
Alberto Boscaini: fósiles, tiempo y el arte de leer la historia de la Tierra
El paleontólogo e investigador del CONICET, habla sobre el tiempo profundo, las extinciones masivas y nos invita a repensar el pasado para entender nuestro lugar en el mundo

Alberto Boscaini nació en Verona, Italia, pero vive desde hace una década en la Argentina, donde logró plasmar su sueño de ser paleontólogo; y más específicamente, estudiar la anatomía, taxonomía, filogenia de los perezosos que inhabitaron el continente americano a lo largo del período cenozoico. En una nueva entrega del ciclo Conversaciones, Alberto compartió su fascinación por los dinosaurios –desde que vio Jurassic Park a los cinco años–, su percepción sobre la vida en nuestro planeta y el tiempo, temas que también va a plasmar en la próxima edición de TEDx Río de la Plata, a celebrarse el 9 de noviembre.
- ¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Cómo surgió tu pasión por la paleontología y, en especial, por la investigación de los perezosos?
- Yo nací en Italia y hace 10 años que vivo en la Argentina, donde logré plasmar mi sueño de ser paleontólogo. Un sueño que tengo desde hace muchísimo tiempo, desde los cinco años, cuando fui al cine a ver Jurassic Park. Pasé miedo, obviamente, pero al final de la película dije: “Quiero hacer esto, yo quiero excavar”. Creo que la primera fascinación de todos los niños es estudiar a los dinosaurios.
Después, esta pasión quedó: la pasión por el pasado profundo, el tiempo profundo, como lo llamamos nosotros, los paleontólogos. Y a medida que iba investigando, leyendo, informándome en libros para nenes y después para más grandes, me daba cuenta que existía toda una historia de la vida por contar que era infinita, inmensa.
- ¿Cómo es el trabajo del paleontólogo? ¿Cómo se define un área de exploración y qué tan factible es encontrar algo?
- Por suerte es algo frecuente. Pero el trabajo del paleontólogo es muy variado, hacemos muchas actividades durante el año. Quizás, la actividad más icónica es ir al campo a buscar fósiles y esto, en general, se hace –con suerte– durante dos semanas o un mes al año, donde se concentra la campaña, que también depende de los fondos disponibles. Cuando se organiza una campaña, es muy importante saber lo que uno quiere encontrar. El primer recurso es buscar en los mapas geológicos, donde aparecen las rocas que uno quiere investigar. Ahora, están todas, más o menos, mapeadas. Sabemos dónde están las rocas del mesozoico si queremos encontrar dinosaurios o si queremos ir al cenozoico y buscar mamíferos, en ese caso. De hecho, están pintadas de colores muy llamativos, los mismos en todo el mundo. Por ejemplo, las rocas del mesozoico están pintadas en los mapas en color verde. Hablamos desde los 200 millones de años hasta los 66 millones de años, que es cuando cae el meteorito y ahí termina oficialmente el mesozoico.
Entonces, primero buscamos en los mapas rocas del mesozoico y después tenemos que ir a ver rocas que sean de tipo sedimentario. Son todas aquellas rocas que se depositaron, por ejemplo, por la acción de un río. Ahí es posible encontrar fósiles. Si las rocas se formaron por vulcanismo, por erupciones volcánicas o si fueron metamorfizadas –pasaron por condiciones de presión y temperaturas muy extremas– es muy difícil encontrar fósiles; no es imposible, pero es sumamente difícil.
Muchos de los territorios ya han sido explorados, caminados por otros que vinieron antes de nosotros. Entonces, siempre vamos a ver si salió algo más, porque la erosión, de un año a otro, siempre te cambia el panorama; destapa nuevos fósiles y, simplemente, con ir un año o dos años después, se encuentran nuevas cosas allí donde hace pocos meses, quizás, no se encontraba nada.
- Una vez que se encuentra un fósil, ¿cómo es el proceso? ¿A quién pertenecen esos fósiles?
- Cuando se encuentra un fósil, normalmente, se hace una excavación previa, se destapa un poco el área para ver la magnitud de lo que se encontró. A veces, es algo muy chiquito que en pocas horas puede salir, se envuelve y listo, va al museo. A veces, se encuentran dinosaurios en conexión anatómica, es decir, un esqueleto puesto en el terreno, y esos llevan varios años sacarlos. Sacar fósiles de esa magnitud se parece más a una obra de construcción, porque hay que hacerles camas de yeso. Se sacan lo que nosotros llamamos bochones, grandes aparatos de yeso que después se llevan al museo, ahí se cortan y se hace toda la preparación, porque es mucho más cómodo, hay herramientas más finas, hay todo tipo de pegamentos para poder asistir el trabajo de preparación. Y el fósil después queda depositado en el museo.
Por ley, en la Argentina, los fósiles son patrimonio del país y siempre tienen que ser depositados en el museo más cercano al lugar del hallazgo. Esa sería la sede y es muy importante, por ejemplo, si alguien encuentra un fósil, que es bastante común en la Argentina, lo ideal es sacar una foto y mandarla al museo más cercano o contactarse con algún paleontólogo.
