El receso de invierno empieza el lunes que viene tanto para los porteños como para los bonaerenses
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Los caminos solitarios de la provincia de Buenos Aires tienen el encanto de la tierra prometida. Existe un mapa con venas de tierra que conducen a destinos apartados donde la vida se desarrolla en calma con señales y códigos propios que se modelan con los tiempos de la naturaleza. El receso de invierno, bajo pandemia y con protocolos, invita a decidir y elegir destinos donde se privilegian dos cosas: el aire libre y la baja concentración de gente. El mapa bonaerense es rico en propuestas que las aseguran.
Las escapadas son una manera de viajar perfecta para esta época. Distancias cortas, viajes seguros donde además se agrega la necesaria dosis de aventura al recorrer caminos rurales o rutas poco transitadas. Al final del camino: la libertad de disfrutar de espacios naturales donde además se agrega un factor no menos importante: la posibilidad de hacer base en un pueblo pero poder conocer otros puntos con viajes cortos y la gastronomía criollo, hecha con productos del territorio. Recuperar algo de lo mucho perdido, y reencontrarnos con nosotros mismos y con nuestra familia.
Estas son cinco escapadas para disfrutar en estas vacaciones de invierno.
Cerro Redondo
“Nos encanta poder ofrecer un lugar tranquilo”, asegura Claudio Machado, a cargo del complejo de cabañas Cerro Redondo, en el paradisíaco entorno serrano de Tandil. Alejado, y a la vez cerca, el solar se presenta en un predio de tres hectáreas al pie del cerro Redondo de 300 metros de altura. Tiene seis cabañas, bien separadas, una de ellas adaptada para personas con movilidad reducida. A 10 minutos del centro de Tandil, ofrece la justa medida de soledad, sobre ruta 74 en un lugar conocido como Desvío Aguirre. La campiña se muestra en su intimidad. Tiene gallinero, ovejas y con solo expandir la mirada “es posible percibir el entorno de trabajo agropecuario, y la naturaleza se expresa a través de sus aves y fauna general”, describe Machado. Las vacas pastoreando, la pradera, la sugestiva presencia del pastizal y del cordón serrano de Tandilia, completan una postal idílica.
“Nos preocupamos por ofrecer un lugar con las comodidades básicas de la ciudad, conservando el entorno y las oportunidades de disfrutar la tranquilidad tandilense”, resume Machado. Se puede hacer una asado, tomar mate, disfrutar una picada, caminar hasta el arroyo Tandileofú (a 500 metros), pero también la posibilidad de visitar el Almacén Cuatro Esquinas (está a minutos por la misma ruta) y aceptar el desafío de probar el mejor queso y platos criollos, o de recorrer los solitarios caminos rurales y conocer pueblos como Fulton o Azucena. El guión de este terruño solo acepta paz y calma. Queda en la ruta provincial 74, km 203,7 (a 1300 m del cruce de RN 226 y RP74).
Los Dos Vagones
El paraíso a veces suele estar más cerca de lo que pensamos. A solo 90 kilómetros del Obelisco y a 50 km del centro de La Plata, en una plañidera realidad, se ubican dos vagones de carga del 1900 que han sido lujosamente reciclados como alojamiento de campo, rodeados de un mar de tierra, pasto y hacendosa soledad. “Es un pequeño mundo aparte pleno de paz, tranquilidad, seguridad, energía positiva y entorno amigable con animales y naturaleza pura”, afirma Miriam Gattari, la anfitriona.
Por la noche se acercan luciérnagas a los vagones, pequeñas y delicadas. “El paisaje es netamente rural pampeano”, agrega Gattari. Ambos vagones, muy distanciados uno del otro, tienen las comodidades de la mejor habitación de hotel, pero mucho más: el horno de barro, la parrilla, la hamaca paraguaya, y un deck terraza para ver el cielo y sentir el aire que traslada los aromas florales. Se ofrece, además, la posibilidad de hacer glamping en una romántica Van y hospedarse en un loft de 150 m2.
