
Murió el cardenal Luis Dri, el fraile capuchino al que Francisco dio el título honorífico más alto
El entrerriano, que se caracterizaba por su sencillez, fue nombrado cardenal en 2023; falleció a los 98 años
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Los particulares contrastes que marcaron los últimos años del cardenal Luis Dri se dejan entrever en el mensaje que publicó la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina tras su fallecimiento. Primero se lo nombra como lo que fue, un cardenal, el más alto título honorífico dentro del escalafón de la Iglesia. Pero enseguida, en el mismo párrafo, los miembros de la comisión lo definen como “hermano menor capuchino” y “pastor sencillo”.
En esta aparente incongruencia, dicen quienes más lo conocieron y quisieron, radica su mayor legado: una sencillez absoluta entremezclada y retroalimentada de una sabiduría profunda.

En su homilía de esta mañana, en la misa de despedida del cardenal, el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, de quien Dri fue mentor espiritual, no escatimó en elogios. “Creo que hoy experimentamos un poco la orfandad. Este año se nos han ido dos papás, el Papa Francisco y, para quienes hemos podido compartir tantos años con Luis, se nos ha ido también el Padre de la Misericordia”, dijo.
Compartió, además, una anécdota personal: “En el año 2017, el Papa Francisco me nombró obispo. Me generó, en su momento, mucha angustia, porque yo era, decía, ‘Un párroco muy feliz, el más feliz del mundo’, ‘el cura más feliz del mundo’, y el Padre Luis me decía: ‘No, vos sos el vice feliz, el más feliz soy yo’. Entonces, hacíamos siempre ese chiste de que él era el cura más feliz del mundo y yo era el vice feliz. Cuando vine a contarle a él, todavía no lo sabía nadie. Me acuerdo que me dio un abrazo muy grande, un abrazo que seguramente muchos de nosotros hemos recibido en estos años”, contó García Cuerva, ante un templo abarrotado de fieles.

Dri falleció a los 98 años, en la madrugada del martes pasado, en el Santuario Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya, donde vivió sus últimos 20 años. Allí, ya jubilado, se dedicó principalmente a las confesiones. Confesó cada mañana y tarde, —“incansablemente”, dicen sus cercanos—, hasta mediados del año pasado, cuando, ya con 97 años, comenzó a bajar el ritmo de trabajo.
En 2023, tras ser elegido cardenal por el Papa Francisco, el mismo Dri se reía, todavía con sorpresa e incredulidad, al mostrar su solideo de seda púrpura (el casquete que utilizan los cardenales sobre la cabeza), que guardaba en el primer cajón de su escritorio, dentro del sobre en el que Francisco se lo había enviado desde el Vaticano.

“¿Nunca te han tirado un balde de agua fría encima? Así fue, como un balde de agua fría. Cuando me enteré, me desarmé, me puse a llorar. Sentía vergüenza, desconcierto. Nunca lo hubiera esperado, para nada. Eso es para personas de alta categoría. Generalmente se elige cardenal a personas que son muy estudiadas, doctores en Teología. Yo no tengo nada”, dijo a este diario durante una entrevista, en el pequeño cuarto del sector lateral del santuario donde él trabajaba.
Su nuevo anillo cardenalicio dorado contrastaba con el sencillo hábito marrón de fraile capuchino que vestía cada día desde hace 70 años.
El fraile que confesaba al Papa
Huérfano de padre desde los cuatro, Dri creció en las afueras de Federación, Entre Ríos, en el seno de una familia humilde y numerosa. Él y sus hermanos fueron criados por su madre, una mujer trabajadora y sumamente religiosa, y comenzaron a trabajar desde niños. Entró joven al seminario y se ordenó a los 25 años.
“Yo sentí el deseo, la vocación. Cuando comencé a estudiar, a mí me encantaba. Hasta los domingos yo era feliz leyendo las obras clásicas. Para mí era un delirio”, contó a LA NACION durante la entrevista de 2023.
Trabajó durante años en distintas comunidades de Santa Fe y Buenos Aires, y luego fue convocado como docente para la formación de seminaristas, por lo que viajó a Europa a estudiar cómo replicar el sistema educativo europeo en la Argentina.

Durante sus años en Nueva Pompeya, donde se jubiló, Dri mantuvo una estrecha relación con el entonces arzobispo Jorge Mario Bergoglio, una amistad basada en la admiración mutua. Bergoglio se acercaba a confesarse con Dri, y en otras ocasiones, Dri se acercaba a hablar con Bergoglio.
En los años que duró su papado, el Sumo pontífice citó frases y comentarios de Dri al menos cinco veces. La última vez, según los registros de Vatican News, fue en un encuentro con sacerdotes de Roma en San Juan de Letrán:
“Recuerdo a un gran confesor, un padre capuchino, que ejercía su ministerio en Buenos Aires —contó Francisco en esa ocasión—. Una vez vino a mi encuentro, quería hablar. Me dijo: ‘Te pido ayuda, tengo siempre tanta gente delante del confesionario, gente de todo tipo, humildes y menos humildes, pero también muchos sacerdotes. Perdono mucho y a veces me viene un escrúpulo, el escrúpulo de haber perdonado demasiado’. Hablamos de la misericordia, y le pregunté qué hacía cuando sentía ese escrúpulo. Me contestó así: ‘Voy a nuestra capillita, delante del sagrario y le digo a Jesús: ‘Señor, perdóname porque he perdonado demasiado. ¡Pero fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!‘. Esto no lo olvidaré nunca. Cuando un sacerdote vive así la misericordia consigo mismo, puede darla a los demás”.

Al anunciar su nombramiento como cardenal, en 2023, Francisco lo propuso como modelo de pastor misericordioso: “Cuando me vienen dudas sobre si perdonar demasiado, pienso en el padre Dri y me tranquilizo”, dijo.
Personas cercanas a Dri sostienen que su declive de salud se acentuó tras el reciente fallecimiento del Papa Francisco, noticia que lo conmocionó profundamente.
“A él le gustaban mucho los girasoles —mencionó García Cuerva esta mañana, en la misa de exequias del cardenal Dri—. En la ventana de su cuarto tenía una maceta con girasoles. Y una vez leímos juntos que los girasoles en los días nublados se miran uno al otro, se buscan como para cargarse energía. Decía ayer que muchos de nosotros aquí llegamos a veces muy nublados, llegamos sin luz, llegamos tristes. Y lo buscábamos a él para, mirándolo al Padre Luis en sus ojos claros, volver a cargarnos de energía, como si fuésemos aquellos girasoles. Y nos íbamos con mucho sol, con mucha luz, porque nos íbamos con el amor de Dios”.