Al este de la Quebrada de Humahuaca, localidades pequeñas como Santa Victoria Oeste, Lizoite o Viscachani, proponen un recorrido signado por su gente y sus tradiciones.
Fue un viaje de puro paisaje durante el cual vimos poca gente por aquello de que en los cerros nuestras palabras vuelan, entran a los ranchos y hacen que sus moradores se escondan. Sin embargo, la gente que conocimos en la Cordillera Oriental y sus valles de transición, exactamente al este de la Quebrada de Humahuaca, hizo que el viaje fuera diferente.
Ana Quispe se subió con su familia y cabras a la camioneta durante un trayecto de una hora para contarnos que busca recuperar el cultivo de papas andinas para que su uso no se pierda, y que es una de las pocas que se resiste a mudarse de su comunidad de un puñado de habitantes. Dominga de Papa Chacra nos confió a su preciado hijo menor Gastón para que lo lleváramos a él y a dos grandes bloques de sal para alimentar las vacas de Cañaní, lejos de su casa. Y a su hija adolescente Jimena, que durante el verano trabajará en la cosecha de tabaco, la llevamos de vuelta al albergue estudiantil de Santa Victoria Oeste el domingo por la tarde. Dice que cuando termine el secundario quiere ingresar a la Armada. América Flores es la dulce maestra de plurigrado de Huerta, y tiene nueve alumnos de jardín a tercer grado. Y el Padre Joaquín, el párroco del departamento de Santa Victoria Oeste, hizo que la gente local nos admitiera en las fiestas patronales en Vizcachani: con él nos sumergimos dentro de los trípticos del altar en busca de la diminuta imagen de Santa Bárbara. También nos explicó lo que sucede en el baile de los cuartos durante la celebración.
Para todos ellos fuimos "los turistas", aunque no nos sentimos tales. Porque en el recorrido de varios días que salió y regresó de La Quiaca, no nos cruzamos con gente que estuviera de visita.
Oasis altoandino
Atravesamos Suripujio - localidad de escasas casas y 190 habitantes en la que en el mes de noviembre se realiza El Chaku- camino a Santa Victoria Oeste. Nuestra próxima parada es Lizoite, metido en la provincia de Salta pero al que accedemos desde Jujuy. Pasando el abra de Lizoite, que es el punto de máxima altura del camino y en este caso el límite provincial, seguimos la tradición de dejar ofrendas en la apacheta agradeciendo haber llegado acá y pidiendo protección en lo que queda del camino. Estamos a 4600 metros y la altura se hace sentir: nada que unas hojas de coca puestas entre la mandíbula y el cachete no puedan resolver.
Hacia la vega, donde la humedad brota de las entrañas del cerro y el entorno se pone más verde, aparecen unos puestos de transhumancia con cabras, llamas, ovejas y alguna vaca, y sus mujeres pastoras vestidas de brillantes colores. Los hombres de Lizoite, oasis altoandino donde todavía perdura la economía de subsistencia, son pequeños agricultores dedicados a las tareas de labranza. Algo preocupado se lo ve a don Ernesto Aparicio, quien nos frena para que lo alcancemos los kilómetros que restan hasta el pueblo. Está atento a su perro Duque, que ve a su amo subirse a la camioneta y sigue el vehículo de cerca. También busca a don Mamaní. Frena en cada rancho para pedirle que are los corrales que sembró con papas. Detrás de una vieja pirca de piedras aparece Mamaní con su arado con yunta de bueyes. Tiene los pocos dientes manchados del verde de la coca, es conversador, risueño y guiña constantemente un ojo, y aprovecha para pedir una gaseosa a cambio de la foto. "Vivo en el rancho de allí", dice señalando su vivienda. "Cuando vuelva a pasar me deja la foto enganchada en la rendijita de la puerta si no estoy", demanda con firmeza. Como Mamaní quedan pocos en Lizoite: sus 160 habitantes van y vienen, ya no quieren trabajar la tierra y buscan trabajo en la ciudad.
Entre Lizoite y el abra Colorada el río provocó un derrumbe importante y resulta imposible avanzar, lo que obliga a desandar el camino unas dos horas para volver a la ruta principal y acceder por ahí a Santa Victoria Oeste. Del abra para abajo, pienso varias veces en la apacheta donde pedimos protección. Los 30 km que siguen son los más silenciosos del recorrido: una espesa nube blanca y baja no deja ver qué sucede en el camino de cornisa. Llueve cuando cerca de Rodeo Pampa y Huerta quedamos bajo la nube. Lo preferimos mil veces ya que así recuperamos visibilidad, y con ella la conversación.
