Guías alimentarias: la población las conoce poco y las aplica aún menos
Una encuesta indica que un tercio de los argentinos escuchó “alguna vez” hablar de esas recomendaciones; sólo uno de cada 10 mayores de 18 años puede describir en qué consisten
Las guías alimentarias son el conjunto de recomendaciones sobre cómo comer todos los días, sin enfermar por falta o exceso de consumo de calorías y nutrientes. Pero, como toda información en salud pública, sirve si se conoce: en nuestro país, apenas un tercio de la población dice que “alguna vez” escuchó hablar sobre las Guías Alimentarias para los Argentinos (GAPA) y sólo un 10% puede describir en qué consisten, de acuerdo con una encuesta hecha entre mayores de 18 años.
Las GAPA “traducen las metas nutricionales establecidas para la población en mensajes prácticos para usuarios y destinatarios, redactados en un lenguaje sencillo, coloquial y comprensible, proporcionando herramientas que puedan conjugar las costumbres locales con estilos de vida más saludables”, promete el documento de 261 páginas que respaldan el círculo con seis grupos de alimentos y 10 mensajes para la adecuada alimentación de la población mayor de 2 años.
Ese gráfico que presentó el año pasado el Ministerio de Salud de la Nación con aval de más de 20 entidades especializadas es una actualización de las guías de 2000. Incluye, con distintos tamaños y colores, las proporciones en que se aconsejan consumir verduras y frutas; legumbres, cereales, papa, pan y pastas; leche, yogur y queso; carnes y huevo; aceites, frutas secas y semillas, y dulces y grasas como “opcionales”.
Además, ubica en el centro el consumo de agua y promueve aumentar la actividad física y consumir menos sal.
Esa es la “receta” argentina para la educación alimentaria de la población y la prevención de 48 problemas de salud identificados por el déficit, como la anemia, o el exceso, como las enfermedades vasculares del corazón, el cerebro y los riñones, la diabetes o algunos cánceres.
A un año y medio de su presentación, las consultoras Poliarquía y Prosanity relevaron cuánto conoce la población sobre las GAPA. Lo hicieron con una encuesta a una muestra de 1308 casos representativa de la población nacional de 18 años o más. Los resultados indican no sólo que es bajo el conocimiento y la difusión de las guías, sobre todo entre los 18 y 49 años y en los usuarios del sistema de salud público. Un 32% dijo que escuchó hablar sobre las GAPA.
Al indagar cuánto conocían de esas recomendaciones, un 2% respondió “nada” directamente y un 3% no supo qué contestar. El 95% restante se autocalificó en las opciones “poco” (32%), “bastante” (32%) o “mucho” (31%). Es decir que un 10% de los mayores de 18 años podría describir en detalle en qué consisten las guías.
En cuanto al uso que el 63% de la población que mejor conocería las GAPA le da a esa información nutricional al comprar o consumir alimentos, algo más de la mitad (53%) respondió que “siempre” o “casi siempre” aplica esos consejos saludables.
“Esto nos dice que poco menos de la mitad, un 47%, de la población se orienta más por el gusto, la publicidad, la disposición de los productos en las góndolas o las posibilidades económicas, entre otros factores, que por el uso consciente de la información alimentaria”, explicó Daniel Lew, consultor del área de salud de Poliarquía e integrante del Servicio de Medicina Familiar del Cemic. Lew codirigió la encuesta con Ernesto van der Kooy, titular de Prosanity.
Creencias
¿Cuánto diría que influye su peso actual al elegir los alimentos que va a consumir? “Poco”, “nada” o directamente no hubo respuesta en cinco de cada 10 encuestados.
“La impresión de que entre los argentinos no está difundida la cultura de la alimentación saludable se refuerza al constatar que más del 50% de la población declara que «algunas veces» o «nunca» se preocupa por el nivel de colesterol o grasas cuando elige un alimento. Lo mismo sucede con los contenidos saludables: la mayoría no toma en cuenta la presencia de fibra en los alimentos que consume”, indican los autores del relevamiento.
Una de cada dos personas dijo que no evita consumir algún producto por su alto contenido de sal, mientras que una proporción similar (49%) no repara en el elevado contenido de grasas y más de la mitad (56%) no tiene en cuenta las calorías.
Sin embargo, al poner a prueba cuánto asocia la población la alimentación con la aparición de enfermedades, el 85% afirmó que los productos azucarados influyen “mucho” o “bastante” en el sobrepeso y la obesidad, mientras que el 91% reconoció que el exceso de peso puede influir de la misma manera en el riesgo de desarrollar diabetes (tipo 2).
Comida versus tabaco
A modo de comparación, el equipo usó el tabaquismo para evaluar el grado de conocimiento de los efectos en la salud que tiene su consumo. Y, en este caso, más de nueve de cada 10 de los encuestados dijo que fumar influye “mucho” o “bastante” en la aparición de las enfermedades pulmonares (95%), las enfermedades cardiovasculares (94%) y el cáncer (92%).
“Los resultados nos están diciendo que hay un enorme camino por recorrer –indicó Lew–. En nuestro país, recién empieza el debate sobre cómo democratizar y masificar el acceso a una alimentación más adecuada, de acuerdo con el tipo y la calidad de los productos. Es un debate interesante y saludable porque si se tiene en cuenta el camino recorrido para reducir el tabaquismo, aun cuando la batalla aún no está ganada, es posible revertir con educación las enfermedades asociadas con la mala alimentación.”
Y agregó: “La epidemia de sobrepeso y obesidad que estamos viviendo responde en gran medida al cambio de patrón alimentario de la población, en especial con un aumento del consumo de los alimentos azucarados y la falta de cultura sobre la actividad física. La encuesta señala una tendencia: el 40-45% de la población relaciona la forma de alimentarse con el desarrollo de enfermedades, aunque eso aún sigue muy por debajo de más del 90% que sabe que fumar hace mal a la salud. Esto es un desafío interesante en salud pública, incluida la educación en prevención”.
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