"En esta historia, Omar Chabán no es más que un peón"
Fue a República Cromagnon a último momento. En verdad, ni siquiera le gustaba demasiado Callejeros, pero su amigo lo convenció de ir a pasar un "buen rato". Llegó sobre la hora, y quedó cerca de las puertas. Eso lo salvó.
Javier Miglino es abogado penalista y tributarista. Desde aquel 30 de diciembre es, además, un sobreviviente más de la tragedia de Once.
Desde su doble condición de damnificado y profesional del derecho, impulsa una de las querellas en la causa penal, en la cual ya pidió que se investigue la evolución patrimonial del jefe de gobierno porteño, Aníbal Ibarra; del ex secretario de Justicia y Seguridad Juan Carlos López, y de la ex subsecretaria de Control Comunal Fabiana Fiszbin, ante la sospecha de que el eventual pago de coimas y dádivas sea el motivo de la ausencia de controles que permitió la masacre de Once.
-¿Qué lo llevó a pedir la investigación de Ibarra, López y Fiszbin?
-Creo que si investigamos a Ibarra y a sus subordinados podríamos acercarnos a saber la verdad de por qué ocurrió la tragedia del 30 de diciembre.
En esta historia Omar Chabán es sólo un peón. El es un burdo imitador de Salvador Dalí con ansias de trascender como el gran mecenas del rock, aunque su único objetivo fuera el de hacer mucha plata fácil. Pero no creo que estuviese interesado en propagar la corrupción. En cambio, Ibarra y compañía, con sus controles laxos, quizá sí lo hubieran querido, lanzándonos esos mensajes de "acostumbrémonos a vivir con la corrupción y, mientras tanto, disfrutemos lo hermoso de Buenos Aires".
-¿Ibarra tenía cómo velar por que se hicieran los controles y que no hubiera corrupción en esa área?
-Séneca decía, palabra más, palabra menos: "En algunas circunstancias puede taparse el sol con un dedo". Eso es lo que intentó hacer Ibarra. No se presentó ante la Justicia ni pidió licencia para permitir que se lo investigara sin condicionamientos. Y con su lobby ha evitado una simple interpelación en la Legislatura.
El problema es la maldita corrupción, que el gobierno permita funcionar un lugar que no podía funcionar en las condiciones en las que estaba. Así llegamos a los casi 200 muertos de la corrupción de los laxos controles y los permisos que son como cheques en blanco. Pero a través de la AFIP y del Banco Central vamos a descubrir cómo eran estas maniobras.
Habrá quien diga que esto ocurría desde antes de que Ibarra fuese jefe de gobierno, o que incluso pasaba por fuera de sus reales posibilidades de control. Yo contesto que la corrupción es como la humedad en una pared: deja manchas. E Ibarra, que tiene que haber visto esas manchas, nada hizo por erradicarlas; antes, las dejó crecer, por inacción o por lo que fuera. Eso es lo que queremos saber: por qué dejó que esto pasara.
-La gente ahora pide que se castigue a los funcionarios. Pero, ¿no teme que pase el tiempo y la gente deje de presionar en ese sentido?
-Yo hablo con otros sobrevivientes y veo en ellos impotencia y desgano, sienten que nada va a cambiar. Pero si la corrupción es como la humedad, nos quedan dos caminos: o luchamos contra ella día tras día, y elegimos combatirla ante cada reaparición, o nos resignamos a convivir con ella y la dejamos crecer hasta el agobio.
Por eso deberíamos empezar a llamar a lo que pasó en Once como "la tragedia del 30/12", al estilo del 11/9 de Nueva York, o el 11/3 de Madrid. Esa debe ser nuestra escarapela contra el olvido, para que esta investigación no pierda fuerza, para que podamos erradicar esa humedad que es la corrupción con la que nos quieren acostumbrar a vivir. Porque si no cambiamos las cosas, esto puede volver a ocurrir.