Otro día de encuentros
El pueblo colonial de Santa Victoria Oeste, con sus casas blancas y veredas altas, nos recuerda al más turístico Iruya. Sus calles de piedra y cemento inclinadas, con pequeñas acequias que las dividen a la mitad, evitan la erosión.
"Hasta la heladera está de vacaciones", dice doña Cecilia del comedor de la plaza mientras señala el electrodoméstico de su cocina desenchufado y con la puerta abierta. Es que cuando terminan las clases y maestros y estudiantes se van, el pueblo muere y a su comedor ya no va nadie. Se vuelven a sus parajes o se van a trabajar, y de los 2.200 habitantes quedan menos de mil. Frente a la iglesia, una mujer se queja por celular: "Está re seco, nada reverdece, las vacas y caballos están flacos, y ya no se puede sembrar. Me voy a tener que ir a changuear por allá".
"Es bien difícil vivir por estos parajes", confirma Ana Quispe, que vive en la vecina La Falda y busca recuperar la papa andina y variedades tradicionales de maíz. Dice que en su comunidad son muy pocos y el camino no llega. Tampoco reciben ayuda del gobierno, "porque no sabemos formular y escribir los proyectos".
Ana, su marido Hugo, su hija Doris y sus tres cabras vinieron a la fiesta de egresados de una sobrina y ahora caminan unas dos horas de regreso. En la caja de la camioneta entran todos felices. Bajan en medio de la nada, y se despiden con una copla que dice que inventó para que sus hijos no se olviden de quiénes son "Faldeña soy señores, y no les digo que no; entre cerros y montañas, ahicito vivo yo". Los miramos partir, y pronto son seis puntitos diminutos que se mueven veloces en el paisaje custodiados por tres cóndores que vuelan rasantes en la quebrada.
Este es un día de encuentros. El poblado siguiente es Papa Chacra, bien al borde del camino. Será que rumbo a Cañaní, el último paraje con acceso vehicular pasan pocas camionetas, pero la de Santiago Carrillo, nuestro guía, parece transporte público. Dominga Martínez tiene once hijos, pero ya son pocos los que viven con ella, con sus 30 cabras y 15 ovejas. Como necesita entregar dos blosques de sal a sus hijos que fueron en moto con las vacas al cerro, su hijito Gastón de 12 años viene con nosotros. Su lucidez y carisma encantan. A todo está atento. Al gato montés que señala apurado y que casi no llegamos ver, al "yatucu" o pájaro carpintero andino, al cóndor, a la querusilla, a la nube, al camino. Del cerro lo sabe todo.
En descenso nos internamos en paisajes más verdes del este. Cañaní es un valle húmedo encerrado entre filos de montañas, un oasis repleto de corrales de piedra donde se cultiva maíz, papa, habas y porotos. Hasta aquí llega el camino que pronto unirá estos recónditos parajes con Baritú, Lipeo y Los Toldos, también lejanos pero cuyo único acceso se produce por el este, atravesando territorio boliviano.
Fiestas patronales
Seguimos los rumores de que de la intendencia de Santa Victoria Oeste partieron hacia Vizcachani a celebrar las Fiestas Patronales en honor a Santa Bárbara. Luego de ascender el Abra Colorada y el cráter volcánico del cerro Campanario, bajamos hacia el valle de Vizcachani donde la procesión recién comienza a rodear la iglesia con la imagen de los santos y un baile que atrapa. Guiados por el párroco y acompañados por todo el pueblo, llevan a lo alto las imágenes del altar que sahúman con incienso y otras hierbas. Todos acompañan y comienza la danza de los cuartos en la que dos parejas sostienen de las patas media res de cordero cortada de la que tiran y revolean por el aire al ritmo de la quena, la caja y el bombo. Mientras, los caballos pasan por debajo de los cuartos y con la espada simbólica intentan cortarlos. El torito acompaña con su danza simulando una corrida de toros, y ofrece a la Patrona el festival.
