Los 10 sitios que las celebridades aman en Venecia
En Venecia se inventó el Bellini, se hace el proseco, se originaron los cicchetti hace más de 400 años, el spritz, el bacalao mantecato, las sarde in saor y el festival de cine, lo que lo convierte en un lugar ideal para cruzarse estrellas.
George Clonney acodado en la terraza con vista al Gran Canal mientras el sol se pone justo delante de sus ojos, convierte en ocre color Venecia a todo lo que toca. Trago en mano, reuniendo en el vaso toda la historia del Véneto en un solo sorbo. El paisaje lo pone el lugar, la mística la pone el Danieli y la bebida la sirve Roberto Naccari, quien hace 34 años revuelve y/o agita los tragos más conspicuos de la Serenínsima.
Crear un recorrido entre los climas propios de la ciudad más fotografiada del planeta abre la puerta a adquirir una pseudo ciudadanía local, entre los "fru fru" de los vestidos de alfombra roja. La tradición del café nació el 29 de diciembre de 1720 de la mano de Floriano Francesconi quien, bajo el nombre de "Alla Venezia Trionfante" abrió el primer bar de Europa, el mismo que hoy, en su homenaje, brilla en la Piazza San Marco, el corazón mismo del área más turística de la urbe, el "Florián". Compite codo a codo con el Gran Caffè Quadri que llegaría medio siglo más tarde y se convertiría en el lugar de encuentro de los personajes de la cultura y generaría un polo de atracción para las figuras el festival de cine.
Es en Venecia donde Harry Pickering, un joven estudiante estadounidense, que en 1927 viajaba con su tía, el novio de ésta y un pequeño perro pequinés, cambió la historia. Su familia esperaba que Venecia lo ayudara a poner fin a sus crecientes hábitos alcohólicos. Pero el estudiante se instaló rápidamente en el bar, pasando todo el día allí, bebiendo su salud y la fortuna de su adinerada familia bostoniana.
El hombre que servía sus bebidas era un ambicioso veinteañero llamado Giuseppe Cipriani. Era bueno con los clientes con su naturaleza agradable y sus buenas habilidades lingüísticas. Harry, un día, le pidió un préstamo de 10.000 liras italianas (alrededor de $8000 dólares de hoy) volver a casa. El barman lo ayudó.
Tomaría otros 3 años antes de que Pickering finalmente reapareciera en Venecia. No sólo devolvió lo adeudado, sino que ofreció 30 mil liras extras como agradecimiento e instó a Cipriani: "Ahora puede abrir su propio lugar. ¡Llámelo Harry's Bar!". El sitio abrió el 13 de mayo de 1931 y se convirtió en el ícono moderno de las barras venecianas. Es el sitio de copas luego de las exhibiciones de los films.
Chin chin con Casanova
La charla y la copa. Reunir la palabra con la bebida es un clásico en Venecia. Aromático, floral y crujiente, el prosecco es el vino espumoso número uno producido en Italia que, en ocasiones, hace olvidar el champagne. Es de él que nace el Bellini, uno de los cócteles más famosos de la región, elaborado con Prosecco y duraznos blancos en puré (succo di pesca). Fue inventado en 1948 por el propio Cipriani. La tonalidad rosada del Bellini le recordó el color de la toga de un santo en una pintura de Giovanni Bellini, de ahí el nombre. La bebida se convirtió en una especialidad de temporada en Harry's Bar, una de las favoritas de Ernest Hemingway, Sinclair Lewis, Alfred Hitchcock y Orson Welles.
Pero el prosecco ha inspirado otras opciones. Aunque sus orígenes exactos no son muy claros, parece que fueron los soldados del Imperio Austro-Húngaro a finales del siglo XIX quienes transmitieron la afición del spritz a los italianos. Para evitar el consumo excesivo de alcohol que descubrieron a su llegada a Italia, los soldados decidieron comenzar a mezclar el vino con agua carbonatada. Lo bautizaron como 'Spritz', que se deriva del verbo austríaco Spritzen, rociar.
