
No siempre es necesario cambiar el parabrisas. Muchos impactos y rajaduras pueden repararse sin problemas
1 minuto de lectura'
Se trata de una situación bastante común, que puede ocurrir en una autopista, en el medio del campo o en una travesía todoterreno. Alguna piedra suelta del camino, por esas cosas del destino, cae fatalmente sobre el parabrisas y deja su huella marcada sobre el cristal.
Los parabrisas están confeccionados con vidrios de seguridad. ¿Qué significa eso? Son cristales tratados especialmente para no romperse o, en todo caso, quebrarse en forma segura, sin provocar astillas cortantes.
Los vehículos de mayor antigüedad poseen parabrisas templados: el vidrio común es sometido a un proceso de calentamiento (a 650° C aproximadamente), y después se enfría violentamente a temperatura ambiente.
Este procedimiento le otorga una resistencia a los impactos cuatro veces mayor que la del cristal convencional. En caso de rotura estalla, desintegrándose en pequeños fragmentos que no causan heridas cortantes serias.
Las ventanillas y las lunetas de los modelos más modernos también son de cristal templado. No obstante, sus parabrisas son de vidrio laminado: está formado por dos capas de vidrio templado (la externa se llama de seguridad) ligadas por una o más películas plásticas -hechas de un material denominado polivinil butiral (PVB)- y recubiertas en su cara superficial por otra película del mismo componente.
Al recibir un golpe, la lámina impide que el cristal estalle. Sólo se forma un orificio o una rajadura. Con el tiempo el daño se agrava, ya que la grieta se expande producto del movimiento del rodado y los cambios bruscos de temperatura cuando se usa el aire acondicionado o la calefacción.
Existen dos grandes grupos de daños, de acuerdo con la forma que adopten sobre la superficie del cristal: bulvares -son más bien circulares - y de estrella -tienen ramificaciones-. Hacia adentro se forma un orificio cónico.
Los únicos que admiten reparación son los laminados. Sin embargo, si el daño mide más de 50 cm o está en una zona que dificulta la visual del conductor es preciso reemplazarlos.
Eso es así porque siempre queda algún rastro. Los especialistas no hacen magia, aunque pueden minimizar los efectos del daño causado en el cristal. Lo que se ve es una mancha que, al tacto, no presenta relieves. Cuanto mayor sea el punto de impacto, mayor será el vestigio que deje.
Si sufrió un golpe en el parabrisas, lo más conveniente es no dejarse estar. Se debe decidir cuanto antes entre cambiarlo o repararlo. En este último caso se lo debe llevar al taller de inmediato, para evitar daños mayores.
El paso a paso
Una vez determinado el tipo de golpe, se procede a remover toda traza de vidrio molido y tierra que se haya internado en la capa externa del parabrisas. Nunca se llega hasta la lámina de seguridad porque, de hacerlo, quedaría una marca muy notoria.
A continuación se procede a inyectar una resina para rellenar el orificio. Se trabaja en sucesivas etapas de vacío y presión: primero se saca el aire atrapado entre las láminas y después se inyecta el pegamento. Si no se actuara de esa manera, el aire comenzaría a expandirse y el vidrio se rajaría por la presión que ejerce.
Si solamente la capa superficial es la dañada, se rellena el orificio con la resina sin necesidad de inyectarla.
Seguidamente, se expone la zona reparada durante cinco minutos aproximadamente a los rayos ultravioletas (UV), que son emitidos por una lámpara especial. Es que la resina empleada se seca cuando se la somete a los efectos de esos rayos (ese proceso se llama catalización por fotocurado ).
Terminado ese paso, se limpia el exceso de resina que pudo haberse filtrado fuera del orificio.
Toda esta labor demanda entre 30 minutos y tres horas, según el daño que haya sufrido el cristal. El costo mínimo de reparación es de 30 pesos.
Al retirar el auto, por 48 horas su dueño debe tener ciertas precauciones.
- Dejar el auto al aire libre para acelerar el secado de la resina.
- No usar el aire acondicionado ni la calefacción, que podrían producir una diferencia de presión con respecto al exterior que rajaría el cristal.
- Dejar las ventanillas un poco abiertas para permitir el ingreso de aire del exterior (también para no generar una diferencia de presión).
- No lavar el parabrisas, ya que en un descuido se podría hacer fuerza sobre el vidrio.
- No circular por terrenos irregulares, y mucho menos emprender un viaje por caminos poblados de piedras.
Conviene no circular muy pegado al rodado que va adelante si se va por un camino de ripio o que está siendo reparado. En ambos casos, es mejor reducir la velocidad de marcha. Además, al rebasar a otro vehículo, es mejor hacerle señas, abrirse lo más posible y no colocarse delante inmediatamente.
Fuentes consultadas: Fix-Glass Argentina, Avda. Juan B. Justo 3165, 855-6385; Parabrisas Córdoba, Avda. Alvarez Thomas 928, 551-0900; Parabrisas 4050, Avda. Córdoba 4050, 864-3448.
Cuando no se puede arreglar
En los casos en que el parabrisas no puede ser reparado se procede a su cambio. No existe un cristal universal: hay un vidrio específico para cada marca y modelo de vehículo.
Con la ayuda de cuchillas circulares se cala el vidrio. Los restos que quedan adheridos a los bordes se quitan teniendo especial cuidado en no dañar las molduras. Si el auto tiene parabrisas con burletes, se lo engarza directamente. Si está pegado, primero se rellena el perímetro con sellador poliuretánico, se presenta el cristal y se lo apoya con sumo cuidado.
Como el pegamento se seca después de diez minutos de ser aplicado, existen unos instantes para acomodar el vidrio si no quedó perfecto.
Después, sólo resta armarse de paciencia unas 7 horas como mínimo, y preparar la billetera. El costo menor por un vidrio templado (con mano de obra incluida) es de 80 pesos, y asciende a 200 si se trata de un parabrisas laminado.
Las recomendaciones para las 48 horas posteriores son las mismas que rigen para la reparación: no someterlo a grandes diferencias de presión de aire entre el habitáculo y el exterior (no usar el aire acondicionado ni la calefacción, no lavarlo, dejar que entre un poco de aire por las ventanillas) y evitar los caminos difíciles.