Un SUM es el punto de encuentro para la lectura, o disfrutar de una picada campera. “Los que nos visitan buscan relajarse del estrés cotidiano y no precisamente llegan aquí para realizar muchas actividades sino que buscan simplemente descanso asegurado”, manifiesta Gatarri.
La propuesta va dirigida a adultos o parejas. Un bosque con árboles añosos y sugerentes senderos presenta la chance de un pequeño movimiento. La paz es absoluta. “Sabemos que este tipo de lugares constituyen la oferta más segura en tiempos de pandemia. No proveemos servicios masivos, hay abundancia de espacios, las personas no interactúan necesariamente entre sí”, sostiene Gattari.
¿Qué hacer cuando el relax está garantizado? Disfrutar de sabores camperos, los visitantes pueden hacerse su propia comida o visitar la Pulpería de Payró a menos de 15 minutos por ruta 36 para conocer una centenaria esquina de campo en un pueblo de menos de 100 habitantes. Por la misma ruta se accede a un restaurante de culto, el “Rincón de Donatella”. Aquí la propia Donatella, italiana de 80 años, amasa ravioles que rellena con borraja que ella misma cosecha. “Es como vivir en un mundo diferente”, reafirma Gattari. Queda sobre la ruta 36, km 91.
Chacra 51
“El distanciamiento social se produce en forma natural”, resume Iztiar Ciarlantini, emprendedora a cargo, junto a su esposo, de Chacra 51, una vieja casona serrana reciclada que retiene el espíritu de las nobles construcciones pensadas para durar varias vidas. Está en las afueras de Pigüé, en un camino rural escénico donde se encuentra a la entrada a un Edén bonaerense desconocido: el cordón serrano de Curamalal y al Abra del Hinojo. Pocos rincones son tan bellos.
“La casa conserva paredes de adobe, y le agregamos una construcción de troncos”, sostiene Itziar, enamorada del lugar. El hospedaje tiene capacidad para nueve pasajeros en cuatro habitaciones. Está totalmente equipada. Una peculiaridad: la cocina es a leña, los sabores entonces tienen el gusto propio del terruño. “La música de la naturaleza, invade los sentidos” sintetiza Itziar.
A un costado de la casa, corre un arroyo de aguas cristalinas. “Los visitantes encuentran un lugar campestre donde pueden vivir experiencias culinarias con base de fuegos, caminatas y escaladas por el cerro, encontrar paz”, asegura. “El agua que corre, el viento y el crujir de los árboles invitan a sensaciones de relajación”, agrega.
Si de aventuras se trata, un abanico de caminos rurales sugieren destinos imperdibles, la agenda es completa: un monasterio Bizantino (el único de Sudamérica), la Estancia La Montaña con una pulpería donde se ofrecen comidas típicas, el restaurante Juliette que prepara platos con trufas que se cosechan en el terroir, el pueblo Dufaur y su almacén de ramos generales La Moderna, el comedor de campo “Puesto el 17”, el tambo turístico “El Balcón del Arroyo”, solo para citar algunas hipótesis de micro escapadas donde la felicidad está asegurada.
¿Cómo definir a Chacra 51? “Es un espacio donde se puede sentir que pertenecemos a la naturaleza y nos llenamos de ella. Aquí vienen los que quieren sentir una experiencia vivencial, personal o familiar”. Está en el camino rural al Abra del Hinojo.
La Aguada, Villa Lía
Se conoce a Villa Lía como uno de los pueblos más bonitos y tranquilos de la campiña arequeña. Sus calles arboladas, la amabilidad de sus habitantes, el lento desarrollo de los quehaceres cotidianos, los niños en bicicletas, las puertas abiertas, dan señales de estar en el lugar indicado para hacer la escapada perfecta. Los vecinos que saludan al visitante es la mejor bienvenida.
