Candelaria Tornquist dirige Reklus Cars, fábrica donde se reproducen artesanalmente modelos históricos, tanto de carrera como de calle; BMW 507, Maserati 450 o Alfa Romeo Berlinetta son algunas de las réplicas que salen de la empresa ubicada en Todd (Arrecifes) y se venden en todo el mundo
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Paz de pueblo, tranquilidad rural. Todd tiene ese condimento de las localidades donde todos se conocen y en las que caminar por sus calles es un constante levantar la mano o mover la cabeza como intercambio de saludo. Generalmente, cada lugar tiene su distintivo, sea por un tipo de producción, alguna fiesta típica o uno o más personajes resonantes. Una de las particularidades destacadas de esta comunidad de algo más de 700 habitantes, es formar parte de un entorno tradicionalmente fierrero, por estar casi pegado a Arrecifes (menos de 10 km sobre la RN8, provincia de Buenos Aires), localidad cabecera del partido homónimo considerado “Cuna de Campeones”. Más de 750 pilotos (entre famosos y anónimos) se cuentan entre los arrecifeños de nacimiento o por adopción. Froilán González, Pairetti, García Veiga, Fontana, los Di Palma, Marincovich y Canapino, apenas algunos de una interminable lista.
Pero esa fecunda tierra de ases del volante (dicen que es récord mundial en la materia) tiene un plus tan singular como significativo, de relevancia internacional. Se llama Reklus Cars y está allí, situado en esa atmósfera donde se respira automovilismo. Es un atelier en el que artesanalmente toman forma réplicas de autos de otros tiempos, que salen con sello de exportación hacia los destinos más variados y lejanos. Son piezas exquisitas por su nivel de detalles y calidad en pos de respetar al máximo los estándares originales y exigidos por clientes de todas partes. También restauran autos originales, pero no es su principal actividad. Candelaria Tornquist es la dueña y encargada de llevar las riendas de este espacio donde se recrean modelos del pasado, tanto de competición, como para uso civil, ya sea Maserati, Alfa Romeo o BMW.
Fanática de Fangio, convive con los autos y la mecánica desde que aprendió a caminar. Su padre, Marcelo Tornquist, fue el primer piloto profesional de Turismo Carretera, con larga trayectoria en el TN (durante la que muchos consideran la mejor época de la categoría) y como navegante de Rally. Vaya si no aplica la máxima de que “la sangre tira”, si esta mujer de 52 años aprendió a manejar cuando aún era una niña. Inquieta, curiosa, rodeada de autos e inmersa en un ambiente de carreras, encontraría en el camino a su otra mitad: Gustavo Mancardo, “Pini” para todo el mundo, su esposo y cofundador de Reklus.
Se habían cruzado la pasión y el fanatismo de un amante de los autos, con el entusiasmo de su compañera de vida y socia en esta aventura de coleccionar motores, carrocerías y piezas de todo tipo. Él había ya arrancado en su rol de constructor siendo aún un adolescente, cuando armó el primer auto. Y fue hace casi un cuarto de siglo cuando esta fábrica se puso en marcha, primero en la Zona Norte del Gran Buenos Aires y luego, en este pueblo de Arrecifes. Con momentos muy buenos, más de un altibajo, épocas de mayor o menor fortaleza económica, pero siempre fueron creciendo, a base de esfuerzo, sacrificio y varias resignaciones. Así, el emprendimiento forjaba su presencia, mientras su nombre se instalaba entre la elite de los coleccionistas.
Pero en el destino había una dura posta. En 2020, “Pini” perdió la vida en un accidente de tránsito. Tenía 54 años. Y ya antes de afrontar la recuperación de ese tan severo golpe, había que decidir: parar la máquina y cerrar o seguir para adelante y honrar todo el esfuerzo que hasta allí los había llevado. Con sus tres hijos aún chicos y rodeada de afectos, gente de confianza y muy al tanto del tema, se puso al frente. “Acá en Todd estamos felices, es nuestro lugar en el mundo”, dice sentada en un sillón del living armado en uno de los extremos del showroom (exquisito muestrario de museo), mientras cuenta detalles del trabajo que allí se hace, que demanda investigación, estudios y búsqueda constante de piezas, técnicas y soluciones para que este engranaje no se detenga.
