El famoso cocinero reconoce que es un apasionado de los fierros y que llegó a correr en karting cuando era niño; ahora, también privilegia el diseño, la tecnología y la seguridad
Hace más de 20 años que Santiago Giorgini se dedica a su pasión, que es la cocina. Participante de diversos ciclos radiales y televisivos, también tiene otra pasión: la de los autos. Sencillo y de buen humor, comenta: "Soy fanático de los autos desde chico. Siento que tendría que haber sido piloto, porque comencé a manejar a los 8 años en un karting a motor con caja de cambios y siempre me encantó. Llegué a girar y a hacer algunas carreras en forma bien amateur. A mi me gustaba mucho pero a mi padre no, él no quería que fuera corredor de autos. Entonces, a los 12 años esa pasión se terminó por obligación. Pero, fueron cuatro años de mucha alegría, varios kartings y pasadas por la meta".
Recuerda que su primer auto fue "el sueño de todos los jóvenes en los ochenta", un Mehari, y agrega: "Nací en Temperley y estudié en una escuela industrial. A los 17 años me compré un AMI 8, lo desarmé junto con mi papá, él compró la carrocería de plástico en San Fernando y durante 10 meses me dediqué a armarlo por completo, le hice absolutamente todo".
Con la emoción de su objetivo, Santiago salía de la escuela todos los días y dedicaba tiempo a su auto. "Me topé con un mecánico que era un genio, porque tenía un taller y vendía repuestos y cuando fui a preguntarle si me armaba el Mehari me dijo sin conocerme: No, pero si vos me comprás los repuestos te enseño y te presto las herramientas y vos lo armás. Fue un gran momento en mi vida. Ahí, tenía pelo y largo (risas), y ese fue mi primer auto. Fui feliz y lo tuve por muchos años".
Con la posibilidad de hacer rodar su auto, a los 17 años sacó la licencia de conducir con permiso de su padre y después "fue como un popurrí de autos, cada dos o tres años lo cambiaba; ahora uso una Ford Ranger. También, me gustan mucho los autos deportivos como el Audi A7 y las coupés, que me fascinan. Además, voy a las carreras siempre que puedo y las disfruto sin ser fanático de algún piloto o alguna marca, porque ahora por el programa que sale los domingos, asisto a las pruebas de giro los sábados al autódromo".
Mecánico por pasión, en cuanto el auto tiene algún desperfecto interviene, pero dice que "a los más modernos me parece más difícil meterles mano, porque abro el capot y me da un poco de miedo; pero sí, le hago todo lo que puedo".
De los autos expresa que "disfruto su estética" y cuando tiene que elegir busca uno en particular: "No me da lo mismo cualquiera, soy bastante exigente con el diseño". Sobre la tecnología, asegura que debe entregarle mucha seguridad: "Investigo mucho sobre este aspecto, por ejemplo, en 2009, en línea con lo que podía pagar, compre el Nissan Tiida que era el más seguro. Disfruto, del confort y me gusta se sienta bien debajo del pie derecho, que sea picantito".
Atento en su momento a brindar seguridad a sus dos hijas, siempre exige los anclajes Isofix para colocar los Sistemas de Retención Infantil, y recuerda al respecto: "Mis hijas sobrevivieron de chicas y durante tres años a una coupé Audi A5, con un motor V6 3.2 L que a papá le gustaba mucho (risas)".
Y, claro, fanático de la perfección, el ceder el volante no está en su lista: "No puedo. Tampoco se come arriba del auto, sólo se toma agua y ningún líquido con azúcar para que no se manche el tapizado. ¿Soy bastante obsesivo? (risas) Sí y va bastante en paralelo con algunas cosas de la cocina".
En el tránsito se confiesa prudente. Dice que nunca toca la bocina, que es muy tranquilo durante la conducción, que no se pelea ni baja la ventanilla y sólo quizás dice algunas malas palabras cuando nadie lo escucha. Y, claro, en su vehículo no puede faltar una botella con agua y su set de cuchillos, esos que no presta y siempre "van conmigo debajo de mi brazo".
Cercano a la música por los actuales programas en los que participa, en cuanto a sus preferencias es variado, incluye el rock, el pop y "desde hace tres años estoy con el folklore cada vez más arraigado".
Cuando se le pregunta por el auto de sus sueños, concluye: "Algún clásico. Restauré un Impala 59 V8 4 puertas sin parante (el cola de libro), hermoso, espectacular. Siempre voy teniendo algún clásico, pero lo vendo porque la cuenta bancaria no soporta más de uno a la vez. Tuve varios Volkswagen Escarabajo como el 61, el 61 Convertible, el 61 Sunroof, y ahora tengo uno 81 brasileño. Las Combi Volkswagen me atrapan. Creo que el auto de mis sueños es el Volkswagen Karmann Ghia del 64, la coupé más lenta de la historia (no supera los 110 km/h). Me encantaría subirme y usarla en sus 40 o 60 km/h y disfrutarlos. Eso es sentir".