Julieta Paul Kler: un accidente la alejó del ballet, pero la pasión la hizo volver
Cómo muchas otras niñas, se inició en el mundo del ballet a los 4 años mientras veía a su hermana danzar. Desde un principio se hicieron notar sus cualidades para este arte, tanto así que su talento la llevó a decidir tempranamente que esa sería la profesión que escogería para su vida, pero el destino le jugó una mala pasada cuando tuvo un accidente de tránsito en el que murió su madre.
Fue así como Julieta Paul Kler forzadamente se apartó del Teatro Colón, lugar al que había ingresado en 1996, y desistió de bailar porque además del dolor por la pérdida de su madre tenía trastornos alimenticios. Ahí fue cuando decidió dar un giro a su vida y, con 20 años, se fue a trabajar a Mc Donald´s en donde llegó a ocupar un cargo en la Gerencia.
Cuatro años pasaron, y ese mismo tiempo estuvo Julieta alejada de las zapatillas de ballet. Un tiempo valiosísimo para cualquiera que desee dedicarse a este oficio de manera profesional. Sin embargo, ella se plantó y un día decidió volver. El primer acercamiento fue bajo el pretexto de realizar algún ejercicio físico pero luego una audición la llevó a ingresar, en 2005, al Ballet Argentino, dirigido por Julio Bocca. “Fui casi presionada porque en realidad no tenía en mente volver a hacerlo de manera profesional y ante mi sorpresa quede seleccionada. Así, a los 24 años, estaba empezando de nuevo, con muchas dudas y poca fe pero resulto una experiencia muy satisfactoria. Fue una etapa de mucho aprendizaje”, reflexiona Paul.
En el Ballet Argentino interpretó coreografías de José Limón, Alvin Ailey, Twyla Tharp, George Balanchine, Chet Walker, Attila Egerhazi, Robert Hill, entre otros. Y de la mano de la compañía realizó giras por Argentina, Uruguay, Colombia, Chile, Perú, Brasil, Costa Rica, República Dominicana, México, Estados Unidos, España, Italia e Inglaterra; hasta que en 2008 se convertió en primera figura del Ballet Argentino de La Plata.
Julieta confiesa su predilección por Alessandra Ferri y Cecilia Kerche, referentes dentro del mundo del ballet. “También me gustan las bailarinas de líneas y a la vez fuertes técnicamente. Entre las actuales hay muchas bailarinas con esas características pero me fascina Diana Visneva”, asegura.
En cuanto a la preparación de los roles, tema sobre el que siempre se le suele preguntar a los bailarines porque además de ejecutar la danza deben, al unísono, acompañarla de una adecuada y creíble interpretación, comenta que cualquier rol pero sobre todo los protagónicos, se empiezan estudiando la parte técnica y el estilo. Porque es necesario desarrollar el personaje conjuntamente con lo técnico, "para las escenas el coreógrafo da pautas de guión, de espacio y musicalidad a partir de las que uno puede desarrollar la parte actoral".
Un día de función de Julieta Paul Kler
Para cada función llega cuatro horas antes al teatro. La peinan y maquillan con tranquilidad. A Kler le gusta tomarse su tiempo para cada una de las actividades previas. Luego, realiza una revisión de los implementos que requiere, según cada caso: zapatillas de punta, medias o lo que sea que necesite. Después, hace la clase y sube al escenario cuarenta y cinco minutos antes para ambientarse. De ahí pasa a vestuario y se queda en el camarín para concentrarse en el personaje. “No tengo cábalas, pero siempre rezo con la introducción de la orquesta pidiendo solo protección”, argumenta.
Algunos aspectos técnicos
A los seres humanos nos pasa que muchas veces no alcanzamos la madurez emocional y mental al mismo tiempo que la física, similar sucede en el ballet porque generalmente se logra la madurez técnica antes que la interpretativa. Y si bien siempre hay correcciones que hacer en lo técnico, “la interpretación tiene márgenes más amplios de desarrollo; uno puede estancarse técnicamente o llegar al máximo de sus posibilidades pero aun así seguir creciendo a nivel interpretativo”.
Si bien en la Argentina no hay una escuela de danza nacional, las influencias son muchas. Es por ello que al bailarín argentino le resulta muy dúctil adaptarse a distintas técnicas. Sin embargo, Julieta lamenta: “El trabajo desordenado, en malas condiciones y poco atractivo de las compañías, lleva a muchos jóvenes, demasiados, a buscar posibilidades en el exterior desde la adolescencia, lo que va en detrimento del nivel de las compañías locales”.
Hace algunos años que Julieta da clases en seminarios y cursos, pero este mes empezó a impartir clases semanalmente y le gusta su nuevo rol porque le permite "transmitir sus conocimientos y experiencias propias". Además porque le “satisface” participar del desarrollo de un bailarín.
Las exigencias de la profesión
Los bailarines están constantemente exigidos a mantener un físico. Lo que muestra la película The black swan no es muy alejado a la realidad. El ballet clásico es un círculo con una élite muy exclusiva que exige estar psicológicamente preparado y cumplir unos cánones y unas proporciones físicas muy específicas. Julieta lo vivió en carne propia: “Durante años sufrí trastornos de alimentación. Tuve que tomar el tema muy seriamente para recuperarme pero nada que una alimentación sana y acorde a la actividad y el físico propio no pueda enfrentar. Es muy importante desarrollar a la par el pensamiento de que el cuerpo es nuestro instrumento de trabajo y necesita cuidados especiales y que los excesos de cualquier índole son muy perjudiciales”.
Y la competencia también lo es, aunque Paul tiene una concepción muy centrada sobre ello. Entiende que la única competencia viable es con uno mismo. No hay dos bailarines iguales. “Seguramente habrá comparaciones, pero tenés que poder despegarte de eso y recordar que el objetivo es superar lo que se hizo ayer, correr los propios límites, que nada tiene que ver con el desempeño de otro”, enfatiza.
La agenda de Paul es extensa y diversa. Ahora realiza participaciones con Buenos Aires Ballet en el teatro ND; giras por Tucumán y Misiones; otras funciones privadas en Rio Negro, Mendoza, Rosario; seminarios en Capital y Santa Fe. A esto le suma las clases regulares en BalletSall en La Plata. Además, se prepara para interpretar a Giselle los días 23 y 25 de junio en el Teatro Argentino de La Plata. La obra es un ballet romántico en dos actos que data de 1841.
“Giselle es un drama que requiere conectarse con el caudal emotivo de las desilusiones, el personaje va evolucionando de la inocencia más pura al insoportable dolor del engaño, la posterior madurez del perdón y la protección a pesar de la traición vivida”, comenta Paul.
El ballet es tan estricto que sólo se permanece en él si se lo tiene como una verdadera pasión. Esa que corre por el cuerpo de Paul Kler, la que la hizo volver una vez a pesar de los tropiezos de la vida. Ese calor e ímpetu que la hace permanecer día a día, aunque sus pies se rompan y sus dedos digan: basta, Julieta.
Lucila Ivanoski
LA NACIONTemas
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