En João Pessoa, capital del estado de Paraíba, en el norte de Brasil , las mareas lo son todo. A veces descubren arenas rojas solo por unas horas; otras, arenas blancas. Según su capricho, también revelan piscinas naturales con tortugas marinas y delfines o bancos que parecen islas. En fin, que como el aire o el amor, las mareas aquí son cuestión de vida o muerte: la variación del mar es de cero a tres metros; para caminatas, baños o paseos, más vale estar atento y tenerlas en cuenta.
Nueve estados conforman el nordeste brasileño: Bahía, Maranão, Sergipe, Alagoas, Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do Norte, Ceará y Piauí. João Pessoa, la punta de la panza del mapa de América del Sur, nació en las márgenes del río Sanhauá y creció en dirección al mar. Allí está el punto de las Américas más próximo al continente africano, Ponta do Seixas, donde el sol asoma primero.
El horario de las mareas aparece escrito en una pizarra como información vital en la recepción de los hoteles en João Pessoa: la vida gira en torno a ellas. Entonces los ritmos son otros. Se desayuna muy temprano -el sol sale a las 4.20 -. para aprovechar el día, y se cena entre las 19 y las 20, sin merienda. El alma se aquieta para introducirse, casi sin querer, en la cadencia nordestina, hermana de los movimientos de forró, una danza local donde se mezclan varios estilos e influencias, aun la africana.
Con cerca de 800.000 habitantes, la tercera metrópolis más antigua de Brasil tiene pocos edificios, casas bajas de colores, iglesias históricas, mucho verde (como el Jardim Botánico do Buraquinho, con más de 500 hectáreas), aires pueblerinos y ninguna barraca sobre la playa: todas se encuentran fuera de la arena en pos del cuidado ambiental. El agua del mar es tibia y siempre hace calor; con 20 grados, todos se ponen campera. La mayoría de las personas aquí dan dos besos o abrazan cálidamente al saludar.
La capital de Paraíba posee un extenso litoral urbano ligado por una costanera con ciclovías desde las playas de Bessa, Intermares y Manaira hasta Cabo Branco, pasando por Tambaú, con muchos restaurantes y bares. Todos los días de 5 a 8 de la mañana está cortado el tránsito desde Manaira Norte para hacer deporte y bañarse en el mar sin el ruido de los autos; en ese horario la rambla se vuelve aún más bella; al atardecer también es deliciosa; en la oscuridad plena ya no tanto, la noche confunde y todos los gatos son pardos.
Para deleitarse, pescados de todas las formas posibles (grillados, fritos, en guiso con leche de coco y aceite de dendé), cerveza bien helada y playa, que en esta época es intermitente por las lluvias, pero nada que no solucione un poco de paciencia.
Al caminar por el centro histórico me envuelve el perfume de los árboles de cajú y de acerola, un frutito rojo, un tanto amargo, rico en vitamina C. Y de los carritos que venden brochettes de queso coalho o carne. Se recorre a pie: primero porque es más lindo caminar las ciudades y después porque las calles son angostas.
En la plaza principal, rodeada por edificios históricos como el antiguo Palacio Municipal, los viejos juegan al dominó en mesas y bancos de cemento, como si el tiempo no pasara. Más lejos, una peatonal baja hacia el río: allí se despliega el mercado, con mesas que exhiben, orondas, pescado fresco, pollos, codornices, quesos, verduras y frutas coloridas del país de los gigantes con nombres desconocidos: inhame (tubérculo enorme) cajá, cajú, graviola, mangaba (mango, de todos los tamaños), seriguela, ameixa y tantas otras; frutas musicales, al son del pregón de los puesteros. El olor es intenso, hace calor y se ven niños con familias y otros, por aquí y por allá: un morenito de rulitos comestibles pasa sonriendo en patineta; otro, duerme a la buena de Dios en la vereda. En eso, Brasil también se parece a la Argentina y al resto de América Latina: tenemos las mismas deudas pendientes.
El convento de San Antonio, devenido Centro Cultural San Francisco, fue construido en 1589 por los frailes franciscanos: constituye una de las principales expresiones del estilo tropical barroco brasileño. La turbulenta historia de ocupaciones -la primera data de 1634 por los holandeses-, hicieron que dentro del centro convivan edificios de diversas épocas, como la Capilla de Oro de 1710, la casa de oración, los claustros, la fuente y la sacristía. Los paneles de azulejos del altar mayor también son del siglo XVIII, cuando el templo fue devuelto a los franciscanos.
La nueva posibilidad de volar todos los sábados en forma directa desde Buenos Aires, sin tener que hacer escala en San Pablo, a precios amables, vuelve al destino aún más atractivo.
