Historias de viajes longevos y nuevos habitantes. Atrevidos sin rumbo que encallaban a vivir en cualquier costa de terrenos escarpados y deshabitados, bellos hasta desfallecer, pero crueles en el trato. Así es que nace uno de los recorridos más mágicos de la Canadá extrema al este, la tierra se desmigaja en cuasi fiordos e islas. El primero data de 1730 y anunciaba el paso hacia la fortaleza de Cape Breton. Años después, con la toma del sitio por los ingleses, cayó en desuso. Pasarían 28 años antes de que se construyera el de Sambro, en el puerto de Halifax, el mismo que se ve desde la costa de la ciudad, y a partir del cual se iniciaría una seguidilla interminable que recorre una costa rocosa infinita.
Halifax es una ciudad sin pretensiones. Amigable para el viajero y con diversidad: el río, el área histórica, la riviera, sus casas salidas de cuentos de hadas con techos rojos y verjas de madera. Es el punto ideal para iniciar el recorrido.
Empezar por el postre
Uno de los faros más idílicos de la ruta es uno de los más cercanos a Halifax (45 kilómetros): Peggy’s Cove, un destino de apenas 35 habitantes (porque no aceptan nuevos) recibe con un pueblito pintoresco que antecede a la costa. En el camino: Nova Scotia Lobsters Rolls, vende porciones de langosta en caja, Beales Bailiwich es un sitio que parece neoyorkino (se puede tomar algo, comer y comprar). Las gaviotas de madera pintadas a mano estilo veleta son imperdibles. RH Crocks parece un olvidado galpón de pescadores, pero es en verdad una tienda de antigüedades de la disciplina. Sou’Wester, con vista al faro, instalado hace 50 años, con espíritu de restaurante rutero dedica la mitad de su espacio a los souvenirs. El faro domina el pueblo. El camino por las rocas que lo circundan lo vale todo.
Liverpool se encuentra a 140 kilómetros de Halifax en la dirección opuesta. Es una ciudad apacible y pequeña. Aquí se puede dejar el auto y andarla a pie. El faro es una miniatura: un chalet bajito, con tres plantas y data de 1855. Es el tercero más antiguo de la región. Un deck de madera lo rodea y se abre a un amplio estuario de aguas mansas. Ideal para la lectura, las fotos, la contemplación o el picnic.
A un paso se aparece Petit Riviere, bien señalizada desde la misma Liverpool. Si se puede programar darse una vuelta el tercer sábado del mes, se puede participar del "Desayuno de los bomberos". A la pequeña bodega local se suma la galería de arte de una pareja de Toronto que decidió abrir su espacio allí. Maritime Painted Saltbox es su casa y su negocio. No es posible partir si llevarse algo de lo que pintan entre ambos.
Allí mismo se abren dos playas para pasar la jornada: Rissers Beach y Crescent Beach, con una distancia de tres kilómetros entre ellas. La segunda está más cerca de la ruta, pero la primera tiene un camino serpenteante construido en madera que se introduce en un bosque que oculta la playa. Arribar a ella deja sin aire. No puede existir más calma que aquella. En la orilla de enfrente un lugareño sacó su silla a la playa y lee un libro, levanta la mano, saluda, y sigue.
La ruta lleva a Lunemburg, la "Capital Mundial del Árbol de Navidad". Debe su nombre a la profusión de pinos que alberga. Su centro conserva una joya de la zona: un circuito de 33 propiedades históricas que han sido puestas en valor. La oficina de turismo provee de un mapa con recorrido y referencias. Las lomas del paraje ayudan a ganar en vistas increíbles de la bahía.
Bahías encadenadas
Una de las causas por las que se ha llenado la zona de faros es la presencia de bahías una tras otra, interrumpidas por zonas montañosas y grandes espacios marinos. Entre ellas aparecen nuevos pueblos: Hubbarts con un lindo café para una parada (Trellis) y un sendero para trekking Aspotogan Trai). Regresando a Halifax se llega a Mahona Bay. La calle principal acompaña la riviera. Toda la localidad mira hacia el agua. Galerías de arte, sitios de diseño, bares y pequeños alojamientos de ensueño. A un paso se encuentra Chester, otra comunidad tranquila que duerme sobre el mar.
Recostada sobre una bahía larga e irregular en su anchura, se emplaza Mahona Bay. Su calle principal serpentea bordeando la costa, donde se acumulan sitios artesanales, galerías de arte, venta de elementos decorativos y pequeños cafés.
El paso siguiente es Walton, fundada en 1836, con un faro pequeño con gift shop atendido por una anciana local que regala caracoles a los viajeros. No hay que irse sin hacer el sendero lateral: con o sin bruma, la vista lo tienta a uno a hacerse pintor.
Hay que dejarse sorprender por el Burntcoat Head Park: el sitio con las mareas más altas del mundo. El faro es del 1850 y es tan mágico como la caminata por la playa roja desde la que cuesta divisar la orilla.
La ruta sigue: en dirección al Cape Chignecto Provincial Park se accede al Cape d’Or, un faro en medio de la espesura. Royal Annapolis, el asentamiento permanente más antiguo del país, allí se asienta la colonia de vieiras más grande del mundo. Se visita el faro del mismo nombre y se accede a los de Bear River, Victoria Beach y Schafner Point.
Un viaje para dejarse llevar por el sabio concepto canadiense de austera opulencia, donde la riqueza está en la experiencia y en dejarse sorprender por un paisaje nunca visto.