Murió Cecilio Madanes, un innovador de la escena teatral
Concibió el teatro Caminito y se destacó por la puesta de recordados éxitos
Con el fallecimiento de Cecilio Madanes, ocurrido ayer, a los 78 años, como consecuencia de una leucemia, enfermedad contra la que luchaba desde hace una década, desaparece uno de los grandes maestros de la escena argentina.
Había nacido en Ucrania y de muy niño sus padres viajaron a la Argentina trayendo al pequeño Cecilio que, como integrante de una tradicional familia judía, se estableció en el barrio de Once. Aquí comenzó a tejer sus primeros sueños y supo que su destino estaría ligado a la creación artística.
Hizo todo lo necesario para ello porque, entre otras cosas, fue un convencido de que "a la vida hay que provocarla". Y lo hizo. De su trayectoria podrían destacarse, sin dificultad alguna, variados momentos de esplendor. Tal vez aquellos años cuarenta, cuando estudiaba en París y recibía consejos y plácemes de Jean Cocteau y de Georges Braque, mientras Louis Jouvet le auguraba un promisorio futuro.
Ya de regreso en Buenos Aires, en 1955, dio vida a una experiencia inolvidable para la historia del teatro argentino: Caminito. "De mí surgió la idea -dijo Madanes más de una vez- pero fue la concreción de una suerte de magia colectiva en la que participamos desde autores, actores y técnicos hasta vecinos de La Boca".
En esa callecita querendona y multicolor, Madanes levantó su escenario y por él transitaron títulos de fácil recuerdo popular: "Las de Barranco", "La zapatera prodigiosa", "La pérgola de las flores", "Una viuda difícil" y otras propuestas mágicas y coloridas que el público recibía con sonoros aplausos.
Para él, Caminito fue, no cesaba de repetirlo, "lo más importante que haya hecho en mi existencia". Gestor e imaginero del teatro como espectáculo popular, las obras ofrecidas en esa calle a lo largo de quince años se transformaron en un hito sin precedente en la historia de la escena argentina.
Sus otros caminos
Pero la trayectoria artística de Madanes, sostenida por una amplia cultura y por esa necesidad de descubrir siempre lo más maravilloso del arte, no se detuvo en su labor como descubridor y sostenedor de ese bello escenario boquense, sino que se prolongó hacia otras metas tan o más ambiciosas que aquélla.
El escenario del Colón lo tuvo, desde 1965, cuando hizo la régie de "Traviata", con Ana Moffo, como un impulsor de la lírica, esfuerzo que fue recompensado cuando fue designado como director de nuestro primer coliseo, cargo que ocupó durante tres años, durante el gobierno de RaúlAlfonsín.
Durante ese período, Madanes agilizó la estructura del Colón y concibió desde óperas para niños y conciertos al aire libre hasta la actuación de Julio Bocca bailando en una plaza. Por aquella época solía decir que "ahora, para entrar al Colón, no hay que vestir de saco y corbata".
Su puesta en ese escenario del oratorio "Juana de Arco en la hoguera" o su afortunada versión de "El murciélago", de Strauss, son simples ejemplos del talento de Madanes para adentrarse en un género elevado al que él, conocedor del gusto popular, lo supo concebir para un público no demasiado adiestrado en la materia.
Sin embargo, Madanes no detuvo en esos logros su mente ágil y sagaz en materia teatral. Amplio conocedor de los escritores nacionales e internacionales, recreó piezas de tal envergadura como "Doña Rosita, la soltera", de Federico García Lorca; "Equus", de Peter Shaffer; "Locos de verano", de Gregorio de Laferrere ; "Amadeus", de Peter Shaffer, o "El día que secuestraron al Papa", sin omitir el espectáculo que, en 1961, estrenó en el Avenida con el título de "Estrellas en el Avenida", y en el que logró reunir a Tita Merello, María Antinea, Tato Bores y Hugo del Carril.
El último tramo
Casi tímido en cualquier reunión de amigos, preciso y con humor zumbón en pequeñas tertulias madrugadoras, Cecilio Madanes nunca se apartó de su pasión teatral. Para él la existencia tenía forma de escenario, y nunca quiso apartarse del tablado, de las luces y de los mágicos personajes de las obras que puso en escena.
Viajero incansable, recorrió casi todas las ciudades del mundo en busca de perfección o de obras que, en esos momentos, imaginaba para los teatros porteños. Cultivó el fervor de la amistad con nombres tan trascendentes como Lee Strasberg, Geraldine Page, Paul Newman y Elia Kazan. Aquejado ya por la enfermedad que pondría fin a sus días, Madanes realizó la régie de "Manón Lescaut", de Puccini, en el Colón, y en 1995 puso en escena "Relaciones peligrosas", con Oscar Martínez y Cecilia Roth, que sería su canto de cisne.
Ameno charlista y enamorado de anécdotas y recuerdos de su larga trayectoria artística, el director participó en numerosos programas de televisión como invitado de lujo para prestigiar con su sola presencia cualquier reunión.
Enterado de la leucemia que ya se había instalado en su cuerpo, no cejó en su tarea. "Siempre he preferido la pelea por objetivos a una pasividad sin remedio", dijo en una oportunidad. Cada día deseaba volver a un escenario porque, mucho más allá de su enfermedad y de su documento de identidad, Madanes siempre estuvo convencido de que la verdadera edad está en los sueños de los que se alimenta.
El definitivo adiós
Con su muerte, el teatro argentino pierde a un talento sin par, a un imaginero que se sabía ubicar tanto en los grandes salones como en los barrios humildes, y a un cálido ser humano siempre dispuesto al gesto cordial y a la ayuda espontánea.
El velatorio de Cecilio Madanes se realizará hoy en el Teatro Nacional Cervantes y el sepelio tendrá lugar mañana, a las 10, en el cementerio Jardín de Paz, luego de que el cortejo transite frente al Teatro Colón, donde se le tributará el homenaje que, en vida, ya le fue brindado por un público convencido de su pasión por los escenarios.