El costo del desarrollo plantea un desafío, pero de implementarse podría alentar el uso de vehículos eléctricos en el mundo; el primer paso europeo
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En las afueras de París, Francia, se acaba de inaugurar un tramo experimental de autopista capaz de recargar autos eléctricos mientras circulan. Se trata de una sección de casi dos kilómetros en la A10, cerca de Angervilliers, que se convirtió en el primer corredor del mundo con carga inductiva dinámica, una tecnología que podría redefinir el futuro del transporte.
El sistema, impulsado por un consorcio integrado por Vinci Autoroutes, Electreon, Hutchinson y la Universidad Gustave Eiffel, funciona bajo un principio similar al de los cargadores inalámbricos de los celulares: bajo el asfalto se instalaron unas 900 bobinas de cobre que transmiten energía a los vehículos equipados con receptores especiales en sus bajos. Así, los autos o camiones pueden reponer parte de la batería sin detenerse ni conectarse físicamente a un cargador.
Durante las pruebas, participaron cuatro vehículos de distintas categorías: un Toyota bZ4X, un utilitario, un camión DAF XF y un colectivo. La potencia media de carga ronda los 200 kW, con picos de hasta 300 kW, lo que permite recuperar entre uno y tres kilómetros de autonomía por cada kilómetro recorrido, según el tipo y peso del vehículo.

Bajo las condiciones adecuadas la eficiencia energética del sistema es del 85%, lo que implica que tiene una pérdida del 15% durante la transferencia de energía. Aunque aún es un prototipo, los resultados preliminares son alentadores y podrían derivar a futuro en vehículos con baterías más pequeñas y menos necesidad de detenerse para recargar.
El principal obstáculo por ahora para que se utilice masivamente esta tecnología es económico. Cada kilómetro de autopista electrificada cuesta alrededor de 13 millones de euros, cifra que incluye obras, infraestructura eléctrica y mediciones técnicas. En comparación, el costo promedio de construcción de una autopista tradicional en Europa ronda los ocho millones por kilómetro.

Por ese motivo, los especialistas estiman que su aplicación masiva todavía está lejos, aunque destacan que la tecnología podría tener un impacto inmediato en el transporte de cargas, uno de los sectores más difíciles de descarbonizar. Los camiones eléctricos, por ejemplo, podrían reducir el tamaño de sus baterías, abaratar costos y acortar los tiempos de recarga.
Si bien esta innovación aún está en fase experimental y con costos prohibitivos para la región, el desarrollo abre el debate sobre la infraestructura que requerirá la movilidad eléctrica en América Latina, donde las distancias son largas y tanto la irregularidad del terreno como el clima afectan el consumo.

En la Argentina, donde el proceso de electrificación recién comienza —con un parque aún dominado por vehículos híbridos—, la prioridad sigue siendo ampliar la red de carga rápida y estandarizar las conexiones. Sin embargo, este tipo de pruebas europeas marcan el rumbo tecnológico del transporte del futuro y podrían servir de modelo para corredores eléctricos regionales en rutas estratégicas que conecten las principales ciudades, como el eje Buenos Aires–Rosario–Córdoba o los pasos hacia Chile.
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