Cuando Roberto Naccari empuña la coctelera y diseña un trago permite a su auditorio de estrellas de cine ser miembro de una cierta nobleza veneciana en pleno siglo XXI. La tradición de crear es una regla en la vorágine de la Sereníssima. En sus manos estuvo la invención del trago estrella del Danieli, el Góndola. Para él echó mano a materias primas provenientes del Véneto: una medida de vodka, una de aperol, gotas de morlacco, cherry y prosecco. La barra del Danielli cobija a los jurados del festival y las figuras invitadas especialmente.
Come bien que la vida es un destello
A ese proverbio los venecianos hacen culto. Los cicchetti son un imperdible. Su nombre proviene del latín "ciccus" que significa pequeña cantidad. Los hay guisados, fritos o a partir de combinaciones de embutidos o quesos, siempre de producción local.
Para degustar la versión celebrity, hay que recurrir a los sitios históricos. El propio Cipriani creó una versión que exportaría al mundo: el carpaccio. Inventó el plato en 1963 para una amiga, Amalia Nani Mocenigo, a quien los médicos le habían aconsejado que comiera carne cruda. Tomó su plato con una salsa de mayonesa aromatizada con limón y salsa Worcestershire y aligerada con un poco de leche. Para el nombre se inspiró en el pintor veneciano del siglo XV, Vittore Carpaccio, cuya obra fue objeto de una exposición de arte en la época, diciendo que el contraste entre el rojo y el blanco de su nuevo plato le recordaba el trabajo del pintor.
Do Mori, a pasitos del puente del Rialto, escondido en una calle poco transitada que lleva su nombre, es el más antiguo de la ciudad y el preferido de las estrellas. Abrió sus puertas 30 años antes de que Colón llegara a América. Se cuenta que era la cicchetería que frecuentaba Casanova. Se entra por un lado y se sale por el otro en la calle paralela. Uno de sus clásicos es el "francobollo" (sello de correo), un sándwich pequeño, cuadrado, que preparan con varios rellenos. Pero su oferta es múltiple y en su cocina se cuece todo el día. Nervios con cebolla, porotos guisados, sepia a la plancha, pulpo, anchoas marinadas, sardinas o calabaza en saor, anguilas marinadas, arenque, medio huevo con anchoas, crutones de polenta con bacalao a la crema, tortilla con radicchio di Treviso, las albóndigas y las anchoas fritas en este momento.
El sitio secreto
Promediando el siglo pasado, otra vez el ingenio de Cipriani encontró lugar para el escondite más secreto, pero mejor expuesto. El hotel que lleva su nombre mira a la Plaza San Marco, pero desde enfrente. En la bella Giudecca, allí donde viven los venecianos y los turistas llegan poco. El Belmond Cipriani cuenta con un servicio privado de botes que lo une con la piazza en apenas 5 minutos cada cuarto de hora. Una vez en el destino, un muelle propio y exclusivo cobija a los viajeros. Compartir el trayecto con Brad Pitt o Marion Cotillard puede ser una rutina. Su terraza frente a la laguna, donde amanece como en ningún otro sitio de Venecia, esconde vericuetos propios para celebridades. Lo mismo que su jardín secreto, donde los patos y las glicinas son escenario ideal para cerrar el contrato de producción de la siguiente película.
Ya en Lido, la única isla del archipiélago veneciano que admite autos y donde efectivamente tiene lugar el Festival de Cine cada año, hace su epicentro en el Hotel Excelsior, a mitad de camino en el Lungomare Marconi (la calle paralela al mar). Tiene una impronta lujosa que atraviesa los tiempos. Tomar un café en su bar o en el más céntrico Grand Hotel Hungaria y Ausonia, uno de los más bellos del Lido, recientemente restaurado con su típico estilo "liberty", es una tentación a encontrarse con los más famosos.
Pero secreto si los hay es el de invertir unos euros para llegar hasta el Excelsior en taxi acuático. El arribo se produce en el embarcadero privado del hotel y desde ahí el paso hasta la ciudad es totalmente interior, justo donde sólo las figuras entran. Llegar allí es sentirse parte de una Venecia diferente, donde se puede vivir su esplendor, a la par que es posible visualizarla desde cerca. Una experiencia lejana a la guerra de palomas y las selfies. Para llenarse de historia entre un mordisco, un trago y una charla con Polanski.