
Solitario y majestuoso, el faro ilumina un pasaje signado por la abundancia de cordones pedregosos sumergidos e islotes de mínimas dimensiones
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Si bien la descripción de toda la zona peligrosa cercana al puerto deportivo de Colonia del Sacramento podría ocupar páginas y páginas, la experiencia indica que las derrotas más populares que siguen los navegantes que llegan o salen de él son reiteradamente en sentido Este-Oeste, con la alternativa de pasar al norte o al sur de la isla San Gabriel.
El pasaje por el Sur, muy apto para embarcaciones de gran calado o para navegantes sin mucha experiencia, tiene sin embargo sus bemoles.
No queda ninguna duda de que, alejándose convenientemente de la isla hacia el Sur, las aguas son muy profundas y la navegación, exenta de riesgo alguno.
En realidad lo mejor, en todos los casos, es arrimarse a la boya de Peligro Aislado, que marca al barco hundido Viena (nada peligroso porque está poco menos que deshecho), tal como lo hacen los ferries, y desde allí arrumbar hacia el puerto deportivo, previo paso al sur de la Boya Verde Nº 3, o sea dejándola por babor, a la ida.
Buscando emociones violentas
Pero, vaya uno a saber por qué, aún quedan intrépidos navegantes que hacen caso omiso a este sano consejo y, tal vez atraídos por la magia que siempre emana de un faro, se arriman imprudentemente al Faro Farallón, con el resultado de una varadura con ruidos de rotas cadenas que se escuchan aun desde lejos.
Farallón, una pequeñísima islita, con su hermoso faro, despide en forma de estrella extensos cordones de restingas, virtualmente en todas las direcciones, pero la madre naturaleza parece haber preferido hacer bien rotundos a los que se dirigen hacia el Sur, en dirección, precisamente, al Viena.
La única manera de evitarlos es recostando la derrota bien sobre este casco a pique, y es la más segura manera de llegar o volver de Colonia en forma anónima e intrascendente, o sea sin tener que ser motivo de un titular en los medios gráficos, o una entrevista exclusiva en los noticieros de TV.
De todas maneras, cada cual elige su propia forma de ser protagonista, y recuerdo una vez en que hice un reportaje a esos auténticos héroes que son los voluntarios de ADES, que se ocupan de salvamentos en el río, especialmente a embarcaciones en situaciones difíciles.
Orgullosos como estaban, no dudaron en mostrarme un cuadernito donde figuraban, renglón por renglón, las acciones que hasta ese momento habían emprendido, indicando el lugar del siniestro, nombre del barco y capitán del mismo, en cada caso.
Probablemente por un motivo de secreto o pudor profesional, uno de mis interlocutores desgranó rápidamente con la yema del pulgar las muchas hojas escritas a mano, pero un llamado telefónico en ese preciso momento le hizo dejar el cuaderno abierto sobre la mesa, directamente bajo mi vista.
La inesperada revelación
Dios me perdone, pero mi curiosidad pudo más y, sabiendo que, por razones obvias la inmensa mayoría de auxiliados por distintas circunstancias eran embarcaciones argentinas, no pude menos que echar una ávida -y por qué no, morbosa- mirada a la columna donde figuraban los nombres de las embarcaciones.
Por lo que me enteré, de manera irrefutable, que varios muy conocidos veleros y cruceros de motor alguna vez habían pasado por el trance del SOS y la emergencia de haberse comido las rocas.
De todas maneras, una vez salidos del embrollo y ya de vuelta a nuestros pagos, claro que se cuidaron muy bien de comentar su embarazoso trance, probablemente ( seguramente ) comentando con estudiada indiferencia a sus vecinos de amarra Normal. Como siempre. Sin novedad, che .






