
Cae el interés por la lectura en la tierra de Tolstoi y Dostoievski
La mitad de los rusos no compra libros
1 minuto de lectura'
MOSCU (EFE).- Más de la mitad de los rusos no compra libros e ignora a los clásicos de la literatura, según la Asociación de Libreros de Rusia. La cifra contrasta con las que se manejaban en la era soviética, cuando el pueblo ruso se jactaba de ser el que más leía en el mundo. "Antes era obligatoria la lectura de Dostoievski, Gogol y Tolstoi para entrar en la universidad. Ahora, ningún estudiante puede recitar de memoria un poema de Pushkin", se lamenta Svetlana, de 52 años, profesora de teatro y ávida lectora de los clásicos.
Sólo un 23 por ciento de los adultos rusos se considera lector habitual de libros, mientras un 37 por ciento confiesa que nunca lee, estadísticas que han llevado a los expertos a hablar de "catástrofe" de la lectura en Rusia, país que cuenta con unos 143 millones de habitantes.
"En Rusia los libros nunca deberían ser un lujo", dice Serguei Stepashin, ex primer ministro y presidente de la Asociación de Libreros de Rusia. En su momento, las autoridades soviéticas bautizaron a Rusia como "el país más lector del planeta" y la "adicción" generalizada de la lectura entre la población de todas las edades se convirtió en el orgullo de la nación.
En cambio, ahora el diario Rossiskaya Gazeta titula una nota "De Dostoievski a Steele" [por la autora de best sellers de amor, Danielle], en referencia a la tendencia de los tiempos, que va de los clásicos a la novela rosa. "Rusia es un país de libros. Esto se ve en la aparición en la vida real de personajes parecidos a los héroes literarios. Seguimos comparando las situaciones cotidianas con los personajes de los libros", subraya el diario, y agrega: "Si dentro de veinte años las nuevas generaciones crecen sin sustrato literario, ¿qué será de ellas? ¿Nos reconoceremos en el espejo de la cultura y la vida?"
Según los datos difundidos por el periódico, el 80 por ciento de los rusos no pisa las bibliotecas, un 36 por ciento no tiene ningún libro en su casa y los escolares rusos ocupan uno de los puestos más bajos de Europa en cuanto a calidad de lectura.
La media de lectura es de 7,1 horas por semana en Rusia, lo que explica que la tirada media de los libros haya bajado en los últimos años de cinco mil a tres mil ejemplares. En los primeros seis meses del año la venta de libros cayó un 15 por ciento y el precio medio de un libro es de noventa rublos (tres dólares), cinco veces menos que en los países occidentales, pero un 8 por ciento del costo mensual de la canasta familiar.
"El libro ya no es el mejor regalo. Sólo hay que viajar en subterráneo y mirar: ahora sólo se ven novelas de detectives y latas de cerveza en los pasillos", señala Dimitri, secretario en una empresa alemana.
Escasez de librerías
Entre las "excusas" que los rusos utilizan para no leer, la más habitual es la falta de tiempo, seguida por el alto precio de los libros, la ausencia de literatura de calidad y por último la falta de interés en la lectura. A juicio de los expertos, uno de los factores es la escasez de librerías. En Rusia hay una por cada 60.000 habitantes, mientras que en la Unión Europea el promedio es un negocio de libros por cada 10.000 habitantes.
La respuesta a la crisis, según Stepashin, podría ser el lanzamiento de un programa de promoción de la lectura, ya que Rusia es de los pocos países que carece de uno a escala nacional. "Ahora sólo se promocionan libros basura, que mancillan la dignidad humana. Esta es una literatura para oligofrénicos", manifiesta indignado el escritor Serguei Kapitsa.
La novela rosa y la de detectives encabezan las listas de ventas en Rusia, seguidas por best sellers como los del brasileño Paulo Coelho o el ruso Boris Akunin. La novela infantil ocupa un escalón más bajo, seguida por libros sobre cocina, psicología, salud, historia, mientras entre la juventud los libros más populares son los de ciencia ficción, misticismo y terror. Los clásicos rusos y extranjeros ocupan el penúltimo lugar, mientras sólo un 3% de los rusos invirtió tiempo en leer poesía en los últimos tres meses.