“La Aguada es una granja de 10 hectáreas con vista a campo abierto, que permite en su amplitud y vista al horizonte encontrar el descanso y la desconexión”, asegura Mariana Gayoso, dueña del emprendimiento. ¿Cómo mensurar la belleza? Se puede comenzar con enumerar los diferentes rincones que la completan. El complejo, a pocas cuadras del centro del pueblo, cuenta con seis cabañas diferentes, cuatro son familiares para cinco o seis personas y dos son dobles. Recoletas burbujas con parrilla y equipadas con todas las comodidades. Una laguna de dos hectáreas ofrece un espectáculo de irreversible encanto. Una huerta orgánica, juegos de plaza, voley, fútbol, animales de granja, senderos y bicicletas para pasear por el predio y por las pintorescas calles de la localidad mínima.
“La laguna es el atractivo principal del paisaje ya que diferentes especies de aves nativas nos visitan”, afirma Gayoso. Unas piraguas en la orilla, invitan a recorrerla, remando con pausa para avistar las aves que la disfrutan. “Es aconsejable contemplar las hermosas puestas de sol en el ancho horizonte desde el puente que decora la laguna”, sugiere.
Por las noches, la propia quietud del campo, recrea una acompasada sinfonía de silencios interrumpida por los ladridos de algún perro lejano o por el lenguaje callado de la brisa rural. “La distante distribución de las cabañas permite tener la privacidad adecuada que pretende un turista en época de pandemia”, afirma Gayoso. Villa Lía es un pueblo hermoso para caminarlo, pero también para disfrutar de comidas típicas criollas. “Las Argibay” es un restaurante de culto para los amantes de los sabores caseros y tradicionales. Se accede a Villa Lía por la ruta 41, y hay que seguir hasta el km 291.
Polesie
El Delta es un viaje en sí mismo. Una vez que se deja el continente y el vaivén del agua se apodera del movimiento, el viajero penetra en un mundo nuevo, anhelado y relajante, las señales propias de este universo peculiar al que se accede a los destinos por calles y avenidas de agua, transforman la experiencia en una aventura de exploración y descubrimientos. Polesie es una cabaña perfecta enmarcada en una postal que podría estar en una obra pictórica. “Queremos compartir nuestro pedacito de paraíso”, afirma Manuel Muñoz, quien recibe a los visitantes.
¿Qué se encuentran cuando llegan al muelle? “Con una pasarela que conecta a un túnel vegetal que lleva directamente a la cabaña, es como estar dentro de un libro de cuentos”, sostiene, encantado de contar su lugar en el mundo. Muñoz tiene 31 años y desde que tiene uso de razón vivió entre estas islas. “Me gusta que sientan que están en mi casa y el amor que tengo por el Delta”, asegura.
La cabaña está a orilla del Arroyo Espera en el cruce con El Torito. Es para cuatro personas, dos habitaciones. Tiene internet y TV apta para las plataformas de streaming. “Pero lo mejor es sentarse sobre la costa y disfrutar del paisaje”, afirma. Dos hamacas paraguayas, abonan la idea de abandonar el mundo y la conciencia. La dinámica propia del Delta contagia misterio y alegría. La lancha almacén pasa todos los días y, con ella, la posibilidad de abastecerse de artículos necesarios para fundamentar aún más el goce. El saludo y la charla son el protocolo que se usa para participar de esta ceremonia de camaradería y para conocer más sobre la vida en la isla. Un gran ventanal ofrece la panorámica a toda esta visión de hechizo fluvial. Una frondosa arboleda abraza la cabaña. “Se puede remar por el Arroyo El Torito, es muy tranquilo”, asegura Muñoz.
Sin tráfico fluvial, los silencios del Delta se desnudan. “Las casuarinas sobre la costa hacen un túnel”, agrega. “No tengo otra manera de describir este lugar: es vivir dentro de una ficción”, concluye Muñoz. Se llega con la lancha colectiva. Son 50 minutos de viaje o por lancha taxi, 20 minutos de navegación. Ambas maneras de llegar se coordinan con Manuel.
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