Candelaria define a Reklus como “un taller de artesanos”, porque quienes lo integran (unas 15 personas) son verdaderos artistas con una enorme capacidad, desde el reto de desarmar un motor sin saber en qué estado lo van a encontrar, a afrontar los más variados temas a resolver con las carrocerías. “Todo es un desafío, un aprendizaje, por eso digo que es un arte”. Firme, segura de sí misma, una conocedora de la historia del automóvil, siempre dispuesta a aprender para mejorar cada aspecto de la producción y ampliar el horizonte de la empresa y de su gente. Su agenda semanal se reparte entre la casa de Pilar y este espacio que demanda presencia. Ahí hay que estar y es lo que más le gusta.
Cuenta que la producción fue variando y que hoy principalmente se centra en autos de calle y de competición de los años 50 y 60. Siempre hay una Maserati 450 S (o A6GCS, 300 S o 350 S) o un BMW 507 en gestación. Siempre hay una baquet, un monoposto en proceso de armado o reparación. Pero también reciben otro tipo de pedidos y no le esquivan a un proyecto que implique salirse del molde. Rara vez hay un “no” como respuesta.
“Nada es imposible y todo depende de los tiempos y del dinero del cliente. A veces nos piden modificaciones que difieren del modelo original y, aunque no estemos de acuerdo, las hacemos igual, es un gusto que debemos satisfacer”, dice. Se busca información en libros, fotos, todo es útil y válido. Ahora, por ejemplo, están trabajando en un Minerva de 1928, que requiere un trabajo específico de carpintería que obliga a derivarlo a un especialista. “Contamos con colaboradores de excelencia, ya sea talleres, cabinas de pintura, tapiceros o carpinteros, como en este caso. Ellos también son verdaderos artistas”, sostiene.
Tableros de instrumentos, volantes, detalles de terminaciones, tapizados y llantas, son algunos de los ítems que tercerizan. A diferencia de otros centros de producción similares, la mayoría de los autos que salen de esta empresa son recreaciones dotadas de motores originales -salvo alguna rara excepción- de ser posible del mismo modelo, sino, un bloque de esa marca y cilindrada. La mecánica es el punto de partida, luego vienen chasis y carrocería, para la cual se usa exclusivamente aluminio. Por estos días, una de las máquinas que está tomando forma es una Maserati como la que usó Fangio en las 12 Horas de Sebring de 1957. “Es algo nuevo para los chicos, porque la carrocería es totalmente distinta, más allá de que usa el mismo chasis y mecánica”.
Del modelo original al celular
La fábrica trabaja por encargo y el proceso apunta a cumplir en tiempo y forma con esos compromisos. “Es complicado producir autos sin tener pedidos”, sostiene, “aunque sí es cierto que cuando nos ingresa una petición, en lugar de hacer un chasis y una carrocería, hacemos tres y tres, para aprovechar el proceso y quedarnos con un stock de base, al menos de los autos que más salen”.
Cuenta que cuando arrancaron, el mercado era diferente. “Hace 20 años el cliente europeo se inclinaba más por los autos de preguerra, más tradicionalista y conservador, exigente hasta el más mínimo detalle. Hoy vemos que el cliente es más joven y le gusta más la velocidad, por eso aprecia más los vehículos de los 50 o 60″. Otro tanto ocurrió con el término “réplica”, que tiempo atrás no estaba del todo bien visto, en especial por los puristas. Pero hay una realidad tan simple como inexorable: los originales se fueron agotando y ya no van a volver a producirse como tales. Es por eso que las recreaciones comenzaron a ser más valoradas y son cientos los coleccionistas que además de tener el auto original, quieren su gemelo para exhibirlo o usarlo y revivir las sensaciones que tuvieron los pilotos de antaño. Cada auto replicado tiene toda una historia detrás y algunos son más emblemáticos que otros, como los que corría Fangio, por ejemplo: “Recrearlos nos enorgullece”.
También cambiaron las técnicas para la concepción, ya que antes para hacer una copia debían tener el modelo original para tomar de base y, en muchos casos, implicaba comprar ese original. “Hoy solo necesitas un celular con la aplicación para escanear una de esas piezas y listo”. Más allá de que cuentan con los planos de todos los autos que hacen para respetar las medidas exactas, hoy el láser es una tecnología que facilita muchos las cosas.
Respecto a los tiempos de producción por unidad, sostiene que es muy relativo y depende del momento en que los agarre y el tipo de auto. “No es lo mismo hacer un Stutz de los 20 (americano) que lleva más tiempo y detalles, que una Maserati”, afirma. “El último de los más complejos y demandantes fue un Isotta Fraschini, para un cliente con el que nos comprometimos y cumplimos. Pero ya no los hacemos porque puede demandar hasta un año y medio. Un Ford Monoposto puede estar listo en tres meses, una Maserati quizás en seis”. Asegura que cuando más de calle es el auto, más trabajo de terceros demanda. “Ahora también trabajamos en un BMW 507 descapotable que, una vez terminado, se irá para Dubai, y su avance depende del proveedor que nos hace la capota”. Teniendo en cuenta todo esto, la producción anual oscila de unos 6 a 10 ejemplares.
