La artista plástica de apellido ilustre que transforma la sensibilidad táctil en esculturas impresas en 3D
Los diálogos táctiles de Delfina Velar de Irigoyen con personas no videntes derivaron en los escaneos 3D y las impresiones digitales para realizar sus obras
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Curiosa, viajera incansable, exploradora serial de materiales, coleccionista de momentos sensibles. Delfina Velar de Irigoyen tiene apenas 32 años y más de un apellido ilustre que lleva con liviandad. Lo único que pesa en su mochila son los materiales creativos, obras impresas en 3D que desarrolla a partir de investigaciones sensoriales.
Entrevistarla es una misión compleja: habla muy rápido, tiene mucha historia para contar, miles de millas recorridas y el futuro le estalla en las manos. Delfina estudió Arquitectura pero cambió la orientación proyectual por creaciones a otra escala. Entre los hilos etéreos que traman sus dispositivos escultóricos y los procesos híbridos que apenas son el punto de partida o las herramientas de su producción, Delfina construye sentido. Y lo hace de forma colaborativa y experimental.
“A los 15 años, en Washington participé de un congreso de liderazgo. Más adelante, en Barcelona cursé Innovación Estratégica. Después vino Art Basel, en Miami”, repasa Velar de Irigoyen. Se fue, volvió, armó valijas otra vez. “En Nueva York aprendí modelado y herramientas de tecnología para imprimir e investigar. En Londres estudié en la Escuela de Diseño Parsons y apliqué para el Master de Bellas Artes en Central Saint Martins”, dice de corrido, casi sin pausas.

En Londres absorbió como una esponja miles de estímulos mientras colaboraba en distintas galerías de arte. Pero hubo un encuentro especial que le activó sus fibras más sensibles. “Hice un taller de arte con Lisa, que me cambió la mirada. Lisa es ciega, tiene un hijo y un perro. Su percepción táctil fue explosiva para mi”, señala.
A partir de esa experiencia le surgieron preguntas y empezó a investigar. “¿Cómo se ve la vida a través de otros sentidos? ¿Qué puedo aprender de esta visión?”, se preguntaba mientras escuchaba qué le pasaba a Lisa cuando tocaba materiales u objetos. De esa experiencia de escucha sacó en limpio una conclusión: “El ojo distrae en su insistencia por captar lo inmediato”.
El concepto fue dejando su impronta hasta que se transformó en el título de su muestra: El ojo que distrae, en la galería BIGA, en marzo último. El texto curatorial de Silvina Amighini puso en palabras el trabajo: “Delfina nos conduce a cruzar la obra, a descubrir lo que se esconde más allá del primer impacto visual, a comprender que la percepción no es un acto pasivo, sino una exploración sin límites. Ver no es solo mirar. Es atravesar la imagen, permitir que la experiencia estética nos sacuda”.

En esta línea exploratoria, la artista se puso en contacto con personas ciegas agrupadas en Tandem Norte, una comunidad que comparte paseos en bicicleta accesibles e inclusivos en el vial costero de Vicente López. “Conocí a muchas personas ciegas y organicé encuentros espontáneos en mi taller. Dispuse arcilla en la mesa y documenté la experiencia. Estos diálogos táctiles derivaron en escaneos 3D e impresiones digitales. Las esculturas formaron parte de una muestra en Londres, donde presenté el proceso junto al video como trabajo final de la maestría”, dice. Y confiesa que estos intercambios fueron claves para descubrir “el superpoder de ver la vida con otros ojos”.
El árbol genealógico de Delfina es pura argentinidad. Es prima del artista Lobo Velar, nieta de Bernardo Velar de Irigoyen y tataranieta de Bernardo de Irigoyen (abogado, diplomático, fue gobernador de la provincia de Buenos Aires y ministro de Relaciones Exteriores) por parte de su padre. Por otro lado, es nieta de Enrique Segundo Pueyrredón, y Juan Martín de Pueyrredón era tío tatarabuelo de su mamá. “¿Un poco mucho no?”, se pregunta entre risas.

Actualmente Delfina prepara dos muestras que la tienen muy entusiasmada. Por un lado, participará en septiembre con una tríada de objetos en 3D en la Semana de Diseño de París, en una galería ubicada en el icónico barrio de Les Marais, junto a otros artistas y diseñadores argentinos. Y, por otro, realiza mentorías semanales junto a la curadora Cynthia Kampelmacher para el montaje de la expo Amorada, que inaugura en septiembre en Buenos Aires.
Otra de las experiencias enriquecedoras fue participar de la muestra A la cima no se llega sola, organizada por Luján Haeder y Sunshine Lab, con las esculturas de Velar y las joyas de la artista italiana Suri. Celebrar la creatividad y el trabajo colaborativo entre mujeres, en un entorno inmersivo, fue una invitación a contactarse con las obras en un formato íntimo y sensorial. “Sustentabilidad, apoyo mutuo, reflexión y sobre todo, mucho aprendizaje”, subraya Delfina.
El calendario de la artista la llevará en 2026 a Venecia y a Florencia, donde realizará una residencia artística en Chiasso Perduto, un espacio con base en el Palacio Machiavelli que propone diálogos abiertos entre artistas que desarrollan instalaciones site specific.
“De tanto ir y venir empecé a reconocer mi propio camino. Necesito experimentar, aprender. Ser libre, básicamente”, concluye la artista que capta sensaciones y las traduce en nuevos abordajes.
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