- ¿Por qué es importante estudiar lo que pasó hace millones de años? ¿Es por interés científico o también nos habla del futuro?
- Es un poco de todo. Yo creo que, a nivel cultural, es importante saber de dónde venimos y quiénes somos. La paleontología responde un poco a ese tipo de preguntas. Nos pueden gustar, más o menos, esas respuestas, podemos quedarnos con esas respuestas o podemos buscar en otro ámbito del saber. Pero la paleontología nos dice muchísimo sobre eso. Por ejemplo, que somos una especie que apareció hace muy poco en este planeta, hace 250.000 años en África, y de ahí nos expandimos en todo el mundo.
Hacia dónde vamos, no lo sabemos con exactitud, porque la paleontología nos permite hacer algunas predicciones del futuro, pero hasta ahí. La nuestra es una ciencia donde los experimentos ya ocurrieron. Todo lo que investigamos son los restos de experimentos del pasado que ya se verificaron y nosotros, de a poco, vamos entendiéndolos. El trabajo de un paleontólogo se parece al trabajo de un detective, porque tiene un componente histórico. Nosotros no podemos replicar experimentos en un laboratorio y ver cómo funcionan, cómo evolucionan, porque las cosas ya ocurrieron.
- En el mundo de los paleontólogos, muchas veces se habla de que los humanos vamos hacia una extinción masiva. ¿Estamos en ese camino?
- Absolutamente. Vamos hacia una extinción porque todas las especies se originan y, en algún momento, se extinguen. Ahí no cabe duda. Nosotros tenemos la posibilidad de determinar, quizás, si queremos extinguirnos antes, después, en cuánto tiempo. Digamos que una especie promedio de mamíferos sobrevive unos cuatro millones de años. Nosotros estamos acá desde hace, solamente, 250.000 años. Tenemos mucho por recorrer. Lo ideal sería superar esa barrera de los cuatro millones de años, llegar a más, a seis u ocho; es mucho tiempo por delante. Pero te soy sincero, por el ritmo en el que vamos afectando los ecosistemas, no sé si vamos a llegar a los cuatro millones de años.
- ¿Qué significa una extinción masiva?
- Hubo varias extinciones masivas en la historia de la vida, al menos cinco. Los paleontólogos las llamamos las ‘big five’. La más icónica, la más llamativa es la del meteorito que impactó hace 66 millones de años y extinguió los dinosaurios. En realidad, no solo extinguió a los dinosaurios, extinguió el 75% de la vida en ese momento. Y tampoco es verdad que extinguió a todos los dinosaurios, porque las aves (que son dinosaurios) siguen acá, al día de hoy, con nosotros.
Ahí, todos los grandes grupos que había en ese momento, incluyendo los mamíferos, animales marinos, invertebrados, se redujeron un montón. O sea, su diversidad colapsó. Quedaron algunos sobrevivientes y empezó todo de nuevo. Hubo muchos grupos que hicieron, en jerga técnica, radiación adaptativa, porque encontraron nichos ecológicos vacíos que previamente estaban ocupados y pudieron explorar un montón de morfologías, un montón de adaptaciones a las condiciones cambiantes. Eso es algo muy interesante y siempre hay que destacarlo: las condiciones cambian todo el tiempo; las condiciones climáticas, la temperatura, la tectónica, los continentes, todo está en constante cambio y la vida también cambia con ellos.
- ¿Hace cuánto habitó el dientes de sable?
- Vivía en el pleistoceno, en todo el hemisferio norte, y llega a América del Sur en lo que llamamos el gran intercambio biótico americano. ¿Qué es eso? Todo Suramérica fue un continente isla durante millones y millones de años, alrededor de 40 millones de años. Fue un laboratorio de evolución increíble, y solo hace tres millones de años se conectó con América del Norte a través del istmo de Panamá. Ahí, un montón de mamíferos, prevalentemente del hemisferio norte, bajan a América del Sur, y también hay unos cuantos de América del Sur que migran hacia América del Norte, por eso lo llamamos intercambio.
[El dientes de sable] es un depredador, uno de los más feroces de su época. Smilodon populator es la especie que migra hacia América del Sur, y fue el depredador de las faunas del momento, que podían ser perezosos gigantes, gliptodontes –que son armadillos que podían alcanzar el tamaño de un Fiat 600–, y también otros mamíferos menos llamativos como los notoungulados, porque no dejaron ningún tipo de representante actual. Había muchísimos mamíferos, en toda América del Sur, que no dejaron representantes en la actualidad, entonces nos cuesta un poco más entender cómo eran.
- ¿Por qué se extinguió un depredador tan predominante?
