
La biblioteca que se gasta todo en sueldos
Tiene un empleado cada dos lectores y no puede comprar nuevos libros
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La biblioteca del Congreso Nacional podría ganarse un lugar en el libro Guinness de los récords y no por buenos motivos: no sólo acumuló una dotación asombrosa de empleados en 17 años -hay 956 para 1500 lectores diarios-, sino que destina el 99% de su presupuesto para pagar sueldos.
De los 30 millones de pesos anuales que tiene asignados, gasta 29.600.000 en salarios.
Los 400.000 pesos que restan se gastan, según fuentes del Congreso, en servicios como luz, teléfono, papelería, gas y plomería. Así, no queda un solo peso para comprar libros o renovar las numerosas suscripciones con colecciones del país y del exterior.
"En lo que va del año no pudimos comprar ni un libro y tuvimos que cortar las colecciones que guardábamos", admitió Carlos Martínez, director coordinador general de la bilboteca.
En 1983, su plantel era de 180 personas. Desde entonces creció un 400 por ciento. "Muchos de esos empleados se convirtieron en miembros de la planta permanente gracias a acuerdos políticos", manifestó a La Nacion un funcionario de la biblioteca, que pidió no ser identificado.
La situación en la imprenta del Congreso no es mejor. La diferencia es que a esta repartición, que funciona en el subsuelo del edificio, el presupuesto de 21.483.192 ni siquiera le alcanza para mantener a los 820 empleados ni para solventar los gastos por los servicios del personal de imprenta y publicaciones, que depende de la Cámara de Diputados de la Nación.
"Yo llegué y me encontré con 30 millones de presupuesto y 956 empleados", dijo el senador justicialista por Tierra del Fuego Gerardo Palacios, presidente de la comisión bicameral que se encarga de la Biblioteca del Congreso.
En diálogo con La Nación , el legislador aseguró: "No soy jefe de personal para controlar si la gente va a trabajar o no. Desde que asumí, no designé a una sola persona".
Palacios reclama el presupuesto histórico de la biblioteca: 33 millones. Y lo justifica: "Los tres millones que recortaron impiden que se invierta en material. En abril no funcionaban ni las lectoras de microfilms ni la hemeroteca".
Carlos Martínez, director coordinador general de la biblioteca, trabaja allí desde hace 27 años y, resignado, sostuvo que la única solución para esta situación es que se apruebe una partida de presupuesto extra. "Con lo que tenemos apenas llegamos a pagar los sueldos del personal", se lamentó.
La sombra de los ñoquis
Martínez reconoció que la cantidad de empleados en la biblioteca es alta, pero justificó esta situación al explicar que "el estatuto que los ampara es muy cerrado y dificulta el despido de gente".
Otro empleado, que pidió reserva de identidad, fue directo y dijo: "Ñoquis hay, lo que pasa es que el recorte va a afectar a los que venimos a trabajar, que no tenemos contactos con políticos. A los otros no los van a tocar".
El diálogo con La Nación pareció ablandar a este hombre cuya estabilidad pende de un hilo. Haciendo un poco de historia, confió: "Todas las administraciones incorporaron gente. El problema es que acá no hay personal transitorio; cuando se cumple un año en el trabajo, se pasa a formar parte del plantel permanente.
"La biblioteca no está actualizada por falta de recursos. Sólo tenemos los libros que recibimos por ley y con la plata que hay no podemos pensar en renovar nada", finalizó, con un tono de disculpa.
En el sector de atención al público trabajan 240 personas, pero, por algún motivo insondable, la gente forma fila tras el mostrador. El resto del personal, según informan las autoridades de la biblioteca, se reparte en otras dependencias. La Nación visitó la biblioteca anteayer, a las 10. En el área de atención al público había cuatro de los 240 empleados, alrededor de 10 personas en el depósito y 10 más repartidas en otras salas. Durante las dos horas que duró la nota, la cantidad de personal nunca superó los 30 empleados.
"Está sobredimensionada"
A Rafael Pascual, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y responsable de la imprenta del Congreso, entre otras áreas, no parece temblarle el pulso cuando de achicar el presupuesto se trata.
