
Las estafas más insólitas a las aseguradoras
Los "caranchos" y el autorrobo lideran el ranking; las compañías estiman que al menos 10% del total de los siniestros denunciados son fraudulentos. Por Valeria Vera
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Carlos embistió a un taxista al salir de su garaje y realizó la denuncia en su compañía de seguros, advirtiendo que ni el conductor ni su pasajero habían sufrido lesiones.
Un año y medio después, Ricardo, el taxista, presentó un reclamo por mediación contra Carlos ante la misma aseguradora y demandó unos 290.000 dólares en concepto de lesiones graves.
Las diferencias entre las dos declaraciones llamaron la atención del tramitador del siniestro, por lo que decidió cruzar datos. Durante su investigación, detectó que Ricardo tenía antecedentes en otra compañía y que la denuncia era similar a la anterior.
Así pudieron comprobar que el taxista registraba por lo menos 15 reclamos ante varias compañías de seguros y ART de años anteriores, con lesiones de distinta consideración.
El fraude, un deporte mundial. El ejemplo de Ricardo y Carlos, cuyos verdaderos nombres se mantienen en el anonimato, refleja una de las tantas situaciones que advierten a diario las aseguradoras, en un contexto en el que “la cultura del fraude” parece haberse afianzado, según afirman los especialistas.
De acuerdo con el Insurance Information Institute, al menos el 10% del total de los siniestros denunciados a nivel internacional posee algún componente de fraude o está magnificado.
“Defraudar compañías de seguros es un deporte mundial. Por eso, quienes afirman que en sus países no hay fraude se equivocan porque el seguro trae implícito el fraude”, señaló a lanacion.com Fabián Pons, gerente general del Centro de Experimentación y Seguridad Vial (Cesvi).
Un planteo con el que coincidió su colega, Francisco Astelarra, presidente de la Asociación Argentina de Compañías de Seguros (AACS), al considerar que se trata de “un delito inevitable” del que la Argentina no está exento.
El delito en el país. La situación preocupa a los allegados al sector, aunque la Argentina se encuentre en una posición intermedia respecto de otros países latinoamericanos. “No somos los peores de América latina ni tampoco los mejores. Ocurre que solo instalando el tema a nivel regional y trabajando mancomunadamente encontraremos soluciones”, destacó Pons.
Entre las modalidades más frecuentes que asume este delito aquí, se destacan los “caranchos”, también conocidos como “aves negras”, “cuervos” o “rompehuesos”: estudios de abogados que estafan a víctimas de accidentes y compañías de seguros.
¿De qué manera? Como muestra la película Carancho, protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Pablo Trapero, las bandas recrean accidentes con indigentes o enfermos de Sida, a los que dopan y quiebran una pierna, para luego simular que fueron atropellados por automovilistas contratados. Para concretar sus estafas cuentan con la complicidad de médicos, camilleros, choferes de ambulancias, empleados de funerarias y policías.
Otra de las formas que comienza a ganar terreno, según los expertos consultados, es la del autorrobo, es decir, cuando el estafador asegura su auto en una compañía para después provocar intencionalmente un choque, fundir el motor, o incluso aparentar un robo, con el fin de cobrar la indemnización.
En menor medida, dentro de los reclamos de terceros por lesiones inexistentes, la del “latiguillo cervical” (o golpe en el cuello o nuca tras el impacto) lidera el ranking de este rubro porque no hay manera de poder desestimar la denuncia ni se da la posibilidad de contar con pruebas en contra que puedan llegar a poner en tela de juicio que esa lesión no se produjo a raíz del accidente.
¿Cómo se combate esta tendencia? Los especialistas hacen hincapié en la importancia de que las compañías aseguradoras compartan sus bases de datos. Pero, sobre todo, resaltan la necesidad de generar conciencia en la población, cuando la finalidad es fomentar una verdadera cultura antifraude.
“Es fundamental poder cruzar datos e informaciones entre las compañías de seguros. Muchas veces existen reclamos en distintos puntos del país con actores similares y se termina detectando la presencia de las mismas bandas o estafadores que ya habían sido investigados previamente”, precisó Astelarra. Y añadió que las compañías deben colaborar con la Justicia para poder investigar y aplicar las penas que correspondan a quienes incurren en este delito.
No obstante, tanto Pons como Astelarra coincidieron en que el primer paso para erradicar el problema es crear conciencia en la población y entender que cuando una persona comete fraude no está atentando contra una compañía, sino contra la sociedad entera y sus intereses.
“No hay que olvidarse que la actividad aseguradora implica hablar de una comunidad solidaria en la que todos pagan una prima para poder afrontar el siniestro. El fraude, como acción individual en la que una persona quiere sacar su propio provecho, termina por aumentar la siniestralidad y obliga a las compañías a tener que subir las pólizas”, resaltó Astelarra.
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