“Importan poco nuestras vidas”: cuáles son las vulneraciones cotidianas que sufre la comunidad trans
La desaparición del joven Tehuel de la Torre, de la que se cumple un año, es un ejemplo extremo de las vulneraciones que padecen los varones del colectivo trans, pero no es el único
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Hace exactamente un año, Tehuel de la Torre, un joven trans de 22 años, dejó su casa en San Vicente rumbo a una changa como mozo. Desde entonces, nadie pudo dar con su paradero. Mientras parte de su familia, amigos y organizaciones militantes insisten en la necesidad de continuar buscándolo con vida, otra parte supone que lo que inició aquella fatídica noche culminó con su homicidio. Este sector considera adecuado el cambio de carátula de la causa, que pasó de “averiguación de paradero” a “homicidio agravado por odio a la orientación sexual e identidad de género”.
A 365 días de aquel día, lo único claro es que la necesidad y la precariedad laboral en la que se encontraba fueron las circunstancias que llevaron a De la Torre a aceptar aquella changa, a pesar de que quien se la ofrecía no gozara de buena fama en el barrio. Su desaparición es el ejemplo más extremo de las violencias a la que están expuestas las masculinidades trans. Pero no es el único.
Ian Rubey, activista varón trans e integrante de la organización 100% Diversidad y Derechos, enumera algunas de las formas de violencia que enfrenta cotidianamente la comunidad trans: falta de respeto a la identidad de género al usar pronombres y nombres incorrectos, la falta de formación ética y humana de muchos profesionales de la salud, intolerancia de muchas familias, falta de acceso a trabajo formal y, como consecuencia, a una vivienda digna, y la lista sigue.
“Por todas estas condiciones, se estima que la expectativa de vida de las personas trans es de 35 a 40 años. Casi la única salida para sobrevivir que históricamente se ha dado es la prostitución. Las violencias son muchísimas, y se basan en una sociedad que se crió en el binarismo de género y en la presunción de la cisexualidad (N. de la R.: cuando la identidad de género se condice con el sexo anatómico) como condición implícita de la humanidad”, explica Rubey.
Dentro de la comunidad trans, algunas violencias son más frecuentes entre las masculinidades. “Por ejemplo, las violaciones correctivas (N. de la R.: violaciones cuya supuesta finalidad es “curar” la orientación sexual o la identidad de género), tanto intra y extra familiares. Es el “pago” por haber tenido el supuesto descaro de apropiarnos de la masculinidad, se nos cobra mediante nuestra integridad física, psicológica y emocional; muchas veces, incluso, también nos cuesta la vida. También la exposición real a ser cooptados por redes de trata de personas con fines de explotación sexual, así como la invisibilización de las masculinidades trans en diferentes espacios, como el político”, agrega el activista.
“Ninguna contención está garantizada”
Oliver Nash es periodista y escritor, y desde su perfil de Twitter suele aportar algunas pinceladas cotidianas de la vida de un varón trans. “La mayoría de las violencias son compartidas por toda la comunidad trans en mayor o menor medida, pero es cierto que otras se dan con mayor frecuencia dentro de las masculinidades. En lo personal, las que más sufrí fueron el maltrato médico, la violencia verbal por no respetar mi identidad, la falta de respeto en instituciones al intentar cambiar mi identidad, los problemas para poder conseguir empleo por ser trans y la infantilización e invisibilización constante”, enumera.
Ante estas circunstancias, tanto Rubey como Nash coinciden en que el nivel de contención es relativo. “Ninguna contención está garantizada. Por supuesto que no va a ser lo mismo la vida de un hombre trans que haya sido respetado por su familia que uno que haya sido expulsado de su casa. Si te apoyan ahí habrá contención. Pero la contención en general se da dentro de la misma comunidad trans. Desde la sociedad, el sistema de salud y el mismo Estado no hay mucha contención. Lamentablemente, hemos avanzado en materia de derechos, pero falta bastante para que todos se cumplan”, se lamenta Nash.
Por su parte, Rubey alerta que muchas veces los varones trans se encuentran sin red “y esto puede llevar al suicidio”, sostiene. “Es necesario visibilizar nuestras problemáticas, y nuestras existencias. Repensar las masculinidades trans, armar redes específicas de contención entre nosotros. El sistema de salud mental, en la mayoría de los casos, sigue patologizando nuestras identidades y no es un espacio seguro para ellas. La Justicia no nos escucha, no comprende las violencias que vivimos y la falta de acceso a derechos”, enumera.
Rubey considera que a lo largo del último año, a partir de la desaparición de Tehuel, la comunidad de varones trans se hizo más visible. Pero también se evidenciaron todos los desafíos que quedan por delante. “Sacó a la luz la poca importancia que se le da a nuestras vidas trans por parte de los organismos estatales, los gobiernos y la sociedad. No lo buscaron con vida a Tehuel y cambiaron la carátula de la causa. La Justicia asumió un homicidio por odio a la identidad sin pruebas contundentes. Los activistas movilizados por la causa de Tehuel, seguimos buscándolo con vida”, sostiene.
En materia de desafíos, Nash grafica el desconocimiento social que todavía persiste en torno de las masculinidades trans con un ejemplo concreto: la inclusión de la desaparición de Tehuel en el marco de los reclamos del colectivo “Ni una menos” siendo que se trata de un varón trans. “A lo largo de este año se habló más de las masculinidades trans, pero no de las masculinidades como tales ni de cómo ayudarlas. Y la verdad es triste que se hable de las personas trans solo en la sección policial. Es triste que se nos muestre solo cuando somos discriminados, violentados, desaparecidos o asesinados. Es triste que esperen que se llegue a ese punto para hablar de alguien trans. Y esto no quiere decir que no haya que visibilizar esos casos, sino por el contrario, que hay que hablar más”, concluye.
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