“Es como volar”: cómo cambió la vida de una joven ciega gracias a su perro guía
Con apoyo de lectores de LA NACION y la campaña de Red Solidaria, Agustina López Cabanillas, de 25 años, pudo acceder a Ángel; aún necesita reunir unos 3000 dólares para terminar de pagar el entrenamiento
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“Es como volar. Ahora sí me siento libre y sin miedo cuando camino por la calle”. Con esa frase, Agustina López Cabanillas, la joven ciega de 25 años que hace un mes pidió ayuda a través de LA NACION para acceder a un perro guía, cuyo entrenamiento tiene un alto costo, explica cómo cambió su vida desde que la acompaña Ángel, un labrador de dos años.
Un martes de enero, Agustina llega a la redacción de este medio luego de bajarse del colectivo a la par de su perro y caminar unas dos cuadras. “Bordear”, “recto”, “cordón”, “cruzar” y “puerta” son algunas de las palabras clave que le dijo a Ángel para llegar a destino, junto con un cariñoso: “¡Muy bien! ¡Qué buen perro que sos, gracias!”.
Después de decir que está feliz y muy agradecida por el apoyo que le dio la campaña difundida por Red Solidaria y la ayuda que muchos lectores de LA NACION, ella y Ángel se sientan en una de las salas de la redacción para charlar.
En diciembre, Agustina, que es licenciada en Trabajo Social y trabaja en políticas de inclusión en la Municipalidad de Morón, necesitaba juntar la mitad de lo que cuesta entrenar un perro guía, lo que le iba permitir justamente acceder a ese perro guía de la Escuela de perros del Club de Leones de Quilmes.
Solo le falta juntar 3000 dólares
Debido al dinero que se invierte en entrenarlos, tal como se explicó en la nota de diciembre, entre cuidados veterinarios, comida, entrenadores certificados y costo de la infraestructura, debía juntar 10 mil dólares. Hoy, Agustina, entre sus ahorros, rifas que organiza y el dinero que se recolectó con la campaña, llegó al 70% del costo, pero necesita más ayuda para llegar al total. Por eso la campaña para que las personas aporten1000 pesos, con apoyo de Red Solidaria, continúa.
“Muchos me comentaron por las redes sociales que con el bastón me bastaba. Quizás no saben que con un bastón uno no se siente seguro. Antes me chocaba con postes, con obras en construcción, me caía en la vereda, las personas no me veían aunque tuviera el bastón blanco y me chocaban. O yo con la cabeza le daba a algún cartel. Ángel evita todo esto y yo me siento más segura y acompañada”, cuenta la joven.
Ángel, que viste una capa amarilla con una leyenda que certifica que es un perro guía y puede ingresar en cualquier comercio y edificio público y que en su cuello tiene un manillar del que Agustina se sostiene para movilizarse, está sentado a su lado, en posición de descanso. Minutos antes, cuando ambos ingresaron al edificio, muchos que se cruzaban con ella atinaban a acariciarlo, hasta que leían el cartel que está en el manillar: “No me toques”.
Después de unos 10 minutos de charla Agustina le saca el atuendo a Ángel y le dice “libre” y le da agua. El perro mueve la cola y le juega. “Ahora puede jugar y se lo puede tocar porque ya no está trabajando. Si lo tocan cuando me está guiando pierdo el control sobre él y no me registra”, dice Agustina con una sonrisa. “Si vieras cuántos lo quieren tocar. ¡Parecen más ciegos que yo!”, dice con buen humor y se ríe.
Agustina está feliz con Ángel y la conexión que tuvieron cuando se conocieron fue automática. Luego de poder pagar la mitad del dinero comenzó la adaptación con Ángel en el predio de la Escuela de Perros Guía Argentina que pertenece al club de leones de Quilmes (Epga. Aprendió a darle órdenes y ambos aprendieron a cuidarse mutuamente.
“El primer día tenía miedo de que no me quisiera. Pero apenas me vio, me dio besos. Después me seguía hasta al baño. Es hermoso”, dice ella, que nació con un problema de salud que le causó una ceguera que fue definitiva a sus 15 años. Con su ojo izquierdo solo ve sombras, como quien se refleja en un espejo empañado con vapor de ducha.
“A los días ya pude llevármelo a casa. Yo le había comprado ya su cama y por suerte se hizo amigo enseguida de mi gatita. Es muy cariñoso”, dice Agustina. Antes de irse, juega un poco con Ángel y deja que lo acaricie todo quien pasa.
Después, le pone la capa y el manillar. El labrador, atento, ya sabe el camino hacia el pasillo, el ascensor, la puerta y la vereda. “Ahora vamos a casa después de un día largo de trabajo, a descansar”, dice Agustina y se va junto a Ángel con la sensación de que está volando y la ilusión de poder tener su compañía de manera definitiva.
Cómo colaborar
- Para ayudar a que Agustina López Cabanillas pueda juntar el dinero suficiente para poder terminar de pagar su perro guía, se pueden hacer donaciones al siguiente alias: perroguia.agustina