Absurdo sobrenatural
En su libro de relatos breves Un hombre sin cabeza, el israelí Etgar Keret apela al imaginario del relato folclórico para contar historias contemporáneas, divertidas y originales
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En Un hombre sin cabeza , el israelí Etgar Keret (Tel Aviv, 1967) no abandona algunas de las características que la crítica ha destacado en su obra anterior: el humor, lo absurdo, el humor a partir del elemento absurdo. Tampoco se ausenta lo sobrenatural. El uso de este último condimento deriva en el tipo de relato fantástico inaugurado por "La nariz" de Gogol en el siglo XIX, pero que, de acuerdo con Tzvetan Todorov, deberá esperar a que el psicoanálisis haga lo suyo para encontrar su continuidad en la obra de Kafka. Según Sartre, se trata de un mundo en el que las "manifestaciones absurdas figuran a título de conductas normales". La vieja vacilación que condensaba la resistencia del personaje, y del lector, a dejarse vencer por aquello que hería toda lógica y desobedecía toda ley natural es reemplazada por la adaptación. Así, en "El gordito", el primero de los 34 relatos del libro de Keret, el protagonista se adecua con amable resignación al hecho de que su bella novia cuando llega la noche se convierte en un "hombre peludo y enano, sin cuello y con un anillo de oro en el meñique". Y tanto se adecua que, al mismo tiempo que ama a la mujer que acompaña sus días, se divierte a lo grande con el poco agraciado duende que moviliza su vida nocturna.
Del maravilloso universo de las hadas y el relato folclórico, Keret escoge buena parte de las figuras que motorizan su imaginario. Pero no realiza una simple importación: hay desvíos que invierten los viejos hechizos y mudan los entornos para invocar la sorpresa y la risa. Ya no figura un príncipe que lamenta estar encerrado en un cuerpo de sapo: es la niña de "Jet Lag", quien a bordo de un avión denuncia a la que dice ser su madre al revelar: "Soy un enano disfrazado; ella es la que me explota por ahí y no se lo digas a nadie pero la única razón por la que llevo puesta una falda tan fea es porque llevo dos kilos de heroína en el culo". De similar impacto es la historia de un hombre que, como va a ser padre y teme que la criatura por nacer no cumpla con sus expectativas, recurre a la sabiduría de su bisabuela para que lo tranquilice. La anciana profetiza : "Lo que sueñes es lo que será". Varias noches y media página más tarde, como si el lector estuviera ante una escena imaginada por Alfredo Casero, se lee: "Al final tuvieron un poni". Esta torsión a partir del elemento sobrenatural se presenta en varios de estos relatos breves, marcados por la oralidad, cercanos a la narrativa tradicional (del cuento clásico y del cuento infantil), o emitidos desde un presente que recuerda el detalle escénico de un guión. Una prosa que no depara mayores obstáculos, austera en descripciones, pero rica en especulaciones hipotéticas que le abren la puerta a la mejor fantasía.

El escenario dominante es el Israel de las últimas décadas. Los conflictos bélicos no participan de manera directa en ninguna de las tramas, pero en muchas de ellas la vida militar atraviesa el presente o el pasado de los personajes. Puede emerger en medio de lo más cotidiano: como le sucede al verborrágico taxista fascinado con "Los pechos de una chica de dieciocho", pero interrumpido por su ex mujer, que lo llama para hablarle de un choque entre dos helicópteros militares, del que su hijo pudo ser una víctima. Las lágrimas que suelta ese taxista al enterarse de que su hijo está a salvo condensan buena parte de la propuesta estética de Keret: historias divertidas y originales, cargadas de situaciones absurdas, imposibles o triviales, protagonizadas por personajes simples, pero muchas veces humedecidas por algún detalle conmovedor.
Un hombre sin cabeza
Etgar Keret
Sexto Piso
Trad.: Ana María Bejarano
170 páginas $ 145




