Las telas que reflejan paisajes locales desde hace diez años
Oscar Garlepp se radicó en Cariló para sumergirse en la confección de cuadros.
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CARILO (De un enviado especial).- El hombre sonríe desde las sombras prestadas por los cipreses y pinos que rodean la casa que él mismo proyectó y ayudó a levantar, hace más de 20 años, muy cerca del cruce de las calles Macá y Avellano.
Parece a sus anchas en ese paisaje que luego se detendrá en las telas que pinta empujado únicamente por sus estados de ánimo.
El arquitecto Oscar Garlepp, tal vez el único pintor local, se radicó definitivamente en el balneario hace diez años. Dejaba atrás una vida cargada de exigencias laborales, enmarcadas por la tarea profesional y la labor docente, y no pocas desventuras personales, de las que ya no quiere hablar.
"Compré este lote en 1965, pero construí mi casa varios años después -explica-. En aquellos años viví en Villa Ballester y La Horqueta, aunque pasaba muchas horas en la Capital, esa jungla de cemento."
Y subraya: "Pero, las desgracias y el cansancio me devolvieron a este bosque, al que antes visitaba esporádicamente. Desde entonces, mi filosofía es simplemente vivir. En ese plan entra mi pintura que es nada más y nada menos que el reflejo de mis estados de ánimo.
"Por eso, aunque el paisaje es el mismo, se ve distinto por los tonos que surgen de los vaivenes del espíritu." Pero ésa no es la única razón que hace que al observar los cuadros de Garlepp el bosque parezca otro.
Ni casas ni rostros
Le faltan las viviendas y las demás obras que construyó el hombre en los últimos años.
"No me gusta hacer casas en los paisajes porque distraen al que los observa. Un paisaje está bien realizado cuando no existen elementos que distraigan la vista de aquello que esencialmente se quiere capturar; es decir, el bosque, el cielo o el mar", explica.
"Aunque sea más difícil, yo trato de pintar todo lo que es realmente Cariló: las playas, los árboles y las flores. Las personas y las casas son ajenas a este hermoso lugar y por eso no aparecen en mi obra", puntualiza.
La consigna de Garlepp se cumple a rajatabla en su obra, la que se reparte por su casa o en la de unos pocos amigos.
"No he efectuado exposiciones públicas y casi no vendo mis cuadros -aclara-. Hago esto por satisfacción personal y para mantenerme ocupado. Pinté desde muy chico y luego, por diversas razones, interrumpí esta actividad por casi 36 años. Ahora, no sólo me di el gusto de reanudarla, sino que lo hago dentro de este paraíso", subraya.
Hace una pausa y su mirada recorre el amplio estanque que bordea la entrada principal al chalet. Allí cuelgan varias compoteras del techo, llenas de agua. "Para que tomen los colibríes", señala, y acota entusiasmado: "El bosque siempre trae buenas compañías, como estos pájaros y las semillas de algunas plantas".
Estos deben ser los ingredientes de aquella filosofía a la que hacía referencia el artista, al principio del encuentro: "Vivir".
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