“Tener una discapacidad y ser madre es posible y hermoso”. Tiene parálisis cerebral, con su marido soñaban con convertirse en padres y adoptaron dos hermanitas
Rocío y Fran formaron una familia junto a Amaris, de 5 años, y Oriana, de 3; “con apoyos y creatividad puedo hacer casi todo”, dice Ro, que trabaja de manera independiente en diseño y desarrollo web
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En su cabeza de adolescente, cuando imaginaba la maternidad, Rocío Scotto se representaba una escena típica: una mujer cargando bolsas con una mano, cerrando el auto con el pie y llevando a un niño en el brazo libre. Esa imagen la llenaba de dudas. “Cuando me preguntaban si quería ser madre, decía que no”, recuerda. La idea le generaba muchos temores e incertidumbre.
La posibilidad parecía lejana. Pero cuando conoció a Fran, ese deseo empezó a crecer. “De adolescente, me hubiese encantado conocer a otras madres con discapacidad y ver que es posible. Si te comparás con un modelo que nunca vas a alcanzar, estás condenado al fracaso”, dice desde su casa de Moreno, mientras ceba mates.
Hace tres años y después de una década de intentos y pérdidas, con Fran decidieron inscribirse en el registro de postulantes a guarda adoptiva. Cuatro meses después de que les dieron el alta, llegó la noticia que les cambiaría la vida: dos hermanitas necesitaban una familia.
“Hoy, con mis redes sociales trato de motivar a otras personas con discapacidad. Ser padre o madre, si sos consciente de tus limitaciones y de los apoyos que necesitás, es posible y hermoso”, asegura Rocío.
La adaptación al caos
En Instagram, Rocío comparte escenas cotidianas del “caos hermoso” en el que se convirtió su vida: desde tender la cama con las nenas saltando alrededor hasta improvisar juegos en la cocina.
“Recién ahora siento que estoy terminando el puerperio. Con la maternidad te desdibujás mucho. Hace ocho meses que quiero ir a la peluquería”, confiesa entre risas.
Antes, dice, era perfeccionista: pilates, libros alineados, rutinas ordenadas. “La maternidad me puso el mundo de cabeza. Aprendí a convivir con el caos, a surfear la ola y resolver en el medio de la ola”.
La clave, sostiene, fue aceptar sus propios tiempos y necesidades. “En la adolescencia me preguntaba todo el tiempo: ‘¿por qué a mí?’ Estaba muy negada con mi discapacidad. El clic lo hice cuando entendí que tenía que inventar mis formas. No voy a correr una maratón, pero con apoyos y creatividad puedo hacer casi todo”.
Rutinas y apoyos
Los días de la familia empiezan temprano. Fran, que tiene 37 años, se levanta a las 4 para ir a trabajar en una industria química en Pilar.
Rocío, de 35 años, arranca a las 5.15 para que las chicas estén listas a las 8 para ir al jardín. “Todo me lleva más tiempo, así que me tengo que organizar”, explica.
Deja uniformes y parte del desayuno preparados la noche anterior. A las 7.40, los abuelos buscan a las nenas para llevarlas al jardín.
Rocío trabaja de manera independiente en diseño y desarrollo web hasta el mediodía, cuando vuelven las chicas. La tarde es de juegos, meriendas y tareas, y la noche se reparte entre la cocina de Fran, la hora del baño y la vida familiar.
“Nunca pensé que por tener una discapacidad no iba a poder adoptar. En las entrevistas conté mi autonomía, mi trabajo, mi red de apoyos. Obviamente iba a ser una maternidad distinta, pero posible”, dice Rocío.
Para Fran, ella es “una madre increíble, que lleva adelante la crianza con total fluidez, con altibajos como todos, pero siempre con la mirada puesta en las chicas”.
Para Ro, Fran es “un padrazo”. El que en los cumpleaños infantiles está siempre en el pelotero con los chicos. “Papi es todo”, resume.

