Sean Young participó de films icónicos como Blade Runner, Duna y Wall Street; 25 años antes del MeToo denunció los abusos de Hollywood, pero nadie quiso escucharla
La cámara empieza a grabar mientras sigue a la actriz lista para interpretar el papel que nadie podrá hacer mejor que ella. Al menos en su opinión, que es de todo menos modesta. Con el maquillaje y el vestuario haciendo juego, la intérprete ingresa a los estudios Warner en Los Ángeles en busca del director que, está segura, si le diera la oportunidad se encontraría con la persona indicada para su película. Pero el director no aparece, dicen que se escondió en el baño de su oficina a la espera de que la intrusa se vaya por donde vino. Todos los presentes desean lo mismo y eventualmente, después de una charla tensa con uno de los productores del film, la actriz se retira y el rodaje de Batman vuelve continúa con relativa normalidad cuando Tim Burton, su director, por fin sale del escondite en el que se había refugiado apenas Sean Young se coló en el estudio exigiendo verlo.
En 1992 habían pasado diez años desde el estreno de Blade Runner, una de las películas más icónicas de la década anterior que tuvo a la actriz como protagonista. ¿Qué pasó desde que Young era la intérprete más solicitada de Hollywood hasta aquel día en el que decidió presentarse ante Burton sin invitación para exigirle que la considerara para encarnar a Gatúbela en lugar de Michelle Pfeiffer?
La industria del cine está repleta de historias de ascensos vertiginosos y caídas estrepitosas pero pocas como la de la actriz que por unos años parecía estar encaminada a alcanzar la cima de Hollywood y que terminó siendo el hazmerreír de sus colegas y una de las víctimas más notorias de la cultura de abusos y misoginia del mundo del entretenimiento. Su carrera comenzó cuando la joven Sean dejó su Michigan natal para mudarse a Nueva York con la idea de ingresar en la prestigiosa compañía American Ballet, pero pronto sus sueños de bailarina probaron ser demasiado ambiciosos para su talento. De todos modos, se quedó en Nueva York, donde trabajó como modelo por un tiempo hasta que encontró la actuación. Y a poco menos de dos años de su cambio de profesión, Young consiguió el papel de su vida: fue elegida para interpretar a la intrigante Rachael en la adaptación cinematográfica de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela de Philip K. Dick, que sería dirigida por Ridley Scott.
El film que inauguró una nueva era de la ciencia ficción en el cine no fue un éxito de taquilla pero sí llamó lo suficiente la atención para que muchos en la industria quisieran tener a Young en sus proyectos futuros. Así, al poco tiempo la actriz fue una de las protagonistas de una comedia de Gary Marshall, ¿Dónde está el doctor? y participó de otro hito de la ciencia ficción adaptado al cine: fue Chani (el papel que interpreta Zendaya en las nuevas Duna, de Denis Villeneuve), en la versión de la novela Duna, de Frank Herbert, que dirigió David Lynch en 1984. Aunque inolvidables para los amantes del género, la fama que consiguió Young por esos dos papeles no se compararía con la que logró gracias a Sin salida, el thriller que protagonizó en 1987 junto a Kevin Costner y Gene Hackman. El film en el que interpretaba a Susan, la amante del poderoso ministro de defensa a cargo de Hackman, que termina envuelta con Tom Farrell (Costner), el oficial de la marina encargado de su seguridad, marcó un punto de inflexión en la carrera de Costner y Young. En el caso de la actriz, le consiguió el título de la mujer fatal de los ochenta y que compararan el impacto de su personaje en el film con aquel que había tenido la aparición de Janet Leigh en Psicosis.
Al tiempo que Sin salida se transformaba en un fenómeno de taquilla global, Young ya estaba comenzando a filmar su siguiente proyecto: Wall Street, de Oliver Stone. La impresionante seguidilla de Young al formar parte de algunas de las películas que mejor representaron el espíritu de los años ochenta da cuenta de su estatus en Hollywood en aquellos años, un lugar de privilegio que a partir de su participación en la película de Stone empezó a tambalear. A pesar de que para la prensa -y cualquiera que observara su carrera desde afuera-, Young no podía ser más exitosa. Sin embargo, como luego reportaron algunos medios como la extinta revista especializada Movieline, el rodaje de Wall Street había estado repleto de conflictos para la actriz: Charlie Sheen, el protagonista, solía pegarle cartelitos en la espalda con insultos y ella creía que su papel no estaba a la altura.
