Amaba ese ruido. Es mucho más fácil reproducirlo verbalmente que escribirlo. Arrancaba con una a bien aguda. Pasaba a un chirrido que se transformaba en un zumbido de consonantes donde predominaba la r. Terminaba en un silencio que te daba la bienvenida a Internet. Descubrí la World Wide Web (de ahí la www antes de cada dominio) en 1994, luego del Mundial de Estados Unidos. Nos comunicábamos con esta tercera dimensión por teléfono fijo, el que hoy adorna la gran mayoría de sus hogares. Si la línea quedaba conectada con Internet, no podía usarse para hablar por teléfono. Yo trabajaba en Todo Noticias. Al año siguiente, LA NACION pegó primero con su lanzamiento. Miramos de reojo lo que era inevitable: los medios argentinos debían estar en esta nueva plataforma. Así ocurrió.
Mi primer evento deportivo importante con Internet como soporte periodístico fueron los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Tener acceso a la web oficial con datos de todos los atletas y resultados actualizados al instante con las competencias en tiempo real cambió mi manera de cubrir las grandes citas. Encontrar un dato para fundamentar un análisis y darle contexto. Descubrir historias de los protagonistas. Buscar noticias en los diarios locales para llegar bien preparado a una transmisión. Me cambió la cabeza.
La conectividad mejoró mucho entre Atlanta 96 y Francia 98. Ya usábamos el correo electrónico como intercambio sentimental y profesional. Llegó el chat con el ICQ y ese alarido inolvidable. Entre 1993 y 1998, se produjo en la Argentina un crecimiento exponencial en coberturas de noticias y deportivas. Medios como TN, TyC Sports, Red de Noticias, Crónica TV, La Red, Olé nacieron durante aquel período. ESPN debió acomodar sus contenidos a la región. Adiós a los programas de pesca y rodeo, bienvenidas las Ligas de cualquier país. Fox Sports comenzó su pantalla regional en 1997 con noticieros hechos en el país. Los diarios aumentaron drásticamente su volumen de coberturas deportivas. Fútbol de Primera se convirtió en un producto artesanal. Usufructuó su exclusividad y le agregó valor estético con fílmicos y cámara super lentas. La convertibilidad fue un factor importante pero no el único: Argentina aprovechó ese 1 a 1 para montarse en ese impresionante crecimiento en las tecnologías de la comunicación. Los satélites acercaron cualquier acontecimiento sin distinción de importancia o de lugar. En 1990, salvo alguna transmisión en vivo, los goles del Napoli de Diego llegaban dos semanas más tarde en un cassette enorme de un formato llamado U-Matic. El acceso a las imágenes estaba muy restringido y no solamente por una cuestión de derechos. Entre 1998 y 2004 continuaron los avances. La TV incorporó la Alta Definición. El HD brinda mejor calidad y te ofrece un 33 por ciento más de alcance. Facilita mucho el comentario de un partido desde un estudio. Ver un tercio más de campo te permite analizar mejor los sistemas tácticos. El cable se diversificó. La oferta de canales se multiplicó. Irrumpió la televisión satelital con DirecTV y Sky, que duró muy poco. El teléfono celular incorporó los mensajes de texto, primer paso para convertirse en smartphone. Muy poco tiempo antes, los aparatos eran verdaderos ladrillos. Ya no hacía falta bloquear una línea teléfono para tener Internet. Aparecieron las empresas de servicios, los cyber. Se masificó el acceso. Más cerca en el tiempo, llegó la convergencia digital. La fibra óptica. El campo estaba listo para la última transformación con las redes sociales.
Facebook, Twitter, Instagram, Tik Tok, Twitch, cada una en su tiempo y a su modo. Los deportistas crearon sus propios medios para difundir sus noticias y sus opiniones. Adiós a las primicias tal como las conocíamos. Manu Ginobili anunció su retiro por su cuenta de Twitter. Totti festejó un gol con una selfie para su Instagram. Kun Agüero es un streamer top y cuenta cosas en su lugar sin intermediación de los periodistas. La relación se ha redefinido.
También cambió nuestro vínculo con lectores, oyentes y televidentes. Nos bajaron del pedestal. No me refiero al intercambio de opiniones, un clásico en la aldea de alta intensidad. Ese aspecto es irrelevante. Hoy en una polémica de penal, se insulta en la red como antes se le gritaba a la tele. Nada grave. Apunto al conocimiento. Hoy, muchos fanáticos del fútbol ven todo y se interesan más que nosotros en cuestiones del juego. Comentás un partido de Bayer Leverkusen y hay hinchas argentinos de ese club que saben más que vos. Te miran y te escuchan. Tenés que estar a la altura de esa demanda de un público cada vez más exigente y que, en su mayoría, paga el abono del cable y el codificado. Se crea contenido muy valioso en otros espacios. Hay videoanálisis excelentes hechos por personas que se dedican exclusivamente a eso. Periodistas y estudiantes arman canales de YouTube con mucha calidad y concepto. Ya no podés decir cualquier cosa porque tu desconocimiento quedará expuesto. Se acabó tu impunidad y tu protagonismo. Nos volvió a cambiar la cabeza.
Ahora el desafío es mucho más interesante. Se trata de leer más, estudiar, ver, escuchar, aprender. ¿Ayuda? Mucho. Pero al mismo tiempo corrés el riesgo de quedar muy pendiente de lo que se diga en esa segunda pantalla llamada Twitter, la red política y periodística por excelencia. Leer los comentarios (y las puteadas) te desenfoca de tu tarea. Esa interacción en pleno partido distrae. El juego es sagrado. Evitarse ese ruido durante la transmisión vale un gol.
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