
Uno de cada tres no aprueba el CBC
En los últimos años, el 36 % de los alumnos inscriptos para ingresar en la UBA no superó el ingreso en el tiempo previsto
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Los problemas que sufren los estudiantes egresados del secundario para ingresar en la facultad no son patrimonio de las universidades nacionales de La Plata y de Rosario, donde la masiva reprobación de exámenes encendió una luz de alerta.
Las dificultades también existen en la Universidad de Buenos Aires (UBA), en cuyos claustros la aprobación del Ciclo Básico Común (CBC) suele demandar algo más que dos cuatrimestres de estudio.
En los últimos tres años, el 36% de los alumnos inscriptos en el CBC no logró aprobar ese primer año de sus carreras.
Según la información proporcionada a La Nación por las secretarías de Planificación del CBC y del Rectorado de la UBA, entre 1995 y 1997 un promedio anual de 17.400 estudiantes quedó en el camino que va del CBC a las facultades. En el mismo lapso, el promedio de inscriptos en cada año fue apenas inferior a los 50.000 alumnos.
A diferencia de La Plata y Rosario, en la UBA el indicador de las dificultades que los estudiantes arrastran del sistema escolar no fue el resultado de una evaluación, sino el rendimiento en el CBC, un curso anual que incluye seis materias.
Un análisis más fino de las estadísticas del período comprendido entre 19 95 y 1997 permite advertir que la cantidad de alumnos que superaron el CBC varió según las sedes académicas en las que pretendieron ingresar.
Los que encontraron mayores problemas fueron los aspirantes para entrar en las facultades de Ingeniería (fracasó el 70%), Ciencias Veterinarias (el 64%), Ciencias Exactas y Naturales (el 62%) y Odontología (el 60%).
En el polo opuesto, los estudiantes que optaron por las sedes de Filosofía y Letras y de Agronomía fueron los más eficaces: el 95% y el 84% de los inscriptos, respectivamente, superaron el CBC.
Vale aclarar que muchos de los estudiantes que aparecen como reprobados pueden haber completado el CBC en años posteriores al del inicio. De la misma manera, algunos de los que figuran como aprobados pueden ser alumnos recursantes. Las estadísticas que posee la UBA no permiten dilucidar estos aspectos.
Si bien no existen datos concretos, el secretario de Planificación del CBC, Eduardo Laplagne, dijo a La Nación que, a partir de investigaciones realizadas, "se puede estimar, cualitativamente, que el grueso de los alumnos que termina el CBC tarda tres cuatrimestres en hacerlo".
Entonces, las deficiencias educativas no sólo pueden advertirse en la cantidad de estudiantes que no aprueban, sino también en que muchos requieren un 50% más de tiempo que lo previsto para sortear el CBC.
Problemas en la escuela
Natalia Rossi, una de las víctimas del examen de ingreso que nadie aprobó en la Facultad de Ciencias Médicas platense, comentó que no pudo superar la prueba porque en la escuela secundaria sólo estudió "lo elemental".
Consultado por La Nación acerca de las causas de la brecha que separa la enseñanza media de la exigencia universitaria, Emilio Mignone, presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), aseguró que "la escuela secundaria no satisface la preparación mínima necesaria para estudiar en la Universidad".
"La deserción de los estudiantes en los primeros años de las carreras es enorme -detalló-. Y esto se debe, entre otros factores, a que no están preparados para seguir el ritmo universitario." No obstante, explicó que este problema se da en todo el mundo. "En países como Francia, Alemania e Italia, para ir a la Universidad es necesario rendir un examen que suele dejar afuera al 30% de los aspirantes", dijo. Por su parte, el sociólogo y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Juan Carlos Portantiero, coincidió con Mignone: "La cuestión de fondo es la crisis brutal que atraviesa la enseñanza media -señaló-. La escuela secundaria brinda una formación insuficiente". Y agregó: "Falta mucha información sobre temas curriculares y tampoco se dan a los alumnos herramientas para aprender a estudiar y pensar".
El presidente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), Rodrigo Masini, optó por un perfil político. "Hay un grave problema de desvalorización de la educación por parte del Gobierno -comentó-. La escasez de los fondos destinados al financiamiento educativo repercute en la baja calidad de la enseñanza."