Según Stone, Young había llegado al set creyendo que los encargados de casting se habían equivocado y que ella no tenía que interpretar a la esposa del personaje de Michael Douglas, sino que el papel que mejor le quedaba era el del interés romántico del personaje de Sheen que encarnaba Daryl Hannah -con quién había trabajado en Blade Runner-, e insistía en que la despidieran para ocupar su lugar. Su actitud, contó el director, creó tal malestar en el rodaje que aunque ya habían empezado a filmar decidió echar a Young y reducir al mínimo las intervenciones de su personaje en la trama.
Claro que los problemas en Wall Street fueron menores comparados con los que atravesó la actriz en su siguiente película, La tensión. El film centrado en un ambicioso agente de bienes raíces que destroza su vida y la de su esposa por su adicción a la cocaína representaba para Young la posibilidad de mostrar su habilidad para el drama, pero resultó ser un desastre para su vida profesional y personal. Es que en medio del rodaje, James Wood, el protagonista de la película, empezó a perseguirla. “Le dije, Jimmy, estos son sentimientos normales, si seguimos sintiéndonos así en seis meses, volvamos a pensar en estar juntos. Era mi manera de rechazarlo, eso fue todo”, recordaba la actriz hace unos años en un reportaje con Entertainment Weekly. Pero eso estuvo lejos de ser todo. Woods y su pareja de entonces iniciaron una demanda contra Young alegando que la actriz los estaba acosando y que hasta había dejado una muñeca desfigurada en la puerta de su casa. Y, por si fuera poco, a la acusación se sumaron extraños rumores que decían que Young había utilizado pegamento para pegar el pene de Woods a su pierna. Según la actriz, todo se debía a que su coprotagonista estaba decidido a destruirla por haberlo rechazado. Finalmente el caso no prosperó por falta de pruebas. Sin embargo, Young contó que desde ese momento las habladurías nunca dejaron de perseguirla y que su carrera nunca se pudo recuperar de las acusaciones.
Lo cierto es que para esa misma época, la actriz volvió a conseguir uno de los papeles más anhelados de Hollywood. Tim Burton la contrató para encarnar a Vicky Veil en Batman. Sin embargo, la suerte no estaba del lado de Young. En la etapa de ensayos para la película le pidieron que se entrenara para andar a caballo y durante una de sus cabalgatas se cayó y se rompió el brazo. Los productores decidieron reemplazarla por Kim Basinger. Años después, Young aseguró que podría haber seguido en la película si se acomodaban sus escenas, pero que el productor de Batman, John Peters, insistió con Basinger porque “quería acostarse con ella”.
Después de la decepción por su fallida participación en el film de Burton, la actriz recibió la buena noticia de que había sido elegida para trabajar en Dick Tracy, la peculiar adaptación de otro héroe del cómic que protagonizaría y dirigiría Warren Beatty. Claro que esa oportunidad también viró en desencanto. Una semana después de haber comenzado a filmar, Young fue despedida porque, según la palabra oficial de la producción, la actriz no reflejaba en pantalla el aire maternal que el director buscaba para el personaje de la novia del detective. Según ella, la verdad sobre su salida de la película era que Beatty se veía demasiado viejo y que además había rechazado todos sus intentos de seducirla. En una nota de tapa publicada pocas semanas antes del estreno de Dick Tracy, Young describía a Beatty como “imposiblemente egocéntrico, más vanidoso que cualquier mujer que haya conocido y obsesionado con el sexo, su pene y la conquista de mujeres”. En ese mismo reportaje la actriz explicaba que Hollywood estaba llena de protagonistas masculinos difíciles para trabajar pero que nadie hablaba al respecto porque en la industria de cine los hombres ocupan la mayoría de los puestos de poder. Una adelantada a su época por más de 25 años: esas declaraciones la relegaron de la cima de Hollywood, una caída que solo empeoró cuando su comportamiento público se volvió más errático.
