Perdura la memoria centenaria en San Martín de los Andes
Pepita: Josefina Orelia Ragusi recuerda su infancia en el pueblo donde nació hace 89 años; un descendiente del mediador con los mapuches entregó una foto histórica.
SANMARTINDELOSANDES.- Los cien años que acaba de cumplir esta ciudad cordillerana equivalen a la última página entre las cien que tiene el libro de la historia de este valle, adonde el hombre llegó hace 10.000 años.
Si bien, comparando, sabe a poco, este capítulo es tan intenso que los lugareños quisieron festejarlo a lo grande, con música, bailes, exposiciones, competencias deportivas y culturales .
Y entre tanto acto programado se coló una cita que surgió espontánea, natural y necesaria: ayer al mediodía, cientos de antiguos vecinos, hijos y nietos de los pioneros que dieron la vida a la antigua Vega del Maipú se reunieron en el Club Lácar.
Recuerdos de la infancia, antiguos rencores, amores resignados, viejos proyectos fueron tomando forma de anécdotas e historias contadas a medias, armadas como rompecabezas.
En aquella reunión no podía estar ausente la "guerra de las papas", aquel legendario enfrentamiento de 1939 cuando medio pueblo reaccionó con firmeza al proyecto de eliminar las malezas de la plaza central con una plantación de papas sugerido por Otto Neumeyer. Tal fue la batahola que debió intervenir la policía, hubo varios encarcelados e hicieron falta muchos años para restañar los rencores de la refriega.
El privilegio del memorioso
La historia tiene muchos protagonistas. Pepita Orazi es una. No sólo del presente, porque fue quien impulsó la Comisión del Centenario y dio forma a los numerosos proyectos hoy concretados, sino del pasado de este pueblo, donde tuvo a su cargo al Comisión de Fomento, como su padre, como su abuelo.
Domingo Ragusi y Josefa Proto vinieron de Italia en 1903 e hincaron sus raíces en la tierra. "Los abuelos fueron los primeros en poner un molino harinero y tuvieron un aserradero", cuenta Pepita.
La empresa, Sol Sur, era próspera y contó con más de cien empleados. "Pero papá, el mayor de ocho hermanos, no tenía inclinación para esas tareas", recuerda. Don Calderón, primer director de la Escuela N¼ 5, fundada en 1904, donde ahora está el correo, vio en Antonio Ragusi dotes de educador y le pidió a su padre que le permitiera ser su colaborador en la enseñanza. Allí conoció a Raquel Gutiérrez, una docente de San Francisco del Monte de Oro, San Luis, con la que tuvo tres hijos. Pepita es la mayor.
"Por entonces éramos como una familia, nos conocíamos todos y la vida del pueblo era distinta. La principal industria era la madera y los cultivos, pero a partir de la creación del Parque Nacional Lanín, en 1937, la primera comenzó a ser restringida", dice Pepita. "Gracias a Dios -sonríe-, nuestro pueblo está hermoso, lo amo con locura y siento que es el mejor lugar para vivir."
Entre tanto pionero se destaca Vicente Albareda, que orilla los 80 y que llegó con un mandato histórico: "Vengo a honrar la memoria de mi suegro, don Serafín Galán Deheza", dijo al depositar en manos de la intendenta, Luz Sapag, la única foto no conocida de la firma del acta de fundación, el 4 de febrero de 1898.
Pocos recuerdan a aquel muchacho de entonces 24 años que tuvo una función fundamental: mediar con el cacique Bartolomé Curruhuinca, a quien convenció para aliarse con el Ejército y evitar un sangriento enfrentamiento. Fue el parlamento entre Rudecindo Roca y el cacique el que dio lugar a la fundación del pueblo, gracias a la gestión de Galván Deheza, quien gozó de la amistad de Dardo Rocha y de Gregorio Alvarez y durante muchos años fue corresponsal de La Nación en la región.
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