Paseos encantados
Con casi 50 años, delgado, de pelo entrecano y con remera larga para protegerse del sol, João Wharles Emiliano Costa Portela sonríe cándidamente y tira fotos como si se tratara de un viajero más. Estudió letras, ejerció el periodismo y luego se convirtió en guía de turismo. Cuenta que su mamá le puso una h a su segundo nombre para hacerlo más único entre sus siete hermanos? "Y también por las ballenas, las whales", dice, y todo su ser ríe en su mirada. Luego aclara: "Difícil llevarse la cultura paraibana en una sola visita, con artistas como Ariano Soassuna (creador de uno de los filmes más famosos del Brasil, O auto da compadecida); escritores como Augusto dos Anjos o Lourdes Ramallo, y músicos como Elba y Zé Ramalho, Herbert Vianna, Chico César y Lucy Alves, entre tantos otros. Tampoco se puede explicar la espiritualidad, hay que sentirla".
La religiosidad y el sincretismo se perciben en la calle, en las cientos de iglesias de distintos credos y en fiestas como la de San Juan, que dura todo el mes de junio.
Unos 18 km hacia el litoral norte, se pueden visitar Areia Bermelha y el puerto de Cabeledo, con su playa fluvial Jacaré. En esa dirección nace también la BR- 230 o ruta transamazónica. En Brasil se maneja rápido: si se alquila auto, hay que tomar precauciones y estar muy atento.
Desde Praia do Poco
Al atardecer, desde Cabeledo puede verse la puesta de sol sobre el río Paraíba en la Praia do Jacaré, con el sonido del bolero de Ravel, ejecutado por el músico Jurandy do Sax. La música envuelve la bella escena todas las tardes hace más de veinte años: se escucha desde el agua en un catamarán o en un bar de la costa. El barco sale del puerto del río a dar vueltas en redondo mientras su staff se disfraza, baila forró y entretiene a los viajeros con sus ocurrencias.
En la misma dirección norte, desde Praia do Poco parten las excursiones hacia las arenas rojas o Areia Vermelha, por la mañana o por la noche, de acuerdo a la marea. El barco navega unos 15 minutos hasta un banco de arena de formación coralina en el medio del océano encantado. Allí los viajeros se sumergen o se quedan en la playa hasta la hora de volver, cuando la crecida del mar hace desaparecer la isla efímera como en un hechizo.
La tercera excursión posible consiste en una navegación de media hora en catamarán desde Praia do Seixas hacia las piscinas naturales de aguas verdeazuladas, demarcadas por corales que no se pueden pisar, el extremo más oriental de las Américas, Ponta do Seixas. Se hace pie y se puede nadar y mirar con snorkel, aunque no se ve mucho. Desde la playa y bien a lo lejos se distinguen tortugas marinas y algún que otro delfín.
Conviene saber que este tipo de paseos son un tanto ruidosos por la música a bordo, bien regados, porque existe la opción de tomar caipirinhas y cervezas heladas a bordo no incluidas en el pasaje. Todos disfrutan: las familias, las parejas y los que arrancan el día de juerga.
El litoral sur es bastante más agreste, con una de las playas nudistas más antiguas de Brasil, Tambaba, a solo 20 km de João Pessoa en el Municipio de Conde, otra historia para contar.
Datos útiles
Cómo llegar
Por Gol, vuelos directos, Buenos Aires-João Pessoa todos los sábados, desde US$260 ida y vuelta.
Dónde dormir
En Manaira, João Pessoa, hotel Hardman Praia, desde US$100 la habitación doble con desayuno. www.hotelhardman.com.br
Qué hacer
100 % Lazer: esta agencia ofrece las excursiones a Praia do Jacaré, Areia Bermelha y Ponta do Seixas desde US$10 por persona.
Buggies: excursión de medio día por las playas de Conde desde US$40 mediodía; US$70, todo el día, por persona.
Dónde comer
En João Pessoa: el promedio por cubierto es de unos US$20.
Estaleiro restaurante: jugos especiales y platos gigantes de ensalada, crepes y pizzas para compartir en un ambiente abierto e informal. R. Artur Monteiro Paiva 1223, Bessa.
Cozinhia Rocha: comida de autor del chef Onildo Rocha, con búsqueda de producto paraibano, preparaciones a base de pescado, mandioca, carne y quesos artesanales de productores locales. Av. Antonio Lira, 536, Tambaú.
Sonho Doce: interesante restaurante dentro de un servicio de catering, muy económico para gente local. Praça de Independencia 109, centro de João Pessoa.Más información www.destinoparaiba.pb.gov.br