
Tardes de bingo y slots en Buenos Aires
El 70% del público son mujeres mayores de 60
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La sexagenaria mujer lleva más de una hora frente a uno de los cientos de slots (máquinas tragamonedas) del Hipódromo Argentino de Palermo. Cartera aferrada bajo el brazo izquierdo, aprieta de manera compulsiva, con la mano derecha, el botón rectangular y verde a ver si la suerte la acompaña. Su crédito se consume casi por completo a las 15.30 y le queda el último tiro. La mujer suspira, mira la pantalla, la acaricia, la besa y le susurra: "Dame suerte".
Esta historia se repite centenares de veces cada día, en los casinos, bingos y otros lugares de juego habilitados en la ciudad de Buenos Aires y en el resto del país. En todos ellos, las mujeres representan cerca del 70% del total de la concurrencia.
LA NACION recorrió un día de semana, en horario laboral, diferentes lugares de juego porteño. El Casino Buenos Aires recibe a los visitantes en la zona sur del selecto barrio porteño de Puerto Madero. Luego de un hall imponente, aquellos que van a poner a prueba su suerte en el juego pueden acceder a cuatro plantas donde hay slots , mesas de juego y ruletas.
El lugar predilecto de las mujeres, donde son amplia mayoría, es la zona de las maquinitas tragamonedas donde de cada diez personas presentes anteayer, pasado el mediodía, ocho eran mujeres mayores de 30 años. El grueso de esa franja, para ser precisos, superaba ampliamente los 60 años.
Ubicadas en una hilera de diez máquinas, igual número de mujeres prueban suerte. Parece la sala de espera de una peluquería, con la diferencia de que allí nadie habla y sólo se oye la estridente música de los slots. Cada una de las jugadoras, una vez que selecciona su máquina, parece entrar en trance. Su vista se fija sobre las frutas, monedas o números que giran constantemente en la pantalla. Sólo hay dos caminos para que salgan de ese estado: una buena recaudación, la menor de las veces, o cuando el crédito llega a cero y la expresión en sus rostros conjuga desazón con angustia por el fin de una amarga jornada.
El Hipódromo Argentino de Palermo recibe a los visitantes con un señorial acceso de escalinatas de mármol blanco y jóvenes perfectamente peinados y sonrientes. Tras cruzar el pórtico y recorrer un pasillo de unos 15 metros, se torna visible el ambiente de juego que, no obstante, mantiene su estilo imperial.
Frente a cada uno de los centenares de slots se destaca una butaca forrada de cuero verde oliva, con bordes de madera, que contrasta con el pie niquelado y empotrado en el lugar, sobre el cual se sostiene el asiento. Allí, a las 14.30 de anteayer, los jugadores rondaban el millar. La historia se repite; las mujeres son amplia mayoría y el diálogo está ausente.
Una señora adulta, sentada cómodamente en su butaca, refunfuña porque su crédito se acabó. En ese instante, pasa a su lado una joven que trabaja en la sala. La jugadora rápidamente saca de su cartera un billete de 100 pesos, liso, sin el menor pliegue, y lo flamea cual pañuelo. La joven se acerca y le acredita el dinero.
Segundos después, la mujer vuelve a su trance y al silencio, que perdurará el tiempo que la suerte la acompañe en una nueva jornada de su rutina frente a la tragamonedas.
145 SON LOS CASINOS HABILITADOS
- Treinta de ellos fueron abiertos en los últimos 5 años. En total, se estima que el ingreso anual es de 5500 millones de pesos.






