
Un parricidio en el mundo digital
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Hay muchas cosas que me sacan de las casillas, y una de ésas es olvidarme de algo que conocía mucho. Quedarme con esa sensación de que tengo la respuesta en la punta de la lengua y no me sale, ha llegado a provocarme muchas horas de insomnio. El otro día me ocurrió esto con un relato de Ray Bradbury.
No sé, tal vez por que uno en su trabajo vive hablando de mundos virtuales en el ciberespacio me acordé de un texto en particular del genial autor de Crónicas Marcianas , que me había impactado hacía veinte años. Era acerca de una familia tipo que en un futuro más o menos cercano contaba en su casa con una habitación que reproducía mundos virtuales. Los chicos de la familia solían pasarse horas allí por lo que esto provocó que? Pero no les voy a seguir contando la historia, aunque tiene algo que ver con el título de esta columna.
La cuestión es que trataba de acordarme el título de la historia y no lo lograba. Fui adonde dejo los libros de Bradbury en casa y habían desaparecido. Le pregunto a mi hijo: "Manolito, ¿tocaste los libros que estaban acá?" Desvió cinco segundos su atención de los Powers Rangers y me dijo que no.
Llamé a dos amigos, uno de ellos famoso por ser casi una base de datos humana, y ambos se acordaban del cuento, pero no del título.
Recurrí a Internet, más precisamente a Google. Puse las palabras "playroom" y "Bradbury" y en 0,26 segundos aparecieron 688 páginas con esa combinación.
En el segundo de los links que visito gracias al motor de búsqueda hallo la respuesta a mi dilema. El título era The Veldt y formaba parte del libro El hombre ilustrado . Voy enseguida a un diccionario no virtual y encuentro su significado: estepa, sabana, pradera.
Me suena vagamente "sabana", y la coloco en el buscador sumada de nuevo a Bradbury. Los links son ahora 443. En algunas ediciones se lo conoció como La sabana y en otros, como La pradera .
Pero ahora descubro al recorrer estos enlaces que muchos tenían el texto completo del relato. No un extracto o un resumen, sino La pradera completa.
En algunos casos, la excusa dada para publicar el texto completo sin autorización era que se trataba de un sitio de ayuda para los escolares, que trabajaban con la obra de Ray Bradbury.
Recuerdo que en mis épocas muy lejanas de escolar, cuando necesitaba un texto y no tenía mucho dinero, iba a las librerías de usados de Corrientes o de Bartolomé Mitre. Aún conservo como recuerdo ediciones baratas de aquellos años de un Mío Cid en castellano actual y antiguo, y otra de La zapatera prodigiosa. Prefiero mil veces esto que un texto completo virtual.






