Atrapado sin salida
Una mano intenta descubrir una cara que ha sido cubierta por una capa impermeable para la lluvia. El viento lo ha dejado atrapado y a ciegas dentro de esa coraza cuya función era dar alivio ante las inclemencias del tiempo, no claustrofobia. Verlo así trae reminiscencias del cuento No se culpe a nadie, de Julio Cortázar, en el que un hombre queda atrapado dentro de un suéter. En este caso, la escena no es fantástica, sino que tiene que ver con un fuerte viento que se ha desatado por la tormenta Lee, en Bar Harbor. Aquí, la potencia de la naturaleza se hace sentir una vez más con gran contundencia. Lluvias, temperaturas, vientos extremos y demás están empezando a convertirnos en rehenes de situaciones de las que no podemos escapar. Salvo que a diferencia del título del cuento cortazariano, aquí sí hay a quien culpar. Y es a nosotros mismos, que por abuso la hemos enfurecido y ella se está vengando.
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