El camino hacia la adopción
Rocío nació sietemesina y a los pocos meses le diagnosticaron parálisis cerebral. Hizo terapias desde pequeña, incluso estudió violín para trabajar la motricidad de su mano izquierda. Pasó por siete cirugías de columna.
Conoció a Fran hace 18 años, por Internet. Él tenía 19 y vivía en Núñez; ella, en Moreno. “Le conté enseguida mi discapacidad. No concebía ocultarlo. Cuando nos vimos en un shopping fue como una cita a ciegas y desde ahí no nos separamos más”.
Como el embarazo no llegaba, empezaron tratamientos de fertilidad, que hicieron durante 10 años. Tras dos pérdidas, en 2021 Rocío decidió poner un freno. “Prioricé mi salud mental. El duelo gestacional fue muy duro. Le dije a Fran: ‘No quiero más esto. Sé que para ser madre hay otras opciones’. Y elegimos la adopción”.
En septiembre de 2022 completaron la postulación. El 31 de julio de 2023 recibieron el apto. Cuatro meses después, el llamado tan esperado: dos hermanitas de 1 y 3 años necesitaban una familia.
“Me puse tan nerviosa que no podía sostener la lapicera para anotar”, recuerda Rocío de la tarde en que la llamaron de juzgado.
Entrevistaron a cinco familias. A los 15 días, les escribieron para contarles que habían quedado tres, y que tenían una entrevista presencial en el juzgado: “El 28 de diciembre fuimos a audiencia. Pensamos que iba a ser algo acartonado y fue divino. Ahí nos dijeron que habíamos quedado seleccionados y que podíamos firmar los papeles para empezar la vinculación con las chicas. También nos dijeron sus nombres por primera vez. Fue muy fuerte”.
El 5 de enero conocieron a Amaris y Oriana, que hoy tienen 5 y 3 años: “Me acuerdo de esos ojos enormes mirándonos. Miraban mi silla de ruedas y yo no podía tirarme al piso a jugar. Hoy se me trepan encima todo el tiempo”.
Construir el vínculo
El proceso de vinculación fue progresivo: visitas, salidas, noches compartidas. En marzo de 2024 las niñas se mudaron a la casa de Moreno, que también comparten con cuatro gatos (Cartulina, Pimpón, Margarita y Chimuelo) y dos perros (Oliver y Lupita).

La maternidad, dice Rocío, es “90% como la de cualquier otra: reuniones de jardín, mocos, noches sin dormir”. Pero admite que la adopción suma desafíos. “Tenés que armarte de herramientas para acompañar las consecuencias del trauma infantil. Su historia se respira todo el tiempo, aunque hayan llegado chiquitas”.
Amaris, especialmente, la bombardeó de preguntas: “¿Por qué sos mi mamá?, ¿por qué no estuve en tu panza?, ¿por qué ya no estoy en el hogar?”.
Una tarde en la plaza, creyó que la dejarían atrás. “Pensó que nos íbamos sin ella cuando le dijimos: ‘Si no vas a jugar, nos vamos’. Ahora decimos: ‘Nos vamos todos juntos’. Es increíble como una palabra puede detonar el abandono latente que tienen ahí”, dice Rocío para resumir los desafíos en la construcción del vínculo.

“Yo soy la cuidadora”
La gente suele sorprenderse cuando Rocío aclara que es la madre de las chicas, por ejemplo en las consultas médicas. “Llamo siempre antes para preguntar si puedo pasar con la silla de ruedas, porque cuando no llamo siempre es en un tercer piso”, dice de nuevo con humor.
Cuando el lugar no es accesible, ella insiste en buscar una solución: “Les digo: ‘Yo soy la cuidadora, no hay más nadie. ¿Cómo hacemos? No te voy a dejar sola con mis hijas’. Ahí se empiezan a mirar entre todos y de alguna forma se resuelve. La verdad es que mucho lo que uno permite y creo que a veces es necesario imponerse un poco desde un lado constructivo”.
Agrega que, en general, a las personas con discapacidad las ven “como sujetos de cuidado en lugar de como cuidadoras”. Ese prejuicio, es algo que Rocío, como mamá de dos niñas pequeñas, pone constantemente en jaque.

Sueño cumplido
Hoy, Rocío y Fran sienten que alcanzaron lo que tanto soñaron: “A veces nos miramos y decimos: lo logramos. La adopción es un re voto de confianza. Te evalúan con mil lupas y no somos perfectos, pero que te elijan para criar a alguien es un montón”, señala Rocío.
Y concluye: “Ser mamá te hace resolver. Sacás de la galera lo que ni sabías que tenías, y la discapacidad pasa a un quinto plano. Pensaba que no iba a poder llevarlas de la mano por la calle o acunarlas para que se durmieran. Ahora veo todo lo que se puede: ellas quieren estar conmigo, se duermen a upa, y eso te impulsa a seguir. La discapacidad es solo un anexo en la maternidad que todas vivimos”.
Más información
- “Quiero adoptar” es una guía hecha por Fundación La Nación con toda la información que deberías saber antes de tomar la decisión de adoptar. Leer guía en este link.
- En esta nota podés leer las cartas de 31 chicos que esperan ser adoptados. Viven en hogares y esperan la llegada de una familia. Todos se encuentran en convocatorias públicas y cualquier pareja o persona puede postularse. Entrá en este link para leer las cartas.