En el plantel hay un promedio de edad bajo y son todos hombres, por ahora, porque pronto empezarán a recibir alumnos y alumnas de la escuela técnica que irán por la pasantía. La intención es formar jóvenes y fomentar la importancia de tener un oficio.
“Cada trabajo es un desafío. Nunca te aburrís, jamás haces lo mismo, y eso es lo divertido. Este es un microclima ideal. Acá la gente es amable y siempre dispuesta a dar una mano. Lo mismo que al momento de probar un auto, nos queda todo cerca, tenemos mayor libertad y más seguridad, incluso es más sencillo contar con el autódromo de Arrecifes para girar las veces que sea necesario”.
La nostalgia del auto que se va
Asegura que cada auto que se va les produce nostalgia, “es como un hijo que tuvimos acá por varios meses”. Con el auto en manos del cliente, la relación que se genera es permanente, ya que le hacen un seguimiento en lo que sería una auténtica posventa. Hoy las cosas son muy distintas de lo que eran hace casi un cuarto de siglo. Ya es una firma mentada a nivel internacional y asegura que no hay mayor orgullo que escuchar a alguien en cualquier exposición del mundo decir “ah, es un Reklus”. Antes trataban de estar en los festivales de clásicos más destacados o publicando en los anuncios de las mejores revistas del rubro. “Hoy ya no es necesario. Nos ganamos el reconocimiento y eso se debe al modo de manejarnos, de cumplir y no faltar a la palabra”.
Hay autos de su autoría por todas partes, hasta en el museo de Baku (capital de Azerbaiyán) descansa un Ford Monoposto rojo y blanco, que no tiene idea de cómo llegó allí. La empresa exporta el 98% de su producción principalmente a Europa y EE.UU.
Candelaria es esa licenciada en Administración de Empresas que lleva las riendas de esta linda locura que emprendió con su esposo, quien solía decirle “vos vas a ser la única persona que va a poder seguir con todo si a mí me pasa algo”. El destino quiso que sea pronto y de repente le tocó cumplir ambos roles, el de dirigir la fábrica, buscar piezas y autos, y lo que ella ya venía haciendo, dedicándose a la comercialización y siendo la cara visible de la empresa. Se siente muy cómoda en un ambiente aún muy masculino, en el que la mujer va ganando presencia lentamente. “Cuando demostrás conocimiento y estar segura de lo que decís y haces, te ganas un lugar. Acá estoy rodeada de hombres y no por eso me fue complicado manejar la fábrica. Acá se estudia y se aprende todos los días. Tratamos de superarnos todo el tiempo y nunca nos creemos más de lo que somos. Se trabaja duro y es la mejor manera de enaltecer lo que iniciamos a pulmón hace más de dos décadas”.
¿Qué tiene Reklus de la personalidad de Candelaria Tornquist? “La obsesión por el orden -contesta entre sonrisas-, la prolijidad, que todo debe estar en su lugar, la imagen es clave”. El toque femenino está impregnado en ese ambiente conformado por tres estancias (mecánica/tornería, carrocería y showroom) con un sector en el que se almacenan repuestos y autopartes con admirable orden, clasificados por marca, modelo y año. Ese nivel de exigencia la ha llevado a pedir que un auto, ya listo para entregar, vuelva a desarmarse para acomodar un detalle de pintura.
Envuelta en glamour y distinción, esta mujer contagia con su convicción de que no hay imposibles ni impedimentos. Orgullosa, se emociona al ver a Juan Cruz Mancardo, el mayor de sus hijos -a poco de cumplir los 20- (le siguen Mora y Francisco), entusiasmado e involucrado, dispuesto a aprender y hacer cualquier tarea que se requiera en el taller, mientras estudia una carrera emparentada con este rubro. El heredero de la misma pasión que con un “los autos que hacemos en Reklus son picantes”, logra una definición breve, efectiva, sin vueltas, propia del desenfadado lenguaje de esa edad. Candelaria tiene su propio trono en este reinado de campeones, al mando de esa fábrica de cumplir sueños y satisfacer gustos con cada una de estas máquinas formidables.
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