Cuatro voces, un ámbito
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<b> Glaxo <br></br> Por Hernán Ronsino </b>
Cuando Hernán Ronsino (Chivilcoy, 1975) publicó en 2007 La descomposición , varios críticos literarios coincidieron en destacar su afinidad con la literatura de Juan José Saer. Como la obra del escritor santafesino, aquella primera novela transcurre en un espacio que no es ni ciudad ni campo; una zona literaria donde hay un asado, amigos que hablan sobre literatura, un periodista del diario local, un limonero. Un clima saereano que se revela también en el tono, en la estructura de la frase, en un modo de mirar.
En Glaxo , su segunda y notable novela, la acción se ubica en el mismo espacio: un pueblo de la provincia de Buenos Aires que conserva, en forma de ruinas, las marcas de un pasado de progreso social y bienestar económico. En ese lugar, los habitantes se conocen desde siempre y, como en todo pueblo real o imaginario, proliferan las historias y las versiones.
La trama de la novela transcurre entre 1958 y 1984 y se estructura en una sucesión de cuatro relatos en primera persona narrados, cada uno de ellos, por cuatro personajes y en cuatro tiempos diferentes. Cada relato se presenta como un segmento independiente; no obstante, se van complementando hasta narrar la totalidad de una historia que tiene, en su centro, una elipsis narrativa. La historia es compleja: un amigo acusa al otro de un hecho que no cometió; el primero era el verdadero responsable de ese hecho, el de haber mantenido una relación sentimental con la mujer del suboficial de la comisaría del pueblo. El suboficial, para vengarse del que supone amante de su mujer, comete un crimen para atribuírselo; por ese crimen, el falsamente acusado debe pagar años de cárcel, lejos del pueblo.
En sordina, la novela trabaja sobre una expectativa: la del reencuentro cuando el traicionado regresa. Parece inevitable el duelo entre ambos o que los dos enfrenten al suboficial corrupto. No obstante, ambas posibilidades resultan frustradas. Glaxo trabaja con el imaginario del western cinematográfico -recurrentemente citado en la novela-, pero para desmentirlo. Porque mientras aquél es un relato de origen a partir del cual una sociedad puede constituirse, Ronsino apela a él para mostrar los despojos de una sociedad al borde de su disolución. En ese ámbito no hay lugar para héroes míticos porque el sheriff ha encarnado en un oscuro suboficial de pueblo que participó, en 1956, de los fusilamientos de León Suárez. En el epígrafe con el que se abre -una cita de Operación masacre , de Rodolfo Walsh-, la novela expone su hipótesis política y propone una causalidad histórica sobre la que se asienta el relato fundacional de un pueblo en el que se quebraron los vínculos entre moralidad, ley, Estado y Justicia.