Serio, el legislador fue tajante. "Todo el presupuesto se consume en personal, es un gasto demasiado elevado para el Congreso. Las posibilidades de recorte que se manejan sonretiros voluntarios, jubilación o despidos con pago de indemnizaciones", dijo a La Nación .
Consultado acerca de la eficiencia de la imprenta, Pascual concluyó: "Desde mi punto de vista, está sobredimensionada. El mismo trabajo podría hacerse mejor sin tanta gente o directamente desde fuera del Congreso".
Lo cierto es que en los pasillos del Congreso todos saben que la tijera que recorte el presupuesto va a ser impiadosa con la biblioteca y con la imprenta y, por eso, ahora cuentan anécdotas y chismes.
Como ese operario de la imprenta, que tampoco quiso dar su nombre, pero admitió: "Los políticos la usaron para poner a su gente y así fuimos sumando empleados".
Así funciona la imprenta
"La imprenta tiene exceso de personal -señaló una fuente legislativa irrefutable de la Cámara de Diputados-. La dotación histórica era de 350 empleados y eso se mantuvo hasta hace 4 años, pero ahora son 820. Y no se justifica porque el trabajo no se duplicó. Es evidente el exceso de personal..."
Un empleado jerarquizado de la imprenta, que también solicitó que se mantuviera reserva de su identidad, explicó el funcionamiento del sector.
"Acá trabajan 820 empleados, que se reparten en tres turnos de seis horas y media cada uno, y el horario de producción es de 6.30 a 2. El presupuesto no nos alcanza ni siquiera para pagar los sueldos. Dependemos de los trabajos que hacemos para terceros y de que nos otorguen ampliaciones al presupuesto", siguió explicando el empleado.
Y abundó: "El año pasado se recibió una extensión de cuatro millones de pesos y se produjo un millón en trabajos para terceros. Y tampoco alcanzó".
-¿Entonces?
-Generamos fondos propios.
Fondos propios es el eufemismo que designa las ganancias que provienen de los encargos producidos para terceros: materiales para Editorial Universidad de Buenos Aires (Eudeba), papelería para el Ministerio del Interior y diferentes trabajos de oficina para organismos del Estado, que no están contemplados dentro de la partida presupuestaria.
Por ley, la función de la imprenta es producir la papelería para uso del Parlamento. "Se imprimen 10 órdenes del día con los proyectos que van a ser tratados en el recinto y los trámites parlamentarios, unas 220 páginas diarias. Además, una vez por semana, se imprimen los diarios de sesión. El trabajo para terceros lo manejamos en forma separada", concluyó.
A menos de 30 cuadras del Congreso funciona la Biblioteca Nacional, algo así como la contracara de esta carísima historia: tiene 300 empleados, 10 millones de presupuesto anual y una asistencia diaria de 1600 personas.
Nacieron por la necesidad de las tareas legislativas
Cuando Pelagio Luna llegó a la vicepresidencia de la Nación, en 1917, acordó con la Comisión Administrativa Parlamentaria declarar pública la Biblioteca del Congreso Nacional, que, hasta ese momento, funcionaba únicamente como apoyo para los legisladores nacionales.
En 1931, durante la administración de Felipe Lavalle, se sancionó la ley que establece que "el fondo permanente de la Biblioteca del Congreso Nacional está destinado a la adquisición y renovación de material".
En 1917 la primera Comisión Administradora, integrada por varios representantes de ambas cámaras, inauguró la sala de lectura pública, que en 1974 pasó a funcionar en el edificio de la calle Alsina 1835.
Inauguración de la imprenta
En cuanto a la imprenta, se puso en funcionamiento el 24 de abril de 1932 y dicha dependencia fue alojada en el subsuelo del Palacio Legislativo.
Su director era por aquel entonces Francisco Araujo y contaba solamente con 42 operarios, conocidos en el gremio y expertos en el oficio: tenía como objetivo realizar todo tipo de trabajos tipográficos del Parlamento. La iniciativa de su creación, que le corresponde a Carlos González Bonorino, se debió a los elevados costos y el retraso que acarreaban los diversos procesos de impresión que necesita el Parlamento.
El taller de la imprenta poseía 11 linotipos y tres intertipos, la rotativa, construida especialmente en Alemania, la estereotipia, tres máquinas planas automáticas, minervas, guillotinas y cosedores de acción eléctrica.