Para el almuerzo de 100 personas carnearon un novillo de 150 kilos, que se acompaña con chicha y vino en el salón. La procesión y baile continúan luego hacia el altar junto a la cancha de fútbol, donde se llevarán a cabo los juegos comunitarios.
Por la tarde, emprendemos la vuelta a La Quiaca. La llegada es tarde y la ruta 9 que surca la Quebrada de Humahuaca resulta casi una autopista hasta Tilcara después de tanto trajín.
Si pensás viajar...
Noviembre y diciembre son los mejores meses para recorrer la zona: no es época de lluvias y en noviembre se hace el chaku.
CÓMO LLLEGAR
LATAM. Dos vuelos diarios Buenos Aires-Salta desde $2.496 ida y vuelta.
CÓMO MOVERSE
Corpachac Viajes y Turismo. San Martín 907 – 2°D, San Salvador de Jujuy. T: +388 424-1249. C: +388 9 15-407-5977. scarrillo@corpachac.com.ar. El guía Santiago Carrillo, experto conductor y un libro abierto sobre la zona, propone recorridos a medida por la Quebrada y la Puna. Programa completo de 8 noches con excursiones y actividades (3 noches con desayuno en Casa Colorada de Tilcara, 1 noche en Hotel Termas de Reyes o similar en la Quebrada de Humahuaca, 2 noches de alojamiento en Santa Victoria Oeste y 2 en La Quiaca) con todos los traslados en vehículo 4x4 y combustible.
TERMAS DE REYES
DÓNDE DORMIR
Hotel Spa Termas de Reyes. RP 4, Km 18. T: (0388) 424-9700. A 18 km de San Salvador de Jujuy, el hotel inaugurado en 1939 como casino y hotel tuvo una historia ecléctica: sirvió como hogar escuela para niños de bajos recursos, fue planta industrial de bebidas, intervenido durante el gobierno de 1976 y dado luego en forma de pago por deudas a la Provincia de Jujuy, hasta que se privatizó y reacondicionó definitivamente en 1999. Hoy el hotel tiene 40 habitaciones, una suite panorámica, 4 suites senior y 4 junior. Restaurante, sala de lectura, otra de juegos y piscina termal descubierta con hidrojet. Su spa tiene baños termales con aguas de propiedades terapéuticas y saunas panorámicos, salas de relax y gimnasio.
YALA
DÓNDE COMER
La Calabaza. RN 9, Km 14. T: +388 414-4633. Es el restaurante de la entrada del camping El Refugio, donde Mabel Checa ofrece comida regional además de pastas y pizzas caseras, lomitos y propuestas vegetarianas. Comenzó en el quincho de su casa con una cocina industrial y pocas mesas, y abrió el nuevo restaurant hace menos de un año. La trucha de yala con ensalada mixta, deliciosa. Todos los días de 12 a 16, también de noche en temporada, de 20 a 23,30.
LA QUIACA
DÓNDE DORMIR
Hotel Frontera. Belgrano 197, esquina Balcarce. T: +3885 42-5162. A solo una cuadra de la terminal de ómnibus de La Quiaca, hotel familiar atendido por sus dueños con 25 sencillas habitaciones (dobles, triples y cuádruples), baño privado o compartido. Agua caliente, wifi y estacionamiento reservado frente al hotel.
DÓNDE COMER
El Buen Gusto. Balcarce 508. T: +3885 42-3270. Buenas minutas, churrasco, platos regionales, pastas y pizzas.
SANTA VICTORIA OESTE
DÓNDE DORMIR. Rolando Flores. T: (03875) 92-4382. Casa particular de Rolando con habitaciones prolijas y limpias, pisos de cerámico y baños completos con agua caliente. Tiene un interesante laberinto de escaleras que suben y bajan, llevan a terrazas, entrepisos y nuevas habitaciones para huéspedes.
DÓNDE COMER. Comedor Maru (o el Gato Verde). José María Paz s/n. Milanesas, costeletas, asado, pollo, empanadas, pizzas y sándwiches. Mediodía y noche de 10 a 14, y de 19 a 24.
TILCARA
DÓNDE DORMIR
Casa Colorada. T: +388 495-5428. Hotel de montaña off-road con once habitaciones divinas, terraza propia y vista a los cerros circundantes. A 11 kilómetros de Tilcara, es el lugar ideal para apartarse de todo, descansar, comer rico y sentirse bien atendido.