- Las causas pueden ser varias. La teoría principal, al día de hoy, es que en ese lapso de tiempo –entre 15 y 10 mil años atrás, hubo una extinción masiva de mamíferos impulsada por el ser humano. Un ser humano que se expande en todo el mundo, entra por el Estrecho de Bering a América y ahí logra alimentarse de los grandes mamíferos de ese momento, por ejemplo, los perezosos gigantes. Perezosos que no tenían un depredador natural. Cuando entra el ser humano a América, que caza en grupo, que tiene un lenguaje muy articulado, que pueden interactuar entre ellos, que fabrican armas, ahí cambia el juego. Entonces, la extinción de la megafauna va ligada también a la extinción de estos animales.
- ¿Cómo te das cuenta de la antigüedad de un fósil?
- [Este cráneo de perezoso, de 18 millones de años de antigüedad] proviene de una formación que conocemos muy bien, la de Santa Cruz de la Patagonia argentina. Una formación que se empieza a descubrir cuando Florentino Ameghino estudia a estos animales. Toda su familia estaba al servicio de la paleontología. Su hermano, Carlos, era el que hacía las expediciones en esos lugares de la Patagonia; expediciones muy peligrosas porque estaba años en solitario recorriendo lugares muy inhóspitos. Había muchas comunidades indígenas, era un lugar muy difícil para la gente en ese momento, y Carlos empieza a encontrar cosas realmente llamativas. Él las lleva a Buenos Aires y Florentino las estudia. Por ejemplo, en esa época, en una sola publicación, él podía dar a conocer cientos de especies. Era un ritmo de descubrimiento muy frenético.
- ¿Qué cambió con la llegada de nuevas tecnologías como los análisis genéticos? ¿Estas herramientas los ayudaron a descubrir nuevas especies o a diferenciarlas unas de otras?
- Los paleontólogos, en general, diferenciamos especies a nivel morfológico. Todavía nos basamos mucho en la morfología para separar diferentes especies. La genética nos está ayudando un montón, y cada día más, porque las nuevas tecnologías nos permiten ir más profundo en el tiempo: la genética, la proteómica, que es el estudio de proteínas como el colágeno. Todas estas moléculas nos permiten entender las relaciones evolutivas entre los distintos grupos y, muchas veces, dan respuestas distintas a las que da la morfología. Entonces, uno de los grandes desafíos, al día de hoy, es poner en conjunto estas dos fuentes de evidencias.
Lo que se está haciendo ahora mismo, es reconstruir las cavidades que están adentro de los cráneos. Por ejemplo, a través de tomografías computadas, podemos hacer un modelado virtual y ver cómo era por dentro la anatomía de estos animales. Es muy valioso, porque una de las funciones principales de un cráneo es proteger lo que está adentro, proteger el cerebro, proteger el oído interno, que son órganos sin los cuales sería imposible la vida. Esto nos da la posibilidad de recuperarlo, de estudiarlo y de encontrar pistas muy interesantes sobre el modo de vida de los animales del pasado.
- Como paleontólogo, ¿cuál es tu idea del tiempo? ¿Es distinta tu percepción al investigar lo que sucedía hace millones de años?
- Para un paleontólogo, el tiempo es todo, diría yo. Creo que si a cualquier paleontólogo le preguntaran ¿cuál es su deseo más íntimo?, diría viajar atrás en el tiempo, ir allá donde se encuentran los animales que estudia solo a través de los restos fósiles, que es lo que llegó al día de hoy. Que, para nosotros, son pequeñas cápsulas de tiempo que quedaron atrapadas y nos cuentan historias de vida maravillosas. Cuanto más puede uno ahondar en la dimensión temporal, se da cuenta de que hubo un montón de experimentos allá atrás.
- ¿A qué te referís con ‘experimentos’?
- Innovaciones morfológicas, por ejemplo; cosas que no llegaron al día de hoy y que muchas veces no entendemos el porqué. El T-Rex, por ejemplo. ¿Cómo llegó a extinguirse? De algunos sabemos el por qué por temas de extinción masiva, pero en otros casos no es tan claro. Hay un montón de eventos contingentes que pasan y que no podemos controlar del todo. Eso también nos pone un poco en perspectiva. A mí, me hace ponerme en perspectiva saber que soy un individuo que apareció antes de ayer, en 1988, de una especie que apareció también en tiempos muy recientes. Y esto nos ayuda a colocarnos en el mundo.
- El tiempo es el eje temático del evento TEDx Río de la Plata. ¿Qué nos podés adelantar?
- Este evento, primero que nada, va a ser increíble. Hay muchas cosas nuevas, muchas sorpresas. TED existe hace 15 años, y en esta edición se está innovando bastante. Yo estoy en un segmento curado por Edu Saenz de Cabezón y Gerry Garbulsky, que se llama Tiempos de conversar. Vengo a poner un poco mi perspectiva sobre el tiempo profundo, junto con otras tres oradoras fantásticas. Lo que quisieron hacer en este segmento fue sentarnos un poco a conversar sobre cosas de la vida después de nuestra charla TED. Y cómo estas dinámicas temporales, estas distintas escalas, se pueden mezclar y, quizás, dejar algún mensaje.








