
Las heridas que todavía siguen abiertas
Los González Tello son cuatro hermanos a los que dejó huérfanos el avión que se estrelló cuando despegaba de Aeroparque
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CORDOBA.- Magdalena, Leticia, Alfonsina y Emiliano son hermanos. Desde hace un año viven solos en una casita de la barriada cordobesa de Altamira. La mayor acaba de cumplir 22 años, el más chico tiene 14.
Son cuatro de los huérfanos que dejó la tragedia de LAPA: su padre, Raúl González Tello, viajaba en el avión que la noche del 31 de agosto de 1999 se accidentó en el aeroparque Jorge Newbery.
Tres años antes habían perdido a su madre, Graciela Almada.
Crecer de golpe
Los rudos golpes los hicieron crecer abruptamente. Hace un año, Magdalena debió hacerse cargo súbitamente de su mayoría de edad, apenas quince días después de haber cumplido 21. "Tuve que asumir los asuntos legales de la familia", cuenta.
Además de seguir con sus carreras universitarias, ella y Leticia, que hoy tiene 20, tuvieron que pensar en buscar un trabajo para solventar las vidas de los cuatro.
Entre ambas perciben alrededor de 800 pesos mensuales, que "nos permiten vivir con lo justo, pero nos vamos arreglando", dice la menor de las dos hermanas.
Aguardan la resolución de una pensión que les correspondería por la actividad del padre, que trabajaba para la Agencia Córdoba Ambiente (un ente del Estado provincial) y la Escuela de Comercio Manuel Belgrano, dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba. Estas dependencias les proveyeron un puesto de trabajo a cada una.
Todo cambió un día
"No hay duda -señala Magdalena, estudiante de 3er año de Letras Modernas en la Universidad de Córdoba-, las cosas cambiaron mucho para nosotros: los cuatro crecimos de golpe porque tuvimos que asumir responsabilidades y preocupaciones que no nos imaginábamos antes del accidente, tanto fuera de la casa como dentro de ella.
"Para esto valió mucho que si antes éramos unidos, ahora lo estamos mucho más."
Cada uno tiene una tarea de la cual ocuparse en el hogar. Los dos más chicos, además de colaborar y compartir los problemas, se plantearon una obligación nueva: "Creo que este año en la escuela estoy más responsable que antes, siento que es mi deber sacar buenas notas", expresa Alfonsina, de 15 años, y confiesa que lo que más le cuesta es matemática de cuarto año, que cursa en el colegio Garzón Agulla.
Emiliano, de 14, también se exige en el estudio -está en tercer año-, pues se ha fijado la meta de contar con un buen promedio en todas las materias. Hasta ahora lo consiguió.
"Sé que no tengo que aflojar por ese lado y que es una parte de mi contribución a nuestra situación", apunta con una madurez poco usual en un adolescente de su edad.
Las actividades sociales que tienen hoy los hermanos no son muy distintas de las que desarrollaban antes de la tragedia que les cambió la vida.
Cabeza de familia
Cada uno mantuvo su grupo de amigos como entonces. Los hermanos menores "están en la etapa de las fiestas de 15 años y entonces hago lo que habría hecho mi papá, los llevo y los busco", narra Magdalena, imbuida del papel que asumió desde que murió su padre: el de cabeza de la familia.
Mientras se amoldan a su nueva vida, siguen con atención la investigación judicial del accidente.
"La Justicia actúa bien y confío en que llegará el momento en que se nos va a poder decir qué pasó, qué falló, quiénes son los responsables", dice Leticia, que cursa segundo año de la carrera de Astronomía.
"Solo quieren ganar plata"
No logran explicarse que para la población, después del gran impacto que causó el accidente aéreo, el tema haya caído en el desinterés y la indiferencia.
Están convencidos de que hay fallas en el sistema de aeronavegación y de que la gente debería estar más preocupada. "Que no piense que nunca le va a pasar nada, porque las tragedias llegan inesperadamente y no debemos esperar otra más para reaccionar", declaran.
Alfonsina apunta un dedo acusador hacia las empresas, no sólo las aéreas. "Parecería que lo único en lo que piensan es en cómo ganar más plata, y después las consecuencias las pagan las personas, que por supuesto no pueden saber si un avión o un ómnibus están en buenas condiciones", dice.
"La gente no está haciendo sentir una demanda en estos problemas y me asusta comprobar tanto desinterés", concluye Magdalena.
Un reclamo como el que planteó la joven volverán a hacer público los familiares de las víctimas del vuelo 3142 de LAPA y los pocos pasajeros que sobrevivieron mañana, en la plaza San Martín.
Convocaron a un acto público para las 20. Se prenderá una llama votiva. Un coro y un tenor interpretarán canciones en homenaje a la memoria de los muertos. Y tres representantes, de los cultos católico, judío y musulmán rezarán un responso.
Un familiar y un sobreviviente contarán su testimonio y harán un solo pedido: justicia.
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