este país el fútbol se vive con mucha intensidad, y ellos están inmersos en esta cultura. Al principio mi hija mayor decía que no quería ver los partidos, pero me di cuenta que tenía miedo que Argentina perdiera. No es que no le interese, en realidad no quiere sufrir, porque cuando terminó el partido contra Nigeria el martes pasado estaba loca de felicidad".
Nervios, angustia, felicidad, euforia, ansiedad, indignación y emoción. Ese mix de sensaciones genera el Mundial en los adultos argentinos, según una reciente encuesta realizada por la Universidad Abierta Interamericana (UAI), en la que seis de cada diez entrevistados aseguraron que la mejor compañía para ver los partidos es la familia. De acuerdo con la mirada del psicólogo Sebastián Girona, especialista en vínculos, las dos situaciones presentan aspectos positivos. "Verlo en el colegio puede representar la oportunidad de compartir la emoción del fútbol con los compañeros y sociabilizar en un contexto diferente que en principio puede ser más distendido. Por otro lado, verlo en familia implica el hecho de que los padres le enseñen a los hijos la forma de vivir esa clase de situaciones, compartir las consecuencias del resultado, la alegría si se gana o poder recurrir a la contención del otro cuando se pierde".
Una oportunidad didáctica
Para hablar del compañerismo, de geografía, conceptos como la competencia, la motivación; incluso como un incentivo para resolver problemas matemáticos. Por eso, cada cuatro años, en el Hölters Schule, en Villa Ballester, se arman proyectos especiales en torno al Mundial. "Me parece bien que se aproveche la ocasión dentro de la escuela. A los chicos los motiva todo lo relacionado con el Mundial, y cuando hay interés se aprende más fácil. Incluso, en algunas materias usan el álbum de figuritas para hacer actividades", responde Sol Uzal, mamá de Sofía y Nicolás, que van a cuarto y sexto grado respectivamente.
Como fanático del deporte, y sobre todo del Mundial, Santiago Maffei (9), tuvo doble motivo para el faltazo el martes pasado. El primero, que en el colegio al que asiste, un instituto religioso en Palermo, no se ven los partidos ni se permite el uso de camisetas ni de ningún otro elemento alusivo al Mundial. El segundo, que ese día era su cumpleaños, y su deseo era ver a Messi festejando un gol contra Nigeria. Santi, confiesa su mamá, no lee un cuento ni de casualidad, pero como regalo recibió un libro: Hazañas y leyendas de los Mundiales, de editorial Atlántida. "Se lo devoró. Le encanta saber de récords, estadísticas, cuáles fueron los mejores goles, los estadios más grandes, las leyendas de los equipos y dónde se jugó cada Mundial desde 1930. Es increíble, pero aprendió muchísimo casi sin darse cuenta. No entiendo por qué la escuela tiene esa postura tan cerrada".
Según opina Ángel Elgier, director de la carrera de psicología de la UAI, la escuela no debería estar aislada de un evento de características tan significativas como el Mundial. "Se debería aprovechar la ocasión para sumar contenidos que pongan en relieve el valor cultural, deportivo y social que tiene un Mundial. Las estrategias son infinitas, sobre todo teniendo en cuenta el interés de los alumnos, donde las chicas están igual de motivadas que los varones. Pero también es positivo desde lo social, un momento distinto para compartir no solamente con sus pares sino también con los docentes".
Pasado mañana no hay clases, pero en los clubes y escuelas deportivas, las actividades y los entrenamientos quedan suspendidos. Si la Argentina le gana a Francia, la siguiente ronda serán los cuartos de final, y el partido -otra vez- será en horario escolar el próximo viernes 6 de julio.