Mon no se hizo responsable de la muerte de Acuña
Juicio oral: en la primera jornada la imputada se negó a declarar, pero dijo unas palabras que molestaron a la familia de la víctima, declararon cinco peritos y hoy lo harán diez testigos.
"No me siento responsable de la muerte de Juan Pablo Acuña", afirmó María Victoria Mon, frente a una multitud, en la primera jornada del juicio oral en su contra.
La joven, de 21 años, está acusada de homicidio culposo en concurso real con falsa denuncia, ambos delitos son excarcelables. La pena máxima previstas de 4 años. Incluso Edgardo Sinso, uno de los abogados de la familia de la víctima, dijo a La Nación que "es muy difícil que la condena de Mon sea una pena de cumplimiento en prisión".
Por el recinto pasaron ayer cinco peritos que intentaron sin mucho éxito ponerse de acuerdo sobre cómo fue el desafortunado episodio. En medio de gritos y algunos entredichos entre defensores y querellantes, tres peritos especialistas en accidentes de tránsito no pudieron convencer a los presentes sobre cuál fue la verdadera dinámica del hecho. Hoy declararán 10 testigos más y el lunes y martes próximo terminarán de dar sus versiones las 32 personas convocadas para este juicio.
Aunque Mon se negó a declarar, con la voz entrecortada quiso decir algunas palabras. Además de deslindar responsabilidades, reconoció y pidió disculpas por haber cometido grandes errores, "como no haberme quedado en el lugar después del hecho y haber formulado una falsa denuncia".
La joven se sentó junto a sus dos abogados defensores y permaneció casi inmóvil durante más de nueve horas. Una botellita de gaseosa light reemplazaba el vaso de agua de rigor, que se sirve habitualmente a los acusados. Sólo en el cuarto intermedio, cuando casi todos abandonaron la sala, Mon estalló en llantos.
Una madrugada fatal
Cerca de las 3 de la madrugada del sábado 1° de julio de 1995, Juan Pablo Acuña regresaba a su casa de Palermo Chico después de una salida con amigos. Cuando cruzaba la avenida Figueroa Alcorta, casi a la altura de Tagle, fue atropellado por una camioneta Space Mitsubishi color gris, conducida por Mon.
El chico de 14 años nunca regresó a su casa. Tres días más tarde falleció en el hospital Hernández. Osvaldo Héctor Curci, el médico forense que declaró primero, explicó que la muerte de Acuña fue consecuencia de una contusión cardio-respiratoria y una bronco neumonía. Durante una hora, él y las partes dejaron el recinto y con la camioneta a la vista continuaron el interrogatorio.
Según consta en las declaraciones anteriores de Mon -que se leyeron ayer-, ella abandonó su camioneta importada a pocas cuadras del lugar del accidente y esperó en el bar que las dos amigas que viajaban con ella fueran a ver qué había pasado. Después, se tomó un taxi e hizo unas llamadas desde su casa, regresó a la disco The Roxy donde había estado un rato antes, y fue a la comisaría 6a. para hacer una denuncia por robo de su vehículo.
Una semana más tarde, la policía descubrió su camioneta y así detuvieron a la joven. Hasta ese día, los padres de Mon no sabían nada del accidente. "Estaban con muchos problemas y yo no quería empeorar las cosas", se había justificado la joven.
Los informes médicos ventilados durante el debate descartaron que Acuña estuviera alcoholizado. También se aclaró que nunca estuvo en cuestión la velocidad a la que iba Mon, ya que -según se dijo-, no superaría los 60 kilómetros reglamentarios para las avenidas.
Las estrategias de la querella y la defensa se evidenciaron en las declaraciones de dos peritos. Guillermo Ramasco, un ingeniero propuesto por la familia Acuña, sostuvo que el chico murió por el golpe que recibió en la cabeza al ser embestido por la camioneta. Rafael Vicente Sierra, por la defensa, argumentó que fue el menor quien atropelló al vehículo. "Si no hubiera estado ese espejo, es posible que no estuviéramos acá", aseguró.
La jueza María Nocetti de Angeleri, que estuvo a cargo de la instrucción de la causa, es también quien deberá decidir si condena o no a Mon por homicidio culposo. El otro delito, falsa denuncia, fue confesado por la imputada. el jueves próximo se conocerá el veredicto.
Restricciones para la prensa
Las restricciones para la prensa en la primera jornada del juicio oral del Caso Acuña fueron evidentes.
Los flashes y las cámaras debieron esperar afuera. Los periodistas que pudieron ingresar al edificio de Lavalle 1638, donde se improvisó una Sala de Audiencias especialmente decorada para la ocasión, fueron revisados por la Policía. La orden era expresa: nadie debía fotografiar el recinto, a la imputada o a su familia.
"Es lo que decidió su Señoría", se justificó uno de los uniformados antes de revisar por segunda vez la mochila de la cronista de La Nación. Los bancos reservados para la prensa estaban del lado izquierdo de la sala e identificados con etiquetas cuidadosamente confeccionadas.
A la derecha, en primera fila, se ubicaron los padres de María Victoria Mon y un tío de la imputada. Atrás, sus hermanas y amigas expresaban su apoyo incondicional con miradas cómplices hacia el banquillo de los acusados, y alguna que otra lágrima. Mon tiene 21 años, estudió en el Colegio Saint Catherine`s y ahora cursa diseño en la Asociación de la Biblioteca de la Mujer. Vicky (ese declaró que era su apodo) vive en Libertador al 400 junto a sus padres y sus tres hermanos. La camioneta Mitsubishi con la que atropelló a Acuña era propiedad del concesionario Vázquez-Iglesias, perteneciente a su familia.
Miguel José María Ramón Acuña, el padre de la víctima, estuvo sentado junto a sus tres abogados, justo enfrente de Mon y sus dos defensores. La madre de Juan Pablo y su hermana, la modelo y conductora televisiva, Sol Acuña, prefirieron no presenciar el juicio.
"Mi mamá está destruida", contó Miguel durante el cuarto intermedio. El y su hermanita, Loli, prefirieron el último banco para presenciar las nueve horas de debate. Cuando el médico forense detalló las causas del deceso de Juan Pablo, los Acuña estallaron en llantos. De la mano, soportaron juntos los reiterados intentos de las partes para reconstruir la historia de la noche en el que cambió su vida.
Juan Pablo tenía 14 años y cursaba segundo año en el Colegio Juan XXIII. Los caballos y los Rolling Stones eran sus pasiones. El sábado 1 de julio de 1995 salió con amigos y nunca regresó a su casa de Palermo Chico.