
Nicolás Babini, un ejemplo
Anteayer, apenas pasada la medianoche, murió Nicolás Babini.
De él pueden decirse muchas cosas, pero lo esencial es que integra una estirpe de pensadores cuya honestidad intelectual provoca admiración y orgullo.
Fue arquitecto (recibido a los 21 años), dirigente estudiantil, fundador y redactor de periódicos (como Raíz , Cara o Cruz y Programa P opular), colaborador de Frondizi como secretario técnico de la Presidencia y subsecretario del Ministerio del Interior, escritor e historiador de la ciencia. Precisamente fue esta faceta de su actividad la que lo ocupó en su último medio siglo de vida.
Había nacido en Santa Fe el 22 de septiembre de 1921. Era hijo de José Babini, a quien unánimemente se considera el pionero de la historia de la ciencia en el país.
José fue autor de cientos de artículos y más de tres decenas de libros, entre los que figuran la Historia de la c iencia argentina (1949), La evolución del pensamiento científico en la Argentina (1954) y la Historia de la c iencia, junto con Aldo Mieli, un italiano naturalizado argentino que había fundado la Academia Internacional de Historia de la Ciencia.
Tras su paso por la política y la arquitectura, Nicolás retomó ese sendero y siguió haciendo camino. Fue creador y director de la revista Saber y Tiempo, la primera y única publicación periódica dedicada en el país a las investigaciones en historia de la ciencia, particularmente de la Argentina y América latina , para la que ambicionaba que pudiera desempeñar el papel de "agente catalizador" de una especie de asociación virtual que posibilitara el "reconocimiento académico indispensable para asegurar el desarrollo de la disciplina" en nuestro medio.
En una entrevista que le hizo Diego Hurtado de Mendoza con motivo del primer lustro de la revista, Nicolás Babini comentaba que para él uno de los valores de la historia de la ciencia es que permite evitar bloopers muy frecuentes en escritos sobre problemas argentinos, como el de creer que ciertos casos sólo ocurrieron en la época o en el lugar en que se los estudia. No hace mucho había publicado una minuciosa investigación sobre La otra A rgentina - La ciencia y la técnica desde 1600 hasta 1966, editada por el Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini, de la Universidad Nacional de San Martín.
Casado durante más de seis décadas con Ana María Eichelbaum (hija del periodista, guionista y dramaturgo Samuel Eichelbaum, autor de Un guapo del 900 , una de las primeras sociólogas en temas educativos e integrante de la Academia de Educación, que falleció hace un año, el 24 de enero de 2008), a Nicolás se le aplica lo que alguna vez escribió de su padre: su vida es una parábola que "contiene casi todos los elementos de esa historia científica nuestra, tan fecunda en esperanzas brillantes, arduas realizaciones y dolorosas frustraciones". En los últimos tiempos su preocupación era preservar las colecciones heredadas de su padre que había donado a la Biblioteca José Babini, también en la Unsam.
Ahora dijo adiós, pero ya es parte de una estirpe que merece mantenerse viva y vencer el polvo del olvido.
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