La verdadera Gatúbela
“Me parece que Timmy ahora se toma a sí mismo demasiado en serio. Así que te voy a hacer un favor y te voy a pedir que te conectes con la realidad por un minuto para que veas que tenés una vida maravillosa, que tenés mucha suerte de hacer lo que estás haciendo pero que algo te debe haber pasado desde la última vez que nos vimos para que no me concedas una reunión para hablar de Gatúbela y para no haberme recibido cuando fui a tu oficina. No te estás ocupando de tu negocio y no tenés idea de quién es la verdadera Gatúbela. Considerá esto como un aviso de que Gatúbela intentó llegar a vos y no quisiste escucharla”. El monólogo de Young dicho mirando a cámara durante el programa de entrevistas nocturno que conducía Joan Rivers, no solo resultó uno de los momentos más extraños de la TV norteamericana sino que fue la última gota que el público, pero sobre todo los productores de Hollywood, necesitaban para confirmar que la actriz era prácticamente incontratable. No importaba que a ese pasaje en el programa, de comedia por cierto, le siguiera una entrevista en la que contó lo complicado que resultaba ser una mujer con opiniones firmes en el microclima de la industria del cine y que hasta un psicólogo diagnosticara en vivo que sus arranques de furia estaban más que justificados. A principios de los años 90, ese nivel de exposición y demostración de vulnerabilidad extrema todavía no se habían transformado, como lo son ahora en commodities para la opinión pública.
Toda la publicidad-negativa-, alrededor de Young tuvo un aparente lado positivo al impulsar el postergado estreno del film Crímenes de amor, un thriller erótico en el que interpretaba a una fiscal que, harta de no obtener resultados para atrapar a un abusador sexual serial por el lado de la ley, decide actuar como carnada para detenerlo definitivamente. El proyecto tenía el potencial de al menos contar con un estreno resonante y tal vez alguna invitación a los festivales de cine internacionales gracias a su directora, Lizzie Borden, una reconocida documentalista, y al poder de Miramax, la productora propiedad de los hermanos Bob y Harvey Weinstein. Lo cierto es que Borden perdió el control de la película cuando Weinstein empezó a intervenir en el guion, la historia de tintes feministas perdió todo sentido y el productor amenazó a la directora con destruir su carrera si se atrevía a quitar su nombre de los créditos, avergonzada por el resultado final del proyecto.
Para Young, se trató de una nueva fuente de desprestigio cuando empezó a circular el rumor de que le había pagado a un asistente de sonido 5 mil dólares para que fuera el doble del protagonista masculino en una escena de sexo con ella. Una mentira que ocultó una verdad más siniestra alrededor de la película: Weinstein, que había insistido en contratar a Young para el papel, intentó atacarla sexualmente cuando terminó el rodaje. Algo que la actriz recién contó en 2018 en medio de las revelaciones sobre los crímenes cometidos por el condenado productor durante sus muchas décadas de dominio en Hollywood. Claro que a diferencia de la mayoría de sus colegas, Young llevaba más de 25 años hablando del sistemático abuso que marcó el pulso de la industria del espectáculo. Y quizás por eso, durante mucho tiempo, más allá de que siguió trabajando sin cesar-aunque en proyectos de dudosa calidad además de su aparición en Blade Runner 2049- lo único que se sabía de la actriz tenía que ver con sus escándalos. Como aquella vez en 2006 cuando intentó colarse en la fiesta de los Oscar organizada por la revista Vanity Fair, o cuando la echaron de los premios del sindicato de directores por burlarse a los gritos del realizador Julian Schnabel, que estaba sobre el escenario; las sospechas de robo por la que la buscaba la policía de Nueva York o aquel incidente en 2012, en el que supuestamente le pegó una cachetada a un guardia de seguridad apostado afuera de la fiesta de ganadores de los Oscar. Una celebración de la que Young soñó con ser parte cuando era una de las actrices más prometedores de los años ochenta y que décadas después seguía siendo una fantasía que nunca logró realizar.
Más notas de Grandes fracasos del mundo del espectáculo
"Eran unos idiotas". El peor fracaso de Nintendo: directores inexpertos y actores que se emborrachaban para “soportar” el rodaje
Una cara recurrente en los 80. La triste historia de una exestrella infantil que denuncia casos de pedofilia y su actual cruzada
Fue uno de los "chicos malos" de los 80. La estrella que dominó el cine en su adolescencia, perdió todo y pasó un tiempo en la cárcel
Más leídas de Personajes
“Un laberinto del que no salís más”. Beto Casella y Ángel de Brito: de competir en TV a sentir pudor por mostrar sus vidas
"Me enamoré furiosamente de ella y ella no". Yanina y Diego Latorre: confesiones, palitos y trapitos al sol en el debut de Bondi
"Estoy soltero". La particular imitación que hizo Fátima Florez de Milei tras la separación
Cumplió 50 años. Un baile descontrolado, el abrazo de Bardem y una fiesta llena de celebridades: así fue el festejo de Penélope Cruz