Bajar y ayudar
"La falta de calidad en los conocimientos que muestran los estudiantes se debe al facilismo que caracteriza a la sociedad en general", dijo Alberto Taquini, académico de Educación. Para él, muchos alumnos progresan en la escuela "sin saber y sin merecerlo porque el nivel de exigencia de la sociedad es muy bajo". En diálogo con La Nación , el filósofo Jaime Barylko protestó: "No tolero que, simplemente, se diga que los estudiantes vienen mal preparados de la escuela. ºSi para eso está la educación superior, para prepararlos!".
Barylko opinó que, en la Argentina, "la Universidad se mantiene en una postura elitista, cuando en realidad debería cumplir una función pública e integrarse al sistema educativo. La Universidad tiene que descender hasta el nivel de los alumnos con mayores dificultades para ayudarlos a mejorar. Por supuesto, muchos quedarán en el camino, pero no se los puede abandonar directamente porque llegan mal preparados".
Cuando el secundario carga con las culpas
Frente a la instancia de ingreso en la Universidad se pone en evidencia una serie de dificultades en el paso de la educación media a la superior y se tiende a "cargar de culpas" a la escuela secundaria.
Referirse a la crisis de la escuela media no es novedoso. Podríamos hacer un largo listado de problemas que aquejan a la escuela media.
Habría que anotar, entonces, la incertidumbre provocada por los procesos mundiales de globalización y sus consecuencias, la situación salarial y las condiciones de trabajo de los docentes, las instancias de formación y sus modalidades de capacitación, la gestión burocrática y jerárquica de las instituciones educativas, las prácticas pedagógicas y pautas evaluativas inadecuadas, la organización curricular desactualizada, la dificultad en la implementación de normas de convivencia, la regulación de la disciplina escolar y, desde luego, el financiamiento insuficiente.
No está de más señalar que la escuela media debe atender nuevas demandas sociales y académicas y desarrollar funciones desconocidas en décadas pasadas, que implican una transferencia creciente de responsabilidades.
Esta somera enunciación de factores no hace sino mostrar la complejidad del tema, que no puede ser encarado desde una sola dimensión.
Requiere de un análisis que tenga en cuenta tanto el contexto general como la situación socioeconómica y familiar de los estudiantes, de la que dan cuenta las difíciles situaciones que enfrentamos quienes estamos cotidianamente en las aulas y que nos permiten pensar en una crisis estructural de la escuela media, que la excede largamente.
Pérdida de sentido
Las investigaciones muestran la cruda realidad expresada en los altos porcentajes de deserción y repitencia, que pueden considerarse como indicadores de la pérdida de sentido de la educación secundaria como factor de inserción social.
Pero la gravedad del panorama no debe hacernos olvidar que la identidad de cada establecimiento educativo se configura de acuerdo con distintas variables. En función de la jerarquización de los problemas y las acciones implementadas para enfrentarlos, se pueden dar respuestas que reviertan en gran medida la situación planteada.
La democratización escolar, la creación de estructuras institucionales novedosas, la instalación de ámbitos de trabajo que favorezcan la permanencia y dedicación de docentes y alumnos, la presencia de climas escolares que promuevan la participación real y el consenso de la definición de las acciones son algunos de los elementos que permitirán lograr avances sostenidos.
En este contexto, los estudiantes pueden obtener distintos logros, a partir de su pertenencia a escuelas que faciliten su integración y permanencia, o a las que ejercitando prácticas autoritarias tiendan al fracaso escolar y a su expulsión del sistema.
En este sentido parece simplista igualar a estudiantes secundarios provenientes de distintas escuelas frente a la instancia de ingreso en la Universidad.
Sin entrar en el análisis específico de la pertinencia de los exámenes como mecanismo de ingreso a los estudios superiores, el "fracaso" masivo en algunas situaciones podría indicar la inconveniencia de utilizar instrumentos de evaluación no habituales en las prácticas pedagógicas de niveles anteriores.
Sin desconocer características y problemáticas comunes de la enseñanza media, el controvertido tema de los mecanismos de acceso a los estudios superiores requiere de modalidades adecuadas que permitan contemplar la diversidad socio-cultural y de formación, en un país que está lejos de contar con el número de estudiantes universitarios acorde con sus necesidades de conocimiento y desarrollo con equidad.
No carguemos de culpas sólo a la educación media. Asumamos la responsabilidad que nos cabe como sociedad a las puertas